Diego Barcala.- “El Barcelona logró un meritorio empate en el Villamarín con golazo del germano Schuster, ante un Betis que se encuentra también pleno de moral y fuerza. Lo mismo le ocurre al Sporting que apabulló al modesto Almería y sigue así al acecho de cualquier tropiezo de los primeros. El que parece haber resurgido es el Campeón, Real Madrid, que conquistó los dos puntos en El Sadar —su segunda victoria a domicilio—, curiosamente con dos goles de los recuperados García Hernández y Pineda”. Así resumía El Mundo Deportivo la jornada 25 de la temporada 80/81. Era lunes, no había partido en abierto, no había tres puntos por victoria, no había cuatro puestos de Champions ni había libertad.
Los jugadores del Real Madrid se cambiaban en su vestuario de la Ciudad Deportiva del Paseo de la Castellana cuando pasaban los tanques desde el cuartel de El Goloso. El Golpe de Estado de 1981 pilló al fútbol español en transición. Como a todo el país. Hoy se cumplen 37 años de aquel triste suceso que marcó a una generación de españoles. Justo nueve meses después de aquel día nació Xabi Alonso, en mayo respiró por primera vez Iker Casillas, Aritz Aduriz era un bebé de 12 días, a David Villa le quedaban 10 meses para existir y fuera de España, dos países lejanos como Suecia y Camerún verían nacer en 1981 a Zlatan Ibrahimovic y Samuel Etoo.
Nueve meses después de aquel día nació Xabi Alonso, en mayo respiró por primera vez Iker Casillas, Aritz Aduriz era un bebé de 12 días, a David Villa le quedaban 10 meses para existir.
Todos estos futbolistas españoles crecieron en un país lleno de expectativas e ilusión. Y hay quien piensa que ese entorno social, político y económico contribuyó a los éxitos que llegaron al deporte español casi tres décadas después, con esos bebés hechos máquinas de hacer deporte. “Yo era un niño pero recuerdo esos años como de ilusión, de libertad, de prosperidad y quizá eso tuvo que ver en la manera de jugar de estos chicos”, opina el periodista Antoni Daimiel, sobre la generación de oro del baloncesto, pero cuya reflexión sirve para la de los Xavi, Iniesta y compañía.
Pero volvamos a 1981. El país amaneció aquel gris lunes con el Atlético de Madrid mas líder después de su victoria en casa contra el Hércules. Quedaban once jornadas de aquella liga de 18 equipos que acabaría ganando el equipo que en ese momento marchaba séptimo: La Real Sociedad maravillosa de las dos ligas. “La ciudad estaba entusiasmada. Era una quinta fantástica y un acontecimiento muy grande. La Real Sociedad había sido siempre un equipo modesto. Amarró un equipo bueno y fue una gran sorpresa. Como existía el derecho de retención, mantuvo el equipo durante años y acabó cuajando. Si hubiera existido la Ley Bosman, los Arconada... se habrían ido”, recordaba en Líbero un ilustre aficionado donostiarra, el periodista Iñaki Gabilondo. Su hermano menor, el exministro de Educación, Ángel Gabilondo le acompañaba en los recuerdos: “Al Madrid y al Barcelona no les pilló en un buen momento. Había pocos extranjeros, estaba Stielike, Schuster andaba por ahí, pero no había este apabullamiento de ahora, esta diferencia actual entre el 1º y el 3º de 30 puntos. Para mí, fue una sorpresa enorme. Pensábamos que la Real no iba a ganar una liga nunca”.
El Salamanca y el Almería tenían todas las papeletas para descender y el ya barcelonista Quini, lideraba la tabla de goleadores con 16 tantos. Le seguían Morena del Valencia, Dani del Athletic Club y Juanito, del Real Madrid. Los blancos tenían la cabeza en otra parte, en la Copa de Europa que pintaba bien. Llegaron a la final contra el Liverpool y la decepción fue tan grande que no se valoró el esfuerzo de los Del Bosque, Juanito, Camacho… Los García. Al mando de aquel vestuario estaba uno de los maestros del seleccionador actual, Boskov. El periódico del lunes 23 de febrero de 1981 contaba una noticia increíble: la URSS no entrega el visado a Luis Molowny, ojeador del Real Madrid, para ver un partido amistoso del Spartak de Moscú. “El tradicional temor de la URSS a los espías internacionales sigue existiendo”; explicaba El País que lamentaba que Molowny no pudiera viajar a ver ese partido puesto que era la única manera de conocer al equipo ruso. Faltaban 20 años para que naciera YouTube.