25 años de La Liga de las Estrellas: la fiesta y la resaca

La renegociación de los contratos de televisión junto con la Ley Bosman hicieron de la Liga de hace 25 años un festival de fichajes en un campeonato que no estaba del todo profesionalizado. La borrachera fue espectacular, al nivel del nombre que le pusieron: La Liga de las Estrellas.
Adrián Mediavilla.- 

If you want my future forget my past
If you wanna get with me better make it fast

– Wannabe (Spice Girls, 1996)

1996 es el fin de la prehistoria del fútbol español. El motivo: se juntaron la lluvia de millones de los contratos de televisión con la ley Bosman, que permitió la entrada masiva de futbolistas extranjeros. De hecho, para acomodar la llegada de nuevos futbolistas, se amplió el número de fichas por club, que pasó de 22 a 25 futbolistas. El número de extranjeros pasó de 92 a 199.

Pero rebobinemos un momento para entender de qué caverna venía el fútbol español. Tan solo un año antes, la presión popular había logrado que Celta y el Sevilla fuesen rescatados de un merecido descenso a Tercera por los pufos en sus cuentas. Así las cosas, la Liga (que entonces se escribía separado, en dos palabras) se había encontrado con 22 clubes en Primera, lo que suponía jugar más partidos que nunca. 

Pero sobre todo, la temporada 96-97 fue histórica porque a alguien se le ocurrió que la liga española pasara a llamarse La Liga de las Estrellas. Las mejores ideas tienen muchos padres, pero parece probable que el nombre se le ocurriese a alguien en Antena 3, que ese año había comprado los derechos para emitir por televisión en abierto un partido los lunes. La promo con la que la cadena privada anunciaba los partidos se puede encontrar en YouTube.

“Hemos firmado la paz del fútbol y eso significa que a partir de ahora en España habrá muchos más españoles que van a ver el fútbol mejor que nunca y van a disfrutar porque habrá fútbol para todo el mundo”. La frase es de Jesús de Polanco, empresario cántabro y en aquel momento máximo responsable en Sogecable y amo y señor de Canal Plus. Polanco se había puesto de acuerdo con Antonio Asensio, presidente de Antena 3, y la catalana TV3, y habían montado Audiovisual Sport con el fin de repartirse el pastel del fútbol español. 

Ese contrato establecía que las televisiones autonómicas mantendrían la posibilidad de emitir un partido semanal de Liga de Primera y Segunda en abierto, y Canal Plus un partido de Primera y otro de Segunda codificados los domingos. Antena 3 TV tendría la emisión de 20 partidos en abierto de la Copa del Rey, además de los encuentros de los lunes en la temporada 1996-1997. Y además, abría la puerta a la explotación de los derechos en formato pay per view.

El valor de los derechos negociados era superior a 200.000 millones de pesetas. Para ponerlo en contexto, las televisiones españolas pagaron 31.900 millones de pesetas solo por la temporada 96-97, frente a los 6.475 millones de la temporada anterior. Es decir, 797,5 pesetas por habitante frente a las 603 de las cadenas inglesas o las 571 de las italianas. 

Gracias a la lluvia de millones de la televisión, el global de los presupuestos de los 22 clubes aumentó en un +30% frente a la temporada anterior. El Celta, que un año antes parecía condenado a descender, duplicó su presupuesto de la noche a la mañana. El otro amenazado por el descenso, el Sevilla, lo incrementó en un 43%. 

El Celta, que un año antes parecía condenado a descender, duplicó su presupuesto de la noche a la mañana. El otro amenazado por el descenso, el Sevilla, lo incrementó en un 43%. 

Con el dinero fresco en el bolsillo, los clubes hicieron lo que cualquier español haría: salir a quemarlo. Solo en el verano de 1996, los clubes españoles ficharon por valor superior a los 30.000 millones de pesetas. Mientras tanto, el hasta entonces todopoderoso Calcio invertía 17.000 millones y la incipiente Premier League inglesa, apenas 10.000. De pronto la liga española era la nueva rica de Europa.

Juntamos algún dinero
"pa vivir" con dignidad
nunca nos fueron los lujos
somos gente muy normal.

– No nos podrán parar (Celtas Cortos, 1996)

La salud del fútbol español, entonces y ahora, puede medirse por el estado del Real Madrid y el Barcelona. En 1996, el Madrid venía de haber sustituido el verso de Valdano por el sentidiño de Arsenio Iglesias, y para sorpresa de nadie la cosa no había dado resultado. El club se había quedado fuera de plazas europeas y tenía un lastre de 12.000 millones de pesetas, herencia de Ramón Mendoza. El Barça se curaba la resaca del final del cruyffismo, y esa temporada de los Kodro, Angoy y Prosinecki.

Aquellos Madrid y Barcelona no eran las marcas globales que son hoy, y seguían teniendo un puntito entrañable de club de andar por casa. No había aficionados en China. Las pretemporadas se hacían en Suiza y en Holanda, no en China y Estados Unidos. Los escudos no eran logotipos. Las camisetas las hacían empresas de andar por casa como Kelme y Kappa. El Barça ni siquiera llevaba publicidad en la camiseta porque sus valors valían más que ensuciar la blaugrana.

En cambio el Madrid, siempre más pragmático, seguía luciendo por quinta temporada consecutiva el logotipo de la multinacional alemana Teka. Esta marca, que se dedicaba entonces como ahora a vender cocinas, tenía una larga historia de patrocinios en el deporte español. No obstante, había sido el primer sponsor en la camiseta de un club español, cuando el Real Racing Club de Santander llevó el logo de Teka en su camiseta verde al visitar el Santiago Bernabéu en diciembre de 1981. Junto al Racing, Teka había mantenido su vinculación con Santander -donde tenía y aún mantiene una fábrica- a través del patrocinio de la Agrupación Deportiva Teka, equipo de balonmano que lograría salir Campeón de Europa en aquellos locos años noventa.

Ambos clubes tenían urgencias, y sus presidentes lo sabían. A pesar de contar con el dinero de las televisiones, ambos decidieron empezar la casa por los cimientos. Si Lorenzo Sanz eligió a Capello, campeón de todo con el Milan, Josep Lluís Núñez optó por el británico Bobby Robson. Y, con el banquillo resuelto, salieron a comprar lo mejor que podía pagar el dinero de las televisiones.

En 1996 no existía YouTube, pero Josep Lluis Núñez no dudó en pagar 3.000 millones de pesetas después de ver unos vídeos del brasileño del Santos Giovanni Silva. Aunque sin duda el fichaje estrella fue el brasileño Ronaldo, que había sido fichado con el clásico aval que daba ser delantero brasileño en el PSV Eindhoven. Vistas 25 años después, las imágenes de la presentación de Ronaldo, sin patrocinadores en la sala de prensa ni en la camiseta del Barça, resultan enternecedoras de puro amateur.

Entre los creadores de las camisetas de los clubes de Primera también había marcas improbables: la camiseta del Compostela la firmaba la gallega Zico. El Oviedo, la asturiana Joluvi. Al Hércules lo vestía la valenciana Rasan. La casaca del Racing la firmaba la cántabra Austral. Las cuatro marcas siguen existiendo, aunque parece improbable que puedan volver a lucir en la máxima categoría de nuestro fútbol.

Además, Nuñez descubrió que traer un portero guapo como Vitor Baía tenía un atractivo colateral, ya que la leyenda cuenta que ese verano aumentaron un 5% el número de mujeres socias del Barça. 

Lorenzo Sanz había minimizado riesgos, y se había hecho con dos de las grandes estrellas de la liga española, los delanteros Davor Suker y Pedja Mijatovic, y había traído a dos jóvenes del calcio llamados Seedorf y Roberto Carlos.

Para volver a reducir a 20 el número de clubes en Primera, la temporada 96-97 contó con cuatro plazas de descenso, más una de promoción. Esto hizo que la parte baja del campeonato fuese una de las más competidas de la historia de la competición. Nadie quería bajarse de La Liga de las Estrellas.

Será que nuestra vida ya no es diferente
Hacemos todo igual que el resto de la gente
— Lo echamos a suertes (Ella Baila Sola, 1996)

Los patrocinadores en aquel momento también eran una combinación de empresas de andar por casa con grandes multinacionales. El ejemplo perfecto era el vigente campeón, el Atlético de Madrid, que había cambiado el blanqueo de Marbella por el logotipo de la juguetera japonesa Bandai. Esta marca desconocida en nuestro país, estaba planeando el lanzamiento en España de un nuevo dispositivo que lo estaba petando en Japón: el Tamagotchi. La mascota virtual salió a la venta en España en mayo de 1997, y El Corte Inglés consiguió vender más de 30.000 unidades solo en la primera semana. Para entonces el Atlético ya se había despedido de repetir título de Liga.

En aquella España, muchos clubes eran gestionados como chiringuitos de sus respectivos dueños, que aprovechaban la visibilidad en medios de comunicación para promocionar sus otros negocios. Por ejemplo, el Zaragoza lucía el logotipo de Pikolín, y ambas entidades estaban dirigidas por Alfonso Soláns. El Espanyol lucía Dani, que además del nombre de su presidente (Daniel García Llibre) era el nombre de su empresa de conservas. 

El Rayo de Ruiz Mateos anunciaba Estepona. Años más tarde se demostraría que ni siquiera hubo contrato de patrocinio de por medio para disimular. Entonces, como hoy, sucedían cosas muy chungas en el club de Vallecas. En el Betis, Manuel Ruiz de Lopera no tenía reparos en manchar las rayas verdiblancas con logotipos de oscuras empresas de su propiedad, como Incecosa y Ocaroil.

El hoy desaparecido UD Extremadura, que logró convencer a sus vecinos portugueses para publicitar la Expo 98 de Lisboa en su primera temporada en la máxima categoría de nuestro fútbol. Cabe preguntarse cuántos visitantes logró la capital portuguesa gracias al club extremeño.

Sus vecinos sevillistas venían de promocionar Marbella la temporada anterior, pero La Liga de las Estrellas la empezaron con Camacho en el banquillo, un tal Marinakis en el campo, pero sin patrocinador. Sorprendentemente, a pesar del ridículo que hacía el equipo jornada tras jornada, lograron que la empresa de pinturas Eurotex se convirtiera en patrocinador del equipo en la segunda vuelta del campeonato. Mientras el Athletic todavía estaba a años de vender su alma a Petronor, la Real lucía con orgullo los colores de la empresa de suministros para el automóvil radicada en Guipúzcoa Krafft.

FEIRACO
El Valencia, subcampeón la temporada anterior, repetía con la norteamericana Ford, que entonces ya tenía funcionando su fábrica de Almussafes. Lo de lucir marcas de coches con fábrica local también lo hacía el Celta con Citroën. El Deportivo, en cambio, lucía el nombre de la cooperativa lechera gallega Feiraco. El Compostela, que por aquel entonces era el tercer club gallego en Primera, lucía el logotipo de la conservera gallega Escurís.

Las empresas locales eran la otra gran tendencia de patrocinio por aquel entonces, y lo han seguido siendo durante muchos años. El Racing de Santander se mantenía fiel a Caja Cantabria, el Valladolid lucía Caja España. Sporting y Oviedo lucían Caja Asturias, que había seguido una política de café para todos como años después haría BBVA al patrocinar a River y Boca. El Tenerife llevaba publicidad de turismo del gobierno canario.

El recién ascendido Hércules promocionaba “Jijona, la cuna del turrón”, pero la vuelta se le hizo demasiado dura y volvió a Segunda. El Logroñés de Rubén Sosa lucía La Rioja Calidad, aunque la calidad de su plantilla tampoco le alcanzó para salvar la categoría. El tercer descendido fue el hoy desaparecido UD Extremadura, que logró convencer a sus vecinos portugueses para publicitar la Expo 98 de Lisboa en su primera temporada en la máxima categoría de nuestro fútbol. Cabe preguntarse cuántos visitantes logró la capital portuguesa gracias al club extremeño.

El talismán de tu piel me chiva
Que ando descalza de esquina a esquina
— El talismán (Rosana, 1996)

La proliferación de marcas vinculadas a la Liga de las Estrellas fue mucho más allá de las camisetas de los 22 equipos participantes. Quizá una de las que más ruido hizo fue Nike, que hizo su entrada en el fútbol español haciéndose con los derechos del balón oficial de la competición. El icónico diseño blanco con el swoosh de Nike en negro supuso el punto y final a décadas de soporíferos balones Adidas. 

Aunque quizá la gran campanada entre las marcas deportivas la dio la toledana Joma, que en un mundo de botas negras y cordones absurdamente largos fue la primera en lanzar unas botas blancas para que las llevase su jugador franquicia, el entonces delantero del Betis y hoy estadio del Getafe Alfonso Pérez. Las Joma Alfonso fueron un éxito inmediato entre los chavales que iban de estrellita. No sería el único éxito comercial del delantero madrileño, que años después pasaría a ser la cara visible de una marca de crecepelo.

Entre los creadores de las camisetas de los clubes de Primera también había marcas improbables: la camiseta del Compostela la firmaba la gallega Zico. El Oviedo, la asturiana Joluvi. Al Hércules lo vestía la valenciana Rasan. La casaca del Racing la firmaba la cántabra Austral. Las cuatro marcas siguen existiendo, aunque parece improbable que puedan volver a lucir en la máxima categoría de nuestro fútbol.

Entre los creadores de las camisetas de los clubes de Primera también había marcas improbables: la camiseta del Compostela la firmaba la gallega Zico. El Oviedo, la asturiana Joluvi. Al Hércules lo vestía la valenciana Rasan. La casaca del Racing la firmaba la cántabra Austral. Las cuatro marcas siguen existiendo, aunque parece improbable que puedan volver a lucir en la máxima categoría de nuestro fútbol.

Acércate y ya verás
Que no sé como hacerlo peor
– So payaso (Extremoduro, 1996)

¿Cuál es el legado real de La Liga de las Estrellas? El reparto desigual de los derechos televisivos fragmentó la competición e hizo prácticamente imposible que los equipos de la segunda mitad de la tabla pudiesen competir con los grandes. 

A raíz de aquella temporada, el Real Madrid inició un senda que le condujo a dos Copas de Europa y a la profesionalización de la mano de Florentino Pérez. El Barcelona, en cambio, perdió a Ronaldo, lo fió todo a Van Gaal y acabó con Joan Gaspart de presidente. 

«Hemos firmado la paz del fútbol y eso significa que a partir de ahora en España habrá muchos más españoles que van a ver el fútbol mejor que nunca y van a disfrutar porque habrá fútbol para todo el mundo». La frase es de Jesús de Polanco.

Se suele denunciar el desequilibrio entre Real Madrid, Barcelona y los demás, pero la realidad es que, mirando los 22 equipos que disputaron aquella Liga de las Estrellas, a la mitad les ha ido relativamente bien y a la otra mitad, no. De hecho, la mitad de los clubes están disputando LaLiga 21-22

A algunos clubes -Oviedo, Compostela, Racing, Hércules- los años de champagne les deparó una resaca que aún arrastran. Unos que en aquel momento eran grandes -Sevilla, Betis, Atleti- acabaron descendiendo en los siguientes tres años y volvieron más fuertes. Otros -Valladolid, Zaragoza, Tenerife- llevan más o menos temporadas en Segunda. Y dos de los descendidos esa temporada, Extremadura y Logroñés, acabaron desapareciendo.

En cualquier caso la realidad es que, en aquel momento, el fútbol español no estaba gestionado de manera profesional, y los dirigentes de los clubes no supieron cómo invertir el dinero de la tele y se lo acabaron fundiendo en fichajes más o menos improbables (y sus correspondientes comisiones). 

Hoy, un cuarto de siglo más tarde, LaLiga se enfrenta a un contexto similar con el proyecto LaLiga Impulso y la lluvia de millones de CVC. El fondo de inversión y los dirigentes de LaLiga han tratado de evitar un nuevo despilfarro poniendo condiciones a la inversión de los millones. El gasto en fichajes, por ejemplo, está limitado por contrato a apenas un 15% del capital total. 

¿Conseguirá aprovechar el fútbol español esta segunda oportunidad? No despreciemos la capacidad del ser humano de repetir los errores del pasado. Al fin y al cabo hoy, igual que en 1996, la gente se sigue manifestando en la sede del PP. •