Julio Ocampo.- El ingeniero Gianfilippo Riontino abre las puertas de su casa en Vicenza para mostrar el mayor archivo de literatura deportiva. La charla con el coleccionista total termina con una advertencia propia: “En internet existe mucho menos material respecto a lo que pueda tener un verdadero coleccionista. Del fútbol jugado, por ejemplo, sólo está el 20%. Además, el abuso de la red convierte el estereotipo en algo verídico”, espeta vehementemente.
Cita ejemplos el artista: la Alemania Occidental -dopada- del Milagro de Berna o la Inglaterra humillada del Mundial 50, cuando cayó ante Estados Unidos y la España de Zarra. Lejos de la aparente realidad, y gracias a sus crónicas de la época recogidas en periódicos y revistas, se desgrana que ese bloque germánico era sólido y fortísimo, el único capaz de hacer frente a una Hungría que llegó extasiada a la final. También pone en cuarentena, con fuentes fidedignas, el concepto de agravio de la prensa hacia los ingleses. Y es que aporta la única página que le dedicó a la selección la revista deportiva más importante de Gran Bretaña, donde se ve que al país bien poco le importaba la cita mundialista de Brasil, que terminó con el Maracanazo de Uruguay.
ENTRADAS» Colección de entradas de Riontino.
El repertorio de Riontino, como ‘El Libro de arena’ de Borges, no tiene un inicio ni un final. Cual orfebre, cual relojero suizo, cuida con mucho celo sus obras: cientos de cintas VHS con partidos de fútbol, las primeras ediciones de La Gazzetta dello Sport (fundado en 1896), crónicas de Puskas con su selección o el Madrid, el Bayern Munich-Leeds (1975) contado por la prensa alemana y la carta del menú del Celtic en su centenario (1988-98) firmado por todos los futbolistas. Son estos algunos de los manjares con olor a naftalina en su poder. “Comencé en 1979, cuando sólo tenía siete años. Estaba en casa de mis abuelos, y se leía La Gazzetta dello Sport. Después me acerqué a los cromos, a revistas ilustres como Guerin Sportivo (1912). Fue en los ochenta cuando inicié a intercambiar material con otros colegas en el extranjero. A grabar todo…”, explica mientras termina de apilar libros en la última estantería. *
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