95 años después, un joven muere en la grada

Dos menores en las gradas del fútbol argentino separados por 95 años. Dos víctimas de la violencia. La primera en Buenos Aires en 1922, la última en Córdoba el pasado abril. Van 319 víctimas de la barbarie.

Texto Ignacio Fusco | Fotografía Agencias.- El domingo 30 de julio de 1922, un menor de edad se cayó de una tribuna que un grupo de hombres había improvisado  sobre una chata, un carro de cuatro ruedas. Sucedió en Buenos Aires. Se golpeó, se fracturó un brazo: un día después, se murió. El sábado 15 de abril de 2017, un menor de edad se cayó de una tribuna después de que un grupo de hombres lo tirara, lo empujara. Sucedió en Córdoba. Se golpeó, se fracturó el cráneo: dos días después, se murió. El fútbol argentino será Messi y será Di Stéfano, será River y Boca, será Menotti, Maradona, pero es, ante todo, una sensación: un agujero negro, una caída que no termina. Una caída sin grito, porque el ahogo es más poderoso, encima. Una muerte a la que es imposible frenar.

Y ya pasaron 95 años y 319 muertos desde la primera, aquélla en la que un menor de edad se puso de puntillas para ver qué pasaba en la cancha. Y lo que pasaba en la cancha era que la selección vasca goleaba 4-0 a un combinado del Interior del país. Antes de que la selección vasca se pusiera en 1937 al servicio de la República y viajara por Europa para que se conociera el horror de la Guerra Civil, hubo una primera gira –la primera de todas– por Argentina, Uruguay y Brasil. Como siempre, la historia empieza en un nombre: el empresario Mariano Hermoso, en este caso puntual. Después, la historia terminará con un 0-4 ante Uruguay en Montevideo, una deuda en un hotel y una denuncia del empresario a la selección que él mismo había contratado, pero ya llegaremos allá. Ahora estamos en 1920, España acaba de ganar la medalla de plata en los Juegos
Olímpicos de Amberes y tiene 12 vascos en su plantilla: Arabolaza, Arrate, Belauste, Bilbao, Acedo, Equiazábal, Pichichi, Pagaza, Vallana, Sesúmaga, Izaguirre y Eizaguirre. Hay gente que tiene la virtud de adelantarse al futuro y mientras el Real Madrid viajó a Argentina en 1927 y el Barcelona en 1928, Hermoso entendió que sería un gran negocio armar una selección vasca para hacerlo en 1922. Con empresarios argentinos “formaron un combinado para realizar una gira que sirviese de lucro tanto para los empresarios como para los propios jugadores”, según Joseba Gotzon, autor del libro 100 años. Selección vasca de fútbol, 1915-2015: “Pero aquel viaje fue un fracaso”.

El Cap Polonio era un hermoso trasatlántico de 21.000 toneladas, una ciudad que peregrinaba en el océano: jardines, piscinas, restaurante, bares, glamour. En él viajó el plantel durante más de dos semanas; más de 14 días que pueden contarse, en este caso, con sólo tres palabras: “Había barra libre”. El volante José María Belauste, que no había viajado en el transatlántico, contó que antes de zarpar había 1.000 litros de cerveza en la bodega, y que de repente, todavía lejos de Buenos Aires, ya no hubo más. “Por falta de una persona que velase por los jugadores e impusiese su autoridad en el buque –desveló el volante del Ahtletic– hubo jugadores que en los contados días de la travesía engordaron de 4 a 5 kilos, algunos de 8 a 9, y uno de ellos, Olaizola si mal no recuerdo, llevó a tierras americanas un suplemento de 12 kilogramos de peso adquiridos durante la corta travesía”. Belauste subrayó también la falta de “una persona directora”, “un jefe técnico”, labores que por lo visto no ejercía el entrenador inglés Martin Harris, técnico del subcampeón español, el Real Unión de Irún, y que –ríe Gotzon– “tenía afición a beber y a fumar puros”. Un genio publicitario argentino decidió imprimir en los sobrecitos del hipódromo y algunos restaurantes: “Pronto vendrán los vascos”. Y los vascos llegaron, o sus dobles obesos. Una selección argentina que se llamó Porteños recibió el 16 de julio de 1922 a unos vascos que cayeron en desgracia: 4 a 0 ganó el equipo local, en la cancha de Sportivo Barracas. A la semana volvieron a jugar contra Porteños (1 a 1) y siete días después, el domingo 30 de julio de 1922, sucedió la primera caída. La primera caída argentina, en todos los aspectos y fundamentalmente en el más literal.

*texto completo en nuestro número 21.