Albertini: «Cuando entrené con Messi llamé a Italia para decir que ahí estaba el nuevo Maradona»

Fue entrenado por Sacchi, Capello o Ancelotti. Compartió vestuario con el gran Milan de los 90, Pirlo, Totti hasta llegar a Fernando Torres y Messi. Hoy es un pozo sin fondo de experiencia y anécdotas.

Julio Ocampo.- Marca, de forma pausada y mesurada, el tiempo de las respuestas. Algo así como hacía con el cuero cuando estaba en el centro del campo. Demetrio Albertini (Besana in Brianza, 1971) nos recibe en Forte dei Marmi sentado en una terraza junto al mar Tirreno. Ese pequeño enclave toscano lo puso de moda la familia Agnelli hace poco menos de un siglo, cuando eligió la Villa Costanza (hoy Hotel Augustus) como residencia veraniega. Hoy es un destino vip, aunque también se ha erigido como hogar para rusos y ucranios que escapan de la guerra. 

Exiliados, conviven pacíficamente en esta utopía consumada que elige Il Metronomo para hablar de Italia y su Milan, aunque también el Atlético de Luis Aragonés y un Barça que le cautivó en pocos meses. “Rijkaard me hizo un regalo. Fui a Barcelona sin saber lo que cobraría. Habría ido gratis”. 

Tú comenzaste a jugar a fútbol en el oratorio. Eso hoy día es impensable.
Sí, en la parroquia de mi pueblo. Era un campo de fútbol siete. Fue un periodo maravilloso. Recuerdo que cuando estaba cerrado saltábamos la valla para ir a jugar. Lo hacía incluso solo para tirar contra la pared. Es un lugar que me enseñó muchísimo, quizás algunos valores que tengo ahora. Lo primero: respeto por lo poco que tenías, que sin embargo te divertía. 

Esta ausencia de espontaneidad, de atmósfera popular, incide negativamente en el desarrollo del futbolista.
No creo que sea algo negativo, pero sin duda no supone ese plus que nos daba en mis tiempos. Ha cambiado la sociedad, las exigencias, pero no necesariamente han empeorado. Hoy existe en Italia la Scuola Calcio, un término que no es bonito porque el niño escucha la palabra escuela. El oratorio te llegaba directamente, incentivaba tu pasión

Considero a Pirlo uno de los cinco mejores de la historia italiana. Cuando era joven, siempre estuve con él aconsejándole

Debutas en Serie A con 17 años gracias a Sacchi. ¿Qué personaje era Arrigo?
Fue el primer gran entrenador que tuve. Me cogió de la cantera del Milan (1988) y me hizo debutar en enero del 99 en un partido de liga. Sacchi me transformó: de futbolista a jugador de fútbol. Es decir, me enseñó a pensar. Sacchi es, quizás, el inventor del fútbol moderno. Fue un precursor, sin duda. Hubo un antes y un después tras él. Creo que éste es su gran capítulo en el fútbol. Yo no viví lo que había antes de él, pero sí el después. Ha sido un revolucionario. Esto sí puedo afirmarlo.

Hay futbolistas que no acabaron muy bien con él. Baggio o Van Basten, a quien conociste muy bien. El holandés le atacó en su autobiografía. Criticó sus excesivas obsesiones, en ocasiones estresantes, angustiantes. ¿Es cierto que os despertaba de madrugada en el hotel para repasar la táctica?
Lo entenderás cuando te lo resuma en una frase, y que conste que no lo he dicho nunca así que tienes la exclusiva: cuando yo era vicepresidente de la Federación italiana de Fútbol estaba al mando de todas las escuadras nacionales. A la primera persona que llamé fue a Sacchi, y le dije que ya no lo quería como entrenador, aunque sí pensaba que era imprescindible para el fútbol italiano y su desarrollo. Le pedí que, por favor, viniera a echarme una mano. Tenerle como míster fue asfixiante, porque sus inseguridades nos las transmitía en los entrenamientos. No es óbice para que nos ayudara a descubrir cosas que teníamos y no sabíamos. Esa fue su fuerza. Su tremenda contradicción y lucha mental. 

«La gesta de Luis Aragonés fue inocular la mentalidad humilde de los colchoneros a varios gallos condenados a vivir en un mismo corral que, juntos, carecían de ese gen ganador que les dio»

¿Su fuerza era su inseguridad?
Sí, porque dudaba de todo. También te digo que era un humilde falso, algo que no es del todo malo. Hablaba de su humildad, pero después nos convencía de sus creencias fanáticamente. El tiempo le dio la razón. Creía algo antes que nadie, y necesitaba convencernos de eso. Nos transmitió su pensamiento. Era un genio. Sus inseguridades hacían que se comportara así, y gracias a todo esto ganábamos los títulos. Puede parecer contraproducente o negativo, pero en este caso es una de las pocas veces que no. 

Le pasó factura eso. Fueron constantes sus crisis de ansiedad y ataques de pánico.
Sí, claro. Él decía que sólo media hora al día no pensaba en su trabajo. Si te fijas bien, ha entrenado muy pocos años al máximo nivel. Sí es cierto que se curtió mucho antes de arribar al Milan (15 años entre Parma, Rimini o categorías inferiores de otros clubes), pero cuando llegó allí ganó todo en poquísimo tiempo. Una y otra vez. Después la Nazionale, donde cambia el estatus pensante y deportivo de la Federación… Pero no entrena más de diez años en la élite, y quizás tuvo mucho que ver esta dificultad para gestionar sus emociones. Creo que cuando lo dejó estaba exhausto. 

Te marchaste un año a Padova cedido para luego volver con Fabio Capello.
No dejo a Sacchi y luego me encuentro con Capello así, sin más. Ambos me eligieron porque querían contar conmigo. Es diferente. Fabio viene a verme a Padova para llevarme al Milan, pese a que mi entrenador allí le dice que todavía es pronto, que soy demasiado joven. Tuvo mucho valor Capello. Sabe manejar un vestuario, y siempre suele contar con un par de jóvenes de la casa a quienes da responsabilidad. Tenía 19 años y me llevó para jugar como titular en un equipo lleno de estrellas. Eso denotaba valentía y seguridad en sí mismo. 

«El Barça no sabe sufrir. Históricamente la selección española tampoco. Siempre tuvo fueras de serie, y aunque es verdad que en ocho años ganó todo se detuvo ahí»

Algo así como hizo Cruyff con Guardiola.
Mira yo me siento barcelonista. Tengo mucho cariño a esos colores, a la directiva, al club en general. Me siento uno de ellos, y qué decir de Pep. Hemos tenido una carrera paralela con nuestros equipos hasta encontrarnos en la final de Atenas 94. Éramos dos medios centro jóvenes que llevábamos la manija de dos clubes extraordinarios en aquel momento.