'Ángeles con caras sucias', por Javier Aznar

Me acuerdo de Jonatan jugando al fútbol como un ángel con la cara sucia. Me acuerdo de sus controles. De su liderazgo picajoso. Y de su manera de conducir el balón, como si llevara en la zurda el stick de un jugador de hockey hielo.

Javier Aznar.- El noir sigue siendo uno de mis géneros de cine preferidos. Su manera de contar historias llenas de personajes desesperados, finales infelices, malas decisiones, almas corruptas y detectives cínicos con zapatos de suela de goma me parece muchas veces una aproximación más cercana a la vida real que cualquier documental o película “basada en hechos reales”. 

Hay un noir de Michael Curtiz, director de ‘Casablanca’, en el que he estado pensando durante estos últimos días. Se llama ‘Ángeles con caras sucias’. Los protagonistas son Rocky y Jerry, dos niños que crecen siendo amigos en un barrio de Nueva York y luego toman caminos muy diferentes en sus vidas a partir de un suceso que les ocurre en un tren. Jerry termina haciéndose sacerdote y Rocky se convierte en alguien que vive prácticamente al margen de la ley, siempre metido en líos. Los dos parten del mismo punto y acaban en lugares muy distintos, aunque el destino vuelva a cruzar sus trayectorias.

Pienso en Rocky y Jerry. Pienso en Jonatan e Iniesta. Dos caras de una misma moneda. Aviones con trayectorias distintas 

Porque antes que Ronaldo, antes que Figo, antes que Ronaldinho, antes que Beckham, antes que Cristiano, antes que Messi, antes que cualquiera, incluso antes que el propio Iniesta, para mí estuvo Jonatan Valle.

Rebobinemos. Porque antes que Ronaldo, antes que Figo, antes que Ronaldinho, antes que Beckham, antes que Cristiano, antes que Messi, antes que cualquiera, incluso antes que el propio Iniesta, para mí estuvo Jonatan Valle. Ese chico menudo, rapado que deslumbró a todo un país con el Racing en aquel torneo de Brunete en el que también se dio a conocer ese habilidoso niño del Albacete llamado Andrés Iniesta. Los dos, tan diferentes entre ellos, fueron las estrellas de un campeonato infantil que no sabemos todavía demasiado bien cómo ni por qué nos marcó tanto a toda una generación. Insolente, atrevido y con las medias caídas, Jonatan se convirtió enseguida en un cheque en blanco de ilusiones. Por su descaro, por su entusiasmo. Era un mico y ya había salido dando entrevistas a pie de campo con naturalidad, recibiendo elogios en Canal+ como el próximo gran jugador que se cernía sobre nosotros. Su éxito, como su talento, parecía inevitable, innegable. *

*Lee este artículo completo en la edición 51 de Líbero. Disponible aquí.

ILUSTRACIÓN» Obra de Jesús Sotés, edición 51 de Líbero.