«La final de Milán fue un desastre táctico, y “la lotería de los penaltis” que de lotería no tiene nada»

No hay nada de Arturo Valls en Arturo Valls (1975, Valencia). Nada de la risa histriónica ni de la mueca fácil. Un hombre calmado, con barba de varios días que ha trasladado a su hijo la afición valencianista. 

Texto Guillermo Ortiz | Fotografía Lino Escurís.- Arturo Valls es el tipo que ha ganado todos los concursos de popularidad casi sin presentarse. Como el que acumula becas para gastárselas en el casino, en su propio casino, con sus propias fichas y sus propias trampas. Él reivindica la figura del “showman” en el sentido más amplio del término: el tipo que puede presentar un concurso en una cadena generalista, ser la imagen de un producto comercial... y a la vez protagonizar películas independientes o sketches de Venga Monjas y Muchachada Nui. En su huida de los extremos, de los prejuicios, Arturo ha elegido no ser del Barcelona ni del Real Madrid, sino del Valencia. Ni siquiera lo ha elegido, le ha venido dado por su lugar de nacimiento y por su padre, acérrimo valencianista de la línea dura. En cualquier caso, le sienta bien. Encaja. Como todo.

Por una cuestión de edad, entiendo que tus primeros recuerdos futboleros tendrán que ver con el Luis Casanova y aquel descenso del año 1986, ¿es así? 
Antes de empezar, te advierto de que soy terrible con la memoria. Maldini y yo somos mundos opuestos (risas). No recuerdo una especial sensación de “bajón.”. Vaya por delante que soy un aficionado al que el luto le dura muy poco aunque las alegrías las disfruto muchísimo, más cuando eres del Valencia y te toca vivirlas en la capital... También te digo que igual que no soy un aficionado de los de dejar de cenar si pierde mi equipo, sí que era capaz de pedirle al conductor de aquellos AutoRes que iban de Madrid a Valencia que por favor pusiera un partido o cambiar una cita con alguien o inventarme una reunión para poder ver una eliminatoria de Champions...

¿Qué era el Valencia para un niño de 11, 12 años como tú?
Pues lo primero que se me viene a la cabeza son olores: olor a Farias, a regaliz, a la clásica almohadilla que tirabas al campo... Futbolísticamente, mi primer Valencia fue el de Arias, Roberto, Castellanos, Carrete, Fernando... Mi jugador favorito era Arroyo, que quizá era el más estético, el más “jugón”.

Demos un salto en el tiempo y vayamos a la época de Hiddink, que ya te pilla casi de adolescente...
¡Con Lubo Penev, maravilloso! Poco después, empecé a estudiar Periodismo y la primera práctica que hice fue de deporte, haciendo “banda”, con las reacciones del banquillo; te hablo de la etapa de Luis Aragonés, que era un tío que te echaba unas miradas que te intimidaba. Me preguntaban “¿Cómo ha reaccionado Luis al gol de...?” y yo siempre decía “Bien, bien, ha reaccionado bien” para no meterme en líos (risas).

Todo el mundo tiene su anécdota con Luis Aragonés, ¿cuál es la tuya?
Pues a ver, yo estaba en Radio Deportiva, en la 97.7 (de eso sí se acuerda perfectamente) y tenía que cubrir hasta los entrenamientos. Una vez, en una concentración en el Sidi Saler, ya por la noche, intenté cazarlo para entrevistarlo, me miró de arriba abajo y dijo: “AHORA NO”, un poco a lo Fernando Fernán-Gómez. No volví a intentarlo.

¿Por qué elegiste Periodismo y por qué no quisiste terminar la carrera?
En realidad, mi vocación siempre fue el periodismo deportivo. Cuenta la leyenda –es decir, mi madre- que yo comentaba de pequeño los partidos de mis primos, que cogía un palo y una naranja para hacer de micrófono y contaba lo que estaban haciendo. También me crié con el soniquete de la radio, del Carrusel Deportivo. Lo que pasa es que en cuanto empiezo la carrera me llama una tele local para hacer reportajes de sociedad, en plan estrenos y tal, lo que hubiera mínimamente cultural en Valencia, y ahí me ve Tonino, que ya estaba en el Caiga Quien Caiga y me propone para el programa. Tenía 20 o 21 cuando llegué a Madrid, así que ya olvídate de la carrera y de estudiar, claro.

¿Cómo fue la llegada a CQC, un programa de culto por entonces y hasta qué punto te cambió la vida?
Pues para mí era el formato perfecto porque combinaba la actualidad y el humor... y además hacíamos deporte. Yo he llegado a cubrir All-Stars, la despedida de Jordan, finales de Champions como la final de París, la del Madrid-Valencia. Esa fue muy buena: intenté desconectar el modo aficionado para poder ser objetivo, ganó el Madrid, conseguí colarme en el campo, le tiré las gafas a Raúl y el tío se las puso. Para mí fue la hostia, imagínate. Toda mi familia estaba hecha polvo por el partido y yo eufórico: “¡Le he puesto las gafas a Raúl!” Y mis primos en plan: “¿A Raúl? ¡Haberle escupido! (risas).

¿Llegaste a hacer amistad con jugadores?
Pues no... Me he llevado siempre bien con ellos, con jefes de prensa y tal, pero en plan amigos, no. Es muy gracioso, porque cuando vienen a Madrid siempre bajo al vestuario para que Martín (su hijo) se haga fotos con los jugadores y a veces pasa que alguno se quiere hacer una foto conmigo. Me pasó con Dani Parejo hace poco.

Eran los tiempos de la primera legislatura de Aznar, que más o menos intentaba ir de buen rollo, ¿cuándo os disteis cuenta de que ese buen rollo se había acabado?
Es que incluso el mal rollo lo vivíamos como un regalo... Cuanto más tenso era todo o más dura la mirada de Aznar cuando te acercabas con el micrófono del CQC, más audiencia tenías. Es triste pero es así: cuando ha gobernado el PSOE, el programa no ha funcionado. Las reacciones de José María eran tremendas...

¿Qué reportaje o entrevista recuerdas con mayor tensión?
Pues a mí hubo una en la que Aznar me retiró la mano. Estaba repartiendo apretones a todo el mundo en plan preelectoral y cuando me vio el micrófono quitó la mano. Aquello fue un exitazo de audiencia.

En esos años del Caiga Quien Caiga, el Madrid de Wyoming gana tres Champions (1998, 2000 y 2002), pero el Valencia llega a dos finales (2000, 2001), ¿se valoró en su momento el trabajo de Cúper aunque perdiera ambas?
Buf, es que la reacción de Cúper ante el gol de Mendieta en Milán fue terrible, cómo renunció por completo al fútbol para mantener el 1-0 a cualquier precio... De ese día, me fastidió muchísimo la falta de efusividad de los alemanes, porque ganaron y estaban como si nada, en plan “bueno, nos vamos a tomar una cerveza”. ¡Cabrones, para eso hubiéramos ganado nosotros, que habríamos montado ahí, yo qué sé, las Fallas!

¿También te tocó trabajar en esa final?
No, fui de aficionado. Tirando tracas en la Plaza del Duomo. Mucha pólvora y mucho ruido. Todo muy valenciano (risas). La verdad es que no fue nada fácil llegar a esas dos finales, ahora nos damos cuenta. La gente le dice a los del Atleti “No os preocupéis, que tendréis más oportunidades”, y eso no está nada claro. En París, por ejemplo, veías calentar a los dos equipos y ya se notaba que el Madrid iba a ganar; incluso en el calentamiento parecían más guapos, más chulos, más experimentados... La de Milán fue un desastre táctico, aparte de lo que llaman “la lotería de los penaltis” que de lotería no tiene nada

La afición del Valencia tiene fama de muy exigente...
Sabía que esta pregunta iba a caer (risas). A ver, es una afición que se ha venido arriba en cuanto a resultados y en cuanto a presupuesto. Si tienes el tercer o el cuarto presupuesto de la liga, tienes que exigir, y no me parece mal. Otra cosa es que igual no se valore todo lo que se ha hecho. Sé que desde fuera se ve así y es verdad que desde dentro tampoco te creas que hay mucha autocrítica. Yo a veces me meto con el equipo porque juega mal y algunos no me contestan demasiado bien. Me pasa con mi padre, por ejemplo, que cuando le digo algo malo del Valencia, empieza “claro, eso es porque vives en Madrid y los de la meseta te están intoxicando”. Creo que eso es un extremo pero también creo que hay mucho de etiqueta contra la afición de Valencia; yo, desde dentro, tampoco lo veo tan exagerado.

Me pasa con mi padre, por ejemplo, que cuando le digo algo malo del Valencia, empieza “claro, eso es porque vives en Madrid y los de la meseta te están intoxicando

Fue irse Cúper y liarse Benítez a ganar títulos y Copas de la UEFA. ¿Cómo viviste tú esos años de vino y rosas?
Pues es que yo siempre he sido muy poco resultadista. Yo quiero que me emocionen, no todo ese rollo de “vaya bloque tenemos”. A mí me gustaba Aimar, que igual no hacía nada en todo el partido pero daba un taconazo y te acordabas toda la semana. Fíjate si me gustaba que me estoy acordando ahora de una cosa que hicimos en Buenos Aires porque Maradona se despedía o le hacían un homenaje o no sé bien el qué y me quise comprar una camiseta de River en La Bombonera. Me la vendieron como si me estuvieran vendiendo un kilo de coca. Fue en plan “te la vendemos pero corre y escóndela”.

Con menos de 30 años, CQC baja la persiana, ¿qué te propones hacer en ese momento?
Ya me había picado el gusanillo del espectáculo y eso es difícil quitárselo. Yo nunca había ido a una escuela de interpretación, pero por instinto se me daba bien... aunque, si te fijas, el periodista deportivo también es un personaje en sí mismo, ¡nadie habla así en la vida real! No sé, yo no voy nunca con un proyecto claro a largo plazo, en plan “quiero ser esto”, sino que siempre me alegro de lo que me van ofreciendo. Tenía claro que el periodismo en plan investigación no me atraía, me interesaba más el punto “magazine” y los de El Terrat me ofrecieron presentar un programa de zapping para autonómicas y ahí podía hacer imitaciones. Entonces ya volví a Telecinco y todo salió rodado..

También colaboraste con “los chanantes” en Muchachada Nui y Museo Coconut, ¿de dónde te viene esa amistad con ellos? No es nada fácil entrar en ese grupo...
Pues del Camera Café, donde conocí a Joaquín Reyes. Me decía: “Eres mi espejo”, por la carrera, por cómo los dos empezamos en una cosa y acabamos en cualquier otra, aunque representemos tipos de humor completamente diferentes. Tanto Joaquín como Ernesto Sevilla son gente sin prejuicios, de hecho Ernesto fue el que me llamó para “Coconut”. No son gente que diferencie el mainstream de lo underground. Yo vengo de la tele más comercial pero los que me molaban de chaval eran Faemino y Cansado, Pedro Reyes... Siempre he tenido un punto muy absurdo. Yo no rechazo lo que hago, ni la audiencia que tengo, bienvenido sea, pero igual luego mis gustos van por otro lado. Ellos vieron ese lado y les gustó. Para mí, el máximo privilegio es la combinación de registros, poder hacer Museo Coconut y Splash o Ahora caigo o que te llame Raúl Cimas para hacer un “low-cost” o Venga Monjas para hacer un sketch...

‘Camera café’ es un antes y un después en tu carrera, no sé si estás de acuerdo con eso...
Totalmente. Yo estaba haciendo el CQC con Manel y tenía contrato de cadena, así que surge el otro formato y alguien dice “oye, tenemos a Arturo en plantilla, ¿por qué no le llamamos?” Luis Guridi, el director, pensó que le estaban colando al presentador de la tele y no le hizo ninguna gracia, él me lo ha dicho varias veces. Luis era un tío con las ideas muy claras, de hecho cuando les presentó el primer cásting de “Camera” a los de Telecinco, su respuesta fue: “¿Estos? ¡Pero si son todos feos!” (risas). El caso es que crearon el personaje del comercial Jesús Quesada y ya todo el mundo lo identificó conmigo. Los guiones de Pepón Montero y Juanito Maidagán eran brutales.

Para mí esa fue la verdadera escuela de interpretación. Trabajar con Luis Varela... eso fue tremendo. Él me decía: “¿Sabes lo que me gusta de verdad de la interpretación? Acabar y tomarme un gin-tonic”. Le quitaba mucho hierro a todo, nada de métodos ni de introspecciones. En eso era como Wyoming, que siempre decía: “Esto tiene la importancia que tiene”, porque, claro, cuando empecé a trabajar con él, yo tenía 22 años, ganaba pasta, el programa era conocido y cuando ibas a las discotecas todo el mundo te decía algo... He tenido muy buenos profesores en ese sentido. También Pablo Carbonell, que me acogió como a un hermano pequeño y me llamaba para que fuera a su casa a enseñarme sus vídeos con Esperanza Aguirre o tocarme alguna canción nueva... 

Volviendo al fútbol... el Nuevo Mestalla aún a medio construir...
Sí, forma parte del arrase del PP en Valencia. Casi prefieres no seguirlo, tiras la toalla. Las medias inversiones, los amigos, la corrupción...el Nuevo Mestalla aún a medio construir... Sí, forma parte del arrase del PP en Valencia. Casi prefieres no seguirlo, tiras la toalla. Las medias inversiones, los amigos, la corrupción...

Las medias inversiones, los amigos, la corrupción...el Nuevo Mestalla aún a medio construir... Sí, forma parte del arrase del PP en Valencia

Siempre pedimos un once inicial a nuestros invitados y en tu caso va a ser de “showmans”, al estilo estadounidense, que abarque desde el presentador de televisión al monologuista de club.
A ver, de portero, Leo Harlem, porque no para de hablar, seguro que estaría ahí organizando la barrera y tal. Además, tiene mucha personalidad. Defensa chanante de cinco con Areces, Cimas, Sevilla, Julián López y Joaquín de líbero; en el medio campo, Javi Cansado sería un fijo, como cerebro organizador, repartiendo el juego. Al lado, Jimmy Fallon, que es un tío espectacular, no me importaría nada acabar haciendo un late night como el suyo, porque es un tipo que canta, que se pone una peluca, que luego te entrevista a un actor... De extremo, Natasha Leguero, que sale en Saturday Night Live y en Another Period, y de delanteros, Wyoming, por supuesto, y Faemino, así tipo Salinas, desgarbado pero más ágil de lo que parece.

¿Y cómo entrenador?
Pues Fernando Esteso. La Ramona Pechugona, sí señor. Es un tipo que necesita un Tarantino que lo revitalice (risas). •