Fotografía: Carlos Pérez de Rozas.
*Texto Emilio Pérez de Rozas.- Seguro que en su retina tienen un gol. ¡Menudos son ustedes! Perdón, "el gol". O mejor, "su" gol. Ese gol que, siempre tan futboleros y sobre todo tan parlanchines, magnifican en sus 'cafés Gijón' del lunes. Su gol, claro, es el mejor –o no. No tanto por el esfuerzo, sino porque llegó en tal momento, significó aquello, lo marcó fulanito, trajo tal título, tal derrota, o el fin de una era. Es posible, claro, que entre el puñado de goles que escogeríamos todos, que serían muchos, estarían, cómo no, los goles de todos nosotros. Los Pérez de Rozas también tenemos nuestro gol. Muchos dirán que es "el gol". Nosotros decimos que es "el nuestro". Les cuento. Somos una familia de fotoperiodistas, que empezó con el abuelo Carlos.
En casa se fotografiaba de todo y todas las fotografías se firmaban, única y exclusivamente, "Pérez de Rozas", las hiciese José Luis, Carlos, Manolo, Kike, Julio, Rafael, Carlos o Emilio. Todas eran "Pérez de Rozas". Invierno de 1960. El Barça se juega con el Real Madrid los octavos de final de la VI Copa de Europa. La expectación era tan increíble que cuarenta fotoperiodistas se habían acreditado para aquel partidazo. Los blancos habían ganado las cinco ediciones anteriores del torneo y venían con un empate a dos del Bernabéu.
Minuto 82. Kubala va a lanzar un córner. Olivella sube. "¡Laszi, Laszi, Laszi! ¡Pásamela!". Kubala se la da suavemente. "Me llega el cuero y chuto. Chuto a puerta y sale un pase", cuenta el defensa. Ese centro-chut pasó a la historia porque lo rescató un brasileño llamado Evaristo con el cabezazo más importante del barcelonismo. Un planeo magistral. La imagen del gol, congelada en un instante decisivo, como decía el maestro Henri Cartier-Bresson, es maravillosa. El portero madridista Vicente no llega, no llega, no llega... Con ese testarazo, el Barça conseguía eliminar al Real Madrid (2 a 1) por primera vez de la magna competición. La alegría fue inmensa entre los más de 90.000 espectadores que llenaban el Camp Nou. La belleza de la jugada se aprecia bien en la fotografía. Materializa todo lo que para locos como ustedes y nosotros significa el fútbol: el enfrentamiento de estilos, la alta competición, la herida en el 'Titanic' blanco de la época, el 'sí podemos' del Barça. Evaristo siempre recuerda: "Es un gol que no pude hacer nunca más. La manera cómo me vino la pelota, cómo bajó y el remate de cabeza son muy difíciles de repetir".
La belleza de la jugada se aprecia bien en la fotografía. Materializa todo lo que para locos como ustedes y nosotros significa el fútbol: el enfrentamiento de estilos, la alta competición, la herida en el 'Titanic' blanco de la época, el 'sí podemos' del Barça.
Es "nuestro" gol. Cuatro Pérez de Rozas, uno en cada palo, como siempre, cubrieron el apasionante partido. También como siempre, la Leica pegada al corazón con su miniteleobjetivo de 135 mm y el Plus-X de Kodak forzado a la máxima sensibilidad. Era casi, casi, como hacer vídeo del partido. Si había gol, caía. Ni que decir tiene que la imagen siguiente era, irremediablemente, guiñarle el ojo al hermano, al papá o al tío que tenías al otro lado de la red para confirmar: "¡La tengo!". Ese día, Carlos, nuestro padre, estaba justo al lado del palo de la portería que defendía Vicente. Con las cámaras de aquellos años hizo el milagro de captar esa escena deportiva fantástica. Su fotografía, firmada –como siempre– sólo con el apellido Pérez de Rozas, fue distribuída por la Agencia Efe y dio la vuelta al mundo.
Esa foto era un gol que no podía ser más bonito ni más trascendental. Eran tiempos de las fotografías en papel. Copias que los Pérez de Rozas exponían a primera hora de los lunes en los escaparates de tiendas tan populares en Barcelona como "Casa Vilardell", "Verdeluz" o en el escaparate del diario "La Vanguardia", en la céntrica calle Pelai, que une la plaza Universitat con la plaza Catalunya. Lo curioso de la vida es que el negativo desapareció. La foto se recuperó gracias a una copia en papel de las que veían los ciudadanos de a pie cuando paseaban por la ciudad. Papá contaba que tú podías ir al fútbol a ver fútbol o a retratar el fútbol, pero que, como fotoperiodista, sólo había una manera de verlo, y era a través del visor de su Leica. Y aquella noche vio volar, paralelos al suelo, en un ballet inigualable –a él que tanto le apasionaban las noches de ballet del Liceu– a dos tipos fornidos a los que jamás, jamás, se le habría ocurrido comparar con sus admirados Rudolf Nureyev y Margot Fonteyn. Si tú no ves el fútbol por ese cuadradito en el que apenas cabe tu pupila, es imposible que se cuele Evaristo, ese goleador brasileño que aquella noche convirtió su vuelo rasante en "la foto". La foto de los Pérez de Rozas.