Bob Marley, el hijo de Liverpool que amaba el fútbol

Jamaica se clasificó en 2017 para la final de la Copa de Oro que disputan equipos de la CONCACAF. Los 'reggae boys' derrotaron a México y situaron al combinado caribeño en un momento histórico. Quizá pocos sabrán que el gran icono del país, Bob Marley, fue un gran aficionado al deporte rey y que cada 6 de febrero se celebra su día con el motivo del aniversario de su nacimiento.

*Julián Ruiz.- Creo que fue el propio Bob el que me dijo que su padre había sido un loco del fútbol, un “supporter” del Liverpool de George Kay, aquel centrocampista que procedía del West Ham y que le hizo ganar al club de Mersey la Liga de la temporada 1946-1947. Justo un año después de que Marley naciera en aquella pobre, como un “ghetto”, en Nine Mile, en la deplorable granja de su madre Cedella Booker de solo 20 años. La había preñado ese monstruo de Livepool, el capitán de los Royal Marines, mister Norval Sinclair Marley. Un padre que nunca reconoció a su hijo. Pero un hijo que con los caprichos de los genes, siempre fue un “supporter” del fútbol. Un buen jugador de fútbol y el más grande cantante compositor de la historia de la música del tercer mundo. El mayor recuerdo que tengo de Bob Marley es sentir en mi nuca su fuerte respiración, que se entrecortaba por el esfuerzo. Fue el día que jugué al fútbol en contra de Bob Marley. Partido entre promotores de Gay Mercader y periodistas contra la mayor parte de la gente de la gira del rey del reggae. Para decir la verdad no me acuerdo de cómo quedó el partido. Creo recordar que ganamos nosotros. Bob Marley metió dos goles. Pero el jamaicano no era precisamente Neymar. No era un jugador muy técnico.

Bob Marley metió dos goles. Pero el jamaicano no era precisamente Neymar. No era un jugador muy técnico. ¿Qué es lo que hacía mejor? Correr y correr, como un poseso. Parecía imposible con los “petas” que se metía

¿Qué es lo que hacía mejor? Correr y correr, como un poseso. Parecía imposible con los “petas” que se metía. Marley no hablaba mucho. Había que sacarle las palabras a regañadientes, pero cuando hablaba lo hacía como un líder político. Tenía la asombrosa facilidad de decir grandes cosas con una sencillez rayana en la genialidad. Por ejemplo, solía decir que su corazón era como el agua, pero que también se podía convertir en una piedra. Siempre maquillaba las frases con su vocabulario sobre la naturaleza. No era muy simpático. Pero suplantaba su árido carácter con bromas que a veces resultaban sorprendentes.

Por ejemplo, a Carlos Juan Casado, que era el A&R de Island antes de convertirse en director de Virgin en España, le había regalado un sombrero mejicano, que nadie sabía de dónde lo había sacado. Era un 30 de junio del año 80. Ya no le vimos más, porque el cáncer de pulmón ya se había apoderado de Bob. Por afinidad y amistad con Nacho Escola he seguido en contacto con la familia Marley. Sobre todo, con Rita Marley, que nació en Cuba de madre cubana, pero que es inútil que le hables en castellano, porque jamás lo aprendió. Salió de niña de Cuba. Y, sí, sí, realmente se llama Sarita. Nacho y yo la convencimos de que cantara una nueva canción, a la que le habíamos agregado palabras del propio Bob.

*ilustración Alvaro Valiño

En julio del 2004, grabamos en Londres la voz de Rita y le encantó la canción. La letra era de Nacho y decía que “en el cielo se encontrarían”. Rita es una mujer increíble. Es posible que la gente la relacione sólo con los negocios de la Fundación Marley, pero lo cierto es que todavía parece una mujer enamorada del recuerdo de Bob. Rita me contó que, a pesar de que odiaba a la familia de su padre, el capitán inglés Marley, no podía evitar sus genes de Liverpool y que por eso le gustaba tanto el
futbol. Me aseguró que, a pesar de todas las leyendas sobre su tumba y su definitiva ubicación, Bob sigue enterrado en Nine Miles, en Santa Ana y que supone que en el ataúd todavía estarán la guitarra y la Biblia que metieron junto a su cuerpo.

ilustración Artur Galocha

A Rita le vuelven loca los mariscos. Una noche en el restaurante londinense Menzies, entre crustáceo y crustáceo, me contó uno de los secretos mejor guardados sobre la sexualidad de Bob. Rita me aseguraba que a Bob le encantaban las bebidas “pervertidas” como las denominaba. Y que ella “inventó” el mejor afrodisiaco de Bob. Un afrodisiaco hecho a base de cocer un poco del líquido del fruto del pan, tan habitual en Jamaica. Luego, mezclarlo con leche condensada y un buen relleno de cerveza negra Guiness. Para Bob era la bomba. Rita aclara que oficialmente, Bob sólo tuvo once hijos y tres de ellos con ella. Lo demás son especulaciones y problemas legales que impiden que Hollywood pueda hacer una película sobre la vida de Bob, a pesar de los radiantes intentos de la Warner. Respondo de que Bob nunca supuso que se pudiera convertir en el mayor líder del Tercer Mundo y el icono que más camisetas vende en este globo, muy por encima del propio Che Guevara. En el fondo era una persona tan primaria como sus propias canciones. Vivía para su música, sus afrodisiacos, su fútbol, su “kaya”, su “ganga”, y sus mujeres, aunque todavía se imponía un tiempo para reivindicar la paz y los derechos humanos. Incluso por encima de su imposible y estúpida religión “rastafari” que tenía a un dictador como el Negus como dios. Las reivindicaciones populares siempre estaban muy cerca de su “corazón de agua”. Y sus pies, siempre dispuestos para dar patadas a cualquier cuero o plástico que se le pusiera por delante. •

*texto publicado en nuestro número doce.