Borja Valero: «El fútbol está corrompido. Explotó y no por culpa de la pandemia»

El antidivo del fútbol por excelencia juega en el Lebowski de Florencia. Su historia ha dado la vuelta al mundo y en esta entrevista explica que hay algo más allá de la excentricidad o la resistencia a la retirada. Jugar en este equipo es una declaración de intenciones.

Julio Ocampo.- Con una boina siciliana y en un Mini se presenta Borja Valero (Madrid, 1985) a la entrevista que tiene lugar en la sede de su nuevo club: Centro Storico Lebowski. “Sé que me esperabais con la Vespa, pero es que acabo de llegar de Roma -estuvo comentando para DAZN el Roma-Torino- y tenía que hacer algunas cosas por Florencia”. Además, hace frío y algo de humedad porque las instalaciones están prácticamente solapadas al río Greve, un afluente del Arno, que corta la ciudad toscana a 15 kilómetros de allí.

Borja saluda a todo el personal del club y tras hacer un breve resumen de la jornada futbolística se sienta para atendernos en una sala llena de libros y recortes apilados. Además de escudos, fotos de hinchas con pancartas y bengalas. Fútbol de la calle, cultura popular, barro y olor a derrota dulce y digna.

La entrevista comienza cuando recibe como regalo la revista -de hace algunos años- con la portada de Alessandro Del Piero. “¿Es que no sabes la rivalidad que tenemos con la Juve?”, pregunta con sorna… O no. Le apodan el sindaco, el alcalde, y podríamos decir que manda él, pero en el Centro Storico Lebowski no hay jerarquías. Por eso ficharon a un anti divo del balón. Un enamorado muy fiel con estilo puro, profundo, reflexivo, empático y pausado. Piano, piano…

¿Dónde vives?
Estoy de alquiler en un piso cerca del Artemio Franchi. Me acabo de comprar una casa que estamos remodelando. Está en el centro, pero no demasiado cerca de todo porque me gustaba que tuviera un jardín ya que tengo un perro grande, gatos, hijos… Estaba cansado de vivir en pisos.

¿Es fácil ser Borja en Florencia?
Sí, claro. Paseo todos los días por el centro porque me gusta y tengo muchos amigos italianos. Salgo al bar de uno de ellos a tomar café, y aunque aún hay gente que se quiere hacer una foto conmigo me resulta agradable. Nada de agobios.

«Mira, yo soy aficionado del Madrid pero no me gusta el rumbo que está cogiendo el fútbol. La Superliga, de hacerse, lo terminará por destruir. Menos mal que hubo gente como la que hay aquí en el Lebowski, quien salió a la calle para frenarlo».

¿Por qué te has quedado a vivir?
Sabía poco o nada de Florencia antes de venir aquí a jugar al fútbol en 2012. Desde el primer momento nos acogieron genial. Estuvimos muy a gusto. Creamos muchas amistades fuera del fútbol, y no es fácil porque la vida de un futbolista está homologada: amigos compañeros, las mujeres con las de los compañeros… Nosotros no, casi todos están fuera del fútbol, y además son italianos. Mi hija pequeña nació aquí y, salvo el paréntesis de tres años en Milán con el Inter, vivió en Florencia. Aquí están los mejores amigos de mi hijo. Es perfecta para seguir creciendo como familia.

SINDACO» Borja Valero, 'el alcalde' ha encajado a la perfección en la filosofía Lebowski. Foto. Ilaria Festa

¿Cómo hicisteis amigos italianos?
Gracias a mi hijo en el cole. Los padres de sus compañeros; también los padres de los que juegan al fútbol con él. Tiene 11 años y le fichó la Fiorentina.

Queremos llegar lentamente a tu elección romántica por el Lebowski. Para entenderla quizás hay que comprender bien tu amor por Florencia, un poco más. ¿En qué consiste? ¿Ha tenido que ver la historia, el arte, la música, el cine…?
Yo leo en italiano. He visto ‘Inferno’, cuya historia transcurre por aquí… Pero sobre todo es una cuestión familiar. Salimos de Madrid hace muchos años y ya casi no tenemos nada que nos una allí. Hemos vendido la casa madrileña. Aquí tenemos una vida tranquila, relajada, en sintonía con nuestra personalidad. Vamos al cine, nuestros amigos son grandes apasionados del cine. Adoran a Leonardo Pieraccioni, un director florentino que hace películas cómicas. He tenido que verlas todas para sentirme integrado en las cenas y comprender todas las gracias. Para usarlas incluso.

Dos de tus entrenadores italianos (Montella y Prandelli) no lo hicieron demasiado bien en España. Por no hablar de los Farinós, Mendieta, Martín Vázquez, De la Peña y José Mari en Italia. Sin generalizar, la cuestión nunca fue fácil, aunque es obvio que hubo excepciones como Ancelotti o Luis Suárez. Imponer lo que se sabe no siempre es lo más correcto. El español que no abre los ojos y ve que en Italia se trabaja de otra manera, que es muy táctico… nunca lo hará bien. Hay que ser abierto de mente, hay que desaprender para volver a saber de forma diferente. Cambiar y adaptarse. Al contrario, también. Los entrenadores italianos que van a España quizás quieren cambiar mucho desde el punto de vista táctico, y los españoles no están tan acostumbrados a eso. Suele haber un cortocircuito. Ahí Ancelotti es la excepción porque hablamos de un grandísimo gestor de personas, un tipo que crea mucha empatía con los jugadores, quizás no excesivamente táctico… Por eso funciona. En las antípodas está Conte, quien quizás habría tenido más dificultades al inicio. Bien es cierto que se habría impuesto porque es un grandísimo entrenador.

Después de Luis Suárez, Peiró y Del Sol estás tú. ¿Qué tuviste que desaprender?
Yo estuve en el West Bromwich en la temporada 2008-09. Fue breve, pero cambió mi mentalidad. Llegué con la prepotencia de ser un buen jugador, muy bueno técnicamente. Pensaba que sería el rey, pero me llevé una hostia grande y vi la realidad. Tuve que cambiar para adaptarme: me metí en el gimnasio, a desarrollar otro tipo de fútbol, más físico, aprendí a defender, a presionar más. Volví a España ya siendo diferente. Cuando vine a Italia intenté que no me volviera a pasar. La suerte es que llegué a una Fiorentina que jugaba muy bien al fútbol, con Montella. Era muy táctico, pero nos dejaba jugar. Estábamos Pizarro, Mati Fernández, Gonzalo, Rossi y yo. Dominábamos los partidos, y no era algo tan usual aquí. Fue más fácil de lo que esperaba.

Borja Valero LíberoLEBOWSKI» Valero en un partido reciente junto a su nuevo equipo. Foto. Ilaria Festa

Te marchaste tres años al Inter. Por suerte no hubo barricadas como con Baggio, aunque sí mucha polémica en la ciudad. Se marchaba el alcalde, el condottiero, como siempre te han titulado algunos diarios locales de la Toscana.
Florencia es una locura, especialmente se exalta contra la Juventus. Es una ciudad pasional, extrema. Me quedaban dos años de contrato cuando llegó un nuevo director deportivo (Pantaleo Corvino). No sé si no le caía bien o simplemente buscaba mi salida por temas deportivos. El caso es que pretendía que fuera yo quien dijera que me quería ir. No era verdad, y la gente me creyó. Le molestó que con 32 años llegara una buena oferta por mí del Inter de Milán, un club con opciones a títulos.

Para un español que tiene tatuado las coordenadas de Ponte Vecchio y a sus hijos vestidos con la maglia viola supongo que será fantástico ganar a la Juve. Entonces estaba incluso Joaquín, quien marcó un gol. ¿Por qué se marchó?
Echaba de menos su casa, el sur, la tierra… Necesitaba volver. Nos lo dijo y le entendimos. Paolo Sousa quería que se quedara, pero fue imposible.

Un personaje que nos gusta es Giancarlo Antognoni. ¿Te ayudó a mamar la fiorentinità?
Si Luis Suárez, con el que coincidí en alguna cena en el Inter, nos abrió la puerta a los españoles, la presencia de Giancarlo en el club fue siempre clave. Ya no está como directivo, pero es un error. Hablamos de un emblema de Florencia. Debería ser el embajador de por vida. Una gran ayuda para los jóvenes o extranjeros que venimos a jugar aquí. Comprender lo que es la Fiorentina para Florencia y al contrario. Se aprende mucho con él. Eso es clave para luego ponerlo en práctica en tu recorrido como futbolista.

«Estuve en el West Bromwich en la temporada 2008-09. Fue breve, pero cambió mi mentalidad. Llegué con la prepotencia de ser un buen jugador, muy bueno técnicamente. Pensaba que sería el rey, pero me llevé una hostia grande y vi la realidad».

Una vez Prandelli -cuando era seleccionador- dijo que serías titular indiscutible en la Azzurra. En la España de hoy quizás habrías sido incluso el capitán. ¿Sólo el hecho de coincidir con el mejor centro del campo de la historia te frenó para triunfar allí o hubo algo más?
Fueron épocas diferentes, pero sobre todo con entrenadores diferentes. Jugué un partido y fui convocado en cuatro. Y sí, quizás si Luis Enrique hubiera estado en mis mejores años habría tenido alguna opción más. Lo bueno de él es que aprovecha el mejor momento del futbolista. Si tiene cuatro meses excelentes lo convoca y punto, porque la selección no es un equipo. No tienen que ir siempre los mismos porque sean los mejores y ya está. Hay que aprovechar el momento de cada jugador, y ahí Lucho es inteligente. Le funciona, además. Dicho esto, es cierto que tuve la mala suerte de coincidir con los mejores, pero pensar que incluso ahí debuté con el 10 de Fábregas me enorgullece aún más. Cumplí un sueño.

¿El siguiente retos es ser entrenador? Porque sabemos que estás sacándote el curso en Coverciano.
Estoy haciendo el curso base, que lo puede hacer cualquiera. No quiero ser entrenador sino enriquecerme y basta. Estudiamos mucho la psicología, que me llama la atención. Hay un atraso todavía ahí, porque la gente juzga pronto y mal. En todo. No es fácil gestionarse cuando se es rico y famoso, y eso se debe aprender desde pequeño.

Josh Cavallo anunció su homosexualidad y fue noticia en todos lados. El fútbol es un mundo machista y muy hermético. ¿Esa psicología de la que hablas podría ayudar también ahí?
Claro. Hay que ayudar a los futbolistas a que lo puedan decir abiertamente sin miedo a ser juzgados, pero sobre todo hay que ayudar a los niños -ya desde bien pequeños- a normalizar el asunto para que no se vea como un problema.

¿Por qué te retiraste?
Tenía ofertas de clubes de Serie A y Primera División, pero sólo quería vivir en Florencia y jugar en la Fiorentina. No quisieron renovarme. La sorpresa es que entonces llegan ellos.

¿Quiénes?
Estos del Lebowski que son unos locos (risas). En realidad todo comienza con un periodista importante de la ciudad: Benedetto Ferrara. Le conozco desde hace años, y uno de sus hijos estaba en la escuela de fútbol del Lebowski. Había oído alguna vez ese nombre. Este verano cuando decido retirarme vi un montaje mío en las redes. Aparezco yo jugando con la camiseta del club y la frase: “No sucederá, pero si sucediera…”. Yo puse corazones. Entonces comenzó a moverse todo. De hecho, la gente en Florencia pensaba que ya estaba fichado cuando ni siquiera había hablado con ellos. Lo cierto es que Benedetto les dio mi número para que me contactaran. Quedamos en un bar de Florencia, en una pastelería concretamente. Vinieron dos chavales para explicarme el proyecto. Les dije que sí enseguida. Ya estaba convencido antes de la cita, aunque pregunté si ellos me querían aún sabiendo que algunos fines de semana no iba a poder jugar porque tendría que comentar partidos para DAZN. No fue un problema. Es más, se sorprendieron de que yo aceptara rápido. Se quedaron en silencio 15 segundos, porque no se lo creían. Fue fácil y bonito.

Hay un vídeo que circula por ahí en las redes sociales. Un vídeo promocional contigo de protagonista emulando el mítico anuncio Nike de 2008. La campaña promocional de tu fichaje fue excelente.
Es muy especial este club. Aquí todos hacemos de todo.

DIVERSIÓN» Borja Valero y el resto de sus compañeros aplauden a su hinchada. Foto. Ilaria Festa

En él se ve que friegas los vestuarios y sirves la pasta. Tú juegas (jugáis) gratis, sois accionistas todos, vas en moto a entrenar, animas en la grada cuando no juegas… Fútbol de barro, accionariado popular, ultras, bengalas, anticapitalismo y no al fútbol enlatado y de pago. Tú, que has conocido las dos realidades del fútbol, ¿hacia dónde crees que camina?
Creo que he jugado aproximadamente 15 años como profesional. El fútbol está corrompido. Explotó y no por culpa de la pandemia. No es normal que se paguen cifras tan desorbitadas por jugadores. He leído que incluso se rechazan ofertas astronómicas de 200 millones de euros. Una locura. Mira, yo soy aficionado del Madrid pero no me gusta el rumbo que está cogiendo el fútbol. La Superliga, de hacerse, lo terminará por destruir. Menos mal que hubo gente como la que hay aquí en el Lebowski, quien salió a la calle para frenarlo. Hablamos de otra manera de entender el fútbol, de organizarse con poco o nada de dinero. Es autogestión, solidaridad. Y también crecen, porque empezaron de lo más bajo y han ascendido algunas categorías. Es complicado que llegue a lo más alto, pero no sé si ellos quieren. El tiempo lo dirá.

¿Te siguen parando por la calle ahora que juegas en un club amateur? Eres el flamante media ala en un 4-3-3.
Más si cabe. Me dicen “grande sindaco; Forza Lebowski”. Hoy no he venido con la moto, pero cuando la veas te gustará el escudo que tengo pegado del club. Soy accionista, juego gratis. Vengo a reuniones… Esa es la magia, la cultura de la entidad. Ahora todos somos socios, mi mujer, mis amigos de las bromas sobre el cine…

¿Fue el bar de uno de ellos donde se cerró tu negociación? ¿Recuerdas qué tomaste?
No, cerramos el acuerdo en una pastelería porque quería tomar café con una buena brioche de esas que hacen aquí tan buenas. 

¿Cómo ves Madrid desde lejos?
Acabo de vender mi casa así que ya no me queda nada allí como dije. Mi mujer es muy madridista. Mis hijos también, aunque el mayor es muy de la Fiore. Mi futuro es Florencia y el Lebowski, aunque veré lo que aguanta mi cuerpo. Aquí hay amor puro, me encanta. No me veo como entrenador, porque el fútbol es demasiado complicado. Es cierto que me habría encantado triunfar allí como hicieron Raúl, Casillas o Guti, pero de haberlo hecho no habría conocido todo esto. También soy feliz así, en casa. •

Si te ha gustado el personaje, puedes escuchar la entrevista con Borja Valero en 'Puro Fútbol', el podcast de Guillem Balagué en Líbero. Podcast en Spotify