Igor Paskual.- Brasil es el país del fútbol. Si en Argentina el balompié es una pasión que tiene que ver con el orgullo guerrero y su identidad marcial, en Brasil está relacionado con el ardor místico, artístico y comunal. El último vídeo del Corinthians es un bello ejemplo que nos enseña lo que es una nueva religión sincrética. Brasil recibió el fútbol a través de Charles Miller, nacido en São Paulo, pero hijo de escocés y brasileña. Educado en Inglaterra, cuando regresó a su país natal en 1894, llevó un balón de fútbol y el reglamento. Con el tiempo llegaría a ser un alto cargo en el ferrocarril paulista. No es un dato baladí porque si nos fijamos, los países que adoptaron el fútbol como principal deporte, nunca estuvieron bajo gobierno inglés ni fueron colonias británicas. El fútbol no triunfó en los países que tenían relaciones políticas con Inglaterra sino únicamente comerciales. Y es que cuando las clases populares inglesas adoptaron el fútbol como principal forma de ocio, las élites se inclinaron por el rugby o el cricket.
Llora Brasil porque ha regresado más de 100 años atrás y ahora no puede ascender al cielo desde los estadios paquidérmicos, inútiles e hipérbolicos estadios construidos entre muerte y corrupción para el Mundial 2014.
Brasil y su selección es el máximo exponente de la gloria poética del balón y los laureles del triunfo verdadero. Son pentacampeones mundiales y multirraciales. Pero ese camino no fue sencillo. Como bien cuenta Galeano, todavía en 1921, el presidente Epitácio Pessoa recomendaba a los responsables de la selección que no convocasen a jugadores negros para la Copa Sudamericana. Y eso que Brasil había ganado dos años antes ese trofeo gracias a un gol en la final de Arthur Friedenreich, hijo de negra y alemán. No era fácil la vida para estos jugadores, Arthur, por ejemplo, disimulaba su negritud alisándose el cabello de la misma manera que Carlos Alberto se aclaraba la cara cuando juzgaba en el entonces aristocrático Fluminense.
Ilustración Artur Galocha
Equipos como el Gremio no aceptaron jugadores negros hasta 1952. Y lo que parecía un problema parcialmente superado ha vuelto a mostrarse con toda su crudeza con la fatídica elección de Bolsonaro. Llora Brasil porque ha regresado más de 100 años atrás y ahora no puede ascender al cielo desde los estadios paquidérmicos, inútiles e hipérbolicos estadios construidos entre muerte y corrupción para el Mundial 2014. Nos queda la mirada en clave de bossa nova de Chico Buarque que compara al fútbol con un arte. El propio Buarque, seguidor del Fluminense, sigue juzgando varias veces por semana. El fútbol como viejo amor, frente al odio primitivo. •
‘O Futebol’, Chico Buarque (1989)
Para estufar esse filó
Como eu sonhei
Só se eu fosse o Rei
Para tirar efeito igual ao jogador
Qual compositor
Para aplicar uma firula exata que pintor
Para emplacar em que pinacoteca, nega
Pintura mais fundamental
Que um chute a gol
Com precisão de flecha e folha seca
Parafusar algum joão na lateral
Não quando é fatal
Para avisar a finta enfim quando não é
Sim no contrapé
Para avançar na vaga geometria o corredor
Na paralela do impossível, minha nega
No sentimento diagonal do homem-gol
Rasgando o chão e costurando a linha
Parábola do homem comum roçando o céu
Um senhor chapéu
Para delírio das gerais no coliseu
Mas que rei sou eu
Para anular a natural catimba do cantor
Paralisando esta canção capenga, nega
Para captar o visual de um chute a gol
E a emoção da idéia quando ginga
(Para Mané para Didi para Mané Mané para
Didi para Mané para Didi para Pagão para Pelé
e Canhoteiro)