Café con churros para Bernardo

El historiador del fútbol Bernardo Salazar o De Salazar como le gustaba firmar en Líbero murió ayer en Madrid. Memoria viva del fútbol español, trataremos de honrar su legado en forma de deliciosas historias.

Diego Barcala.- Hace solo dos días le recordaba a un colega periodista una de las historias que Bernardo Salazar o De Salazar como firmaba en Líbero me había contado en los docentes desayunos que compartíamos. Había viajado con el Atlético de Madrid a ver la final de la Copa de Europa de 1974 contra el Bayern en Bruselas. El partido acabó con un empate a uno de triste recuerdo colchonero con el gol en la prórroga de Schwarzenbeck. No había penaltis. La final se repetiría en el mismo lugar en tan solo 48 horas y el bueno de Bernardo no se lo iba a perder. Pero no tenía ni un duro en el bolsillo y, con el sentido de cita con la historia que los tipos como él otorgan al fútbol, se presentó ante la embajada española a pedir una solución. El propio embajador le prestó dinero para que pudiera ver el partido. Años después se encontró en un restaurante de Madrid con el diplomático. Con el pudor todavía en el cuerpo por la deuda impagada se acercó temeroso y el embajador le recordó y le abrazó como hacen los caballeros de honor.

Probablemente Bernardo leería este párrafo frente a su café con leche en vaso y los churros y lo subrayaría por todas partes, enmendando y añadiendo fechas y terceros y cuartos apellidos. Tal y como hizo con el reportaje sobre Perico Escobal, el capitán republicano del Madrid, que publicamos en el primer número de Líbero. Era una enciclopedia viviente y siempre me quedará la espina de no haber visto con mis propios ojos el museo que tenía por hogar, como me lo describió el periodista de Informe Robinson, Raúl Román.

Me lo presentó David Álvarez y yo solo recordaba de él sus tertulias en Real Madrid TV, por lo que me sorprendió su fe atlética. La última vez que nos vimos me rescató decenas de fotocopias de los planos del Estadio Metropolitano. Compartíamos la indignación producida por la ausencia de una mísera placa que recordara la presencia de los viejos estadios de fútbol de Madrid. Presidía la Peña Los 50, una gran idea de aficionados verdaderos al fútbol. 

Líbero le cazó jubilado pero se le iluminaba la cara al encontrar una publicación con la que compartir el gusto por la memoria del fútbol. Nos escribió un puñado de artículos deliciosos como el del farsante Pizzinato, el presidente republicano del Madrid o el año en el que la Liga albergó al Atlético Tetuán. Maravillas que mandaba en un word con las fotos pegadas entre los párrafos. Entrañables gestos de quien casi se había inventado un género de la prensa deportiva española. Joyas y lujos para una humilde publicación como Líbero.

En uno de esos cafés en Bravo Murillo conocí a su hijo Borja. Intercambiamos ideas y propuestas de artículos. Previendo que el día de hoy llegaría siempre quise decirle que debería existir una Fundación Bernardo Salazar para la memoria del fútbol. Líbero siempre tratará de honrar su memoria con su misma generosidad.