César Gómez, paró a Ronaldo Nazario y vio crecer a Totti

Haber sido capaz de frenar al mejor Ronaldo le llevó a la Roma por una millonada. Pero el histérico calcio se llevó por delante el final de su carrera marcada por los brillantes años del Tenerife y una colección de anécdotas inolvidables.

Diego Barcala.- El fútbol despidió el pasado 29 de mayo a Francesco Totti. Los honores voltearon el planeta y en mitad de la ola de aplausos, un humilde exfutbolista que compartió cuatro años de entrenamientos con el mito escribía un tuit para sus 200 seguidores: “Todo un honor haber compartido vestuario. Señorío, grandeza, fidelidad a unos colores. Todo para ser Rey de Roma”. La historia de Cesar Gómez (Madrid, 1967) es una sinopsis de las biografías de los jugadores de los 90. Deportistas de un espectáculo televisivo y masivo pero ajeno todavía a la inmortalidad que un móvil y YouTube consiguen hoy para cualquier remota jugada destacada cada fin de semana. Trayectorias olvidadas de futbolistas como César que compartió batallas con Higuita, Valderrama, Redondo, Aldair, Batistuta o el propio emperador Francesco Totti.

“Totti aprendió a gestionar su carrera. Vinieron el Milan y la Juve a por él, con todo el poder que tenían, pero él me dijo: ‘Si salgo solo iré al Real Madrid’. Eso lo tenía muy claro”. César Gómez sigue luciendo un aspecto físico de defensa central con el que nadie querría emparejarse en un córner. Llega andando a la cafetería del Museo Reina Sofía de Madrid. Vive entre Tenerife, donde desarrolló los años más exitosos de su carrera y Madrid, su ciudad. Asegura que no ha vuelto a jugar al fútbol desde su retirada en Roma a pesar de que Ricardo Gallego no para de insistirle para que se apunte a las pachangas de veteranos del Real Madrid. Se retiró en 2001, después de cuatro temporadas en blanco en la Roma después de un fichaje millonario para la época. Los romanos pagaron 600 millones de pesetas al Tenerife por hacerse con él. Pero antes volvamos a Totti, el mito al que César vio crecer a diario: “Compartía habitación con Abel Balbo y Totti estaba en la de enfrente, al principio con Iván Helguera. Sin ser rápido se iba de todos, mucha visión de juego, un golpeo privilegiado… Era la eterna promesa, llevaba en el primer equipo desde los 15 años y además supo reírse de sí mismo como con el libro de chistes que editó para Unicef. Aprendió mucho de Zeman porque a la pelota sabemos jugar todos pero jugar al fútbol es otra cosa”. La leyenda sobre Totti dice que para sobrevivir en ese club es necesario llevarse bien con II capitano. “Hay que llevarse bien con Totti porque Totti es la Roma no porque él sea el líder”. Aclarado.

VALLADOLID
Empecemos por el principio de su historia. César era un joven de la cantera madridista en plena estabilidad de la quinta del Buitre. Pocas posibilidades de prosperar en Chamartín y carne de buscarse la vida. “De mi Castilla recuerdo que el más conocido fue Losada”, apunta. Fichó por el Valladolid y empezó su aventura en el fútbol profesional en un equipo dirigido por Maturana y navegado por la talentosa generación de Higuita y Valderrama. “Tenemos que agradecer a gente como Maturana o Valdano que hayan dado otra perspectiva del fútbol. Gracias a ellos, los futbolistas evolucionaron y consiguieron que nos sintiéramos mejores”, recuerda. La evolución de los entrenadores hacia un juego más creativo y agradable para los futbolistas derivó en parodias como la del portero regateador René Higuita con el que hizo una gran amistad. “Higuita vino a verme a mi casa de Roma con el Jubileo del año 2.000. Iba a buscar un hotel y me llamó y se quedó en casa. Por la noche me dijo, nos vamos a ver a Iván [Córdoba] a Milán. Y a la mañana siguiente estábamos ahí. Le metieron en la cárcel por hacer de intermediario de Escobar en un secuestro pero hay que entender el contexto. Escobar les utilizaba como hombres de los que fiarse. Lo que pasa es que René no escondió su amistad, lo admitió públicamente y era políticamente incorrecto. Fue un escarmiento. Me regaló una pulsera, Valderrama un abrigo… Me llevaba muy bien con los colombianos, Muy buena gente”.

La casa del madrileño en Roma se convirtió en un punto de encuentro para las visitas de amigos. Poca competición y mucho tiempo libre en cuatro años de estancia. Llegó a la capital italiana en 1997 cargado de una ilusión diluida en un semestre. “La pretemporada era increíble, a Helguera y a mí nos hacían fotos para reírse de nuestro estado físico y cuando ya cogimos la forma habían pasado cuatro meses. Entré en un par de partidos, debuté contra el Nápoles y después contra la Fiorentina y fui titular contra la Lazio en el derbi. Perdimos 3-1 y la prensa señaló a dos culpables. Uno era yo”. César Gómez no volvió a disputar ni un minuto con la camiseta romana. “Si perdías venía la afición y te tiraba pescado por encima de la valla de entrenamiento. Luego perdimos los siguientes tres derbis pero para ellos el culpable seguía siendo yo”. Comenzó entonces un calvario deportivo y psicológico de cuatro años. El club que había pagado una millonada por el defensa quería echarlo sin haber sumado dos partidos completos en el equipo. César cumplió su contrato y se retiró. Su lucha fue olvidada salvo para los mentideros digitales empeñados en repetir mentiras sin contrastar. La más popular y dañina para su biografía dice que la Roma se equivocó al fichar a César Gómez cuando en realidad el entrenador Zdeněk Zeman había pedido en Pablo Paz. Según la rumorología bloguera, la z del apellido supuso un error de 3 millones de euros. “No fue verdad lo de Pablo Paz. En su momento me lo preguntaron en Italia y dije: ‘Si eso es así, tendrían que echar a todos por inútiles’. Dijeron lo mismo de un Tomic que fichamos y que luego jugó en el Alavés. Había otro Tomic y dijeron que habíamos fichado al equivocado”.

«Perdimos el derbi con la Lazio 3-1 y la prensa señaló a dos culpables. Uno era yo. Luego perdimos los siguientes tres derbis pero para ellos el culpable seguía siendo yo»

César se explica tranquilo, sin rencor, con la serenidad de una persona a gusto consigo mismo. Los falsos datos dicen también que montó un concesionario de coches y que vivía en un estupendo ático en el foro romano donde disfrutaba de un espectacular salario.“Hay que entender cómo funciona Italia y los italianos para entenderlo. Me querían echar y estaban dispuestos a todos, pero la gente de la ciudad me trataba bien a pesar de que me iba mal. El trato con todos los empleados del club fue magnífico. Tengo muchos buenos amigos allí y sigo siendo romanista”. César llegó a Roma casi con 30 años y un prestigio argumentado con decenas de partidos impecables con Antonio Mata en la defensa del Tenerife. Uno de ellos fue el que motivó realmente su fichaje. 

RONALDO
En 1996 Ronaldo Nazario reventaba caderas en las defensa de la Liga con la camiseta del Barça. Los periodistas debatían si la violencia era la manera más eficaz de parar a la mayor mezcla de técnica y velocidad que se había visto nunca en España. En ese clima César Gómez era el siguiente candidato a marcaje inocuo contra el carioca. “El primer duelo fue en Barcelona cuando empatamos a 1. Heynckes me pidió marcaje individual: ‘Si va al baño, te vas con él’. Esa temporada lo hice también con Bebeto y creo que ahí lo hice mejor porque jugamos cuatro veces y solo metió un gol y fue de falta. El caso es que Ronaldo ese año fue el primero que hacía eso de meter más goles que partidos. Había hecho la jugada de Compostela y una jugada todavía mejor que le define contra el Valencia. Enfrentó a Engonga, que es un tipo grande, Otero y Patxi Salinas y les pasó por encima. Era imparable. El caso es que en ese partido no pensé nada salvo que cuando fuese a armar Guardiola el pie, tenía que salir corriendo antes para ganar algunos metros. Y eso hice. En una jugada Guardiola fue a dar el pase mirando además hacia otro lado. Salí corriendo hacia nuestra portería para que no me pillara y cuando salió el balón ya me había adelantado. Me humilló. Así que pensé, me tengo que montar encima de él. Y eso hice. Esa temporada me llamaban de todas partes. Y cuando ganamos 4-0 en Tenerife también se habló mucho. Yo siempre decía lo mismo. Es imparable, rezar y que no tenga el día”. César Gómez se convirtió para toda la prensa deportiva en el hombre que había sido capaz de frenar un tren en marcha e Italia fichó ese verano al tren y al antídoto. “Aldair me contó que cuando jugamos contra el Inter, Ronaldo le preguntó si yo jugaba. Le dijo que no y dijo: ‘Menos mal’. Pero no le he vuelto a ver”.

El duelo con Ronaldo no se volvió a producir. El consumismo futbolístico no otorga segundas oportunidades. César se preparó mentalmente para sobrevivir al acoso laboral de una entidad que quería otro juguete que romper. “Con el único con el que me enfrenté era con el presidente Sensi. Me dijo que me fuera, me quería en China, cederme a la Reggiana… pero yo dije que solo iría a España. El Valencia estuvo ahí ahí… pero no salió nada. El club era suyo, era su juguete y hacía lo que quería. La prensa era muy dura, pero yo no iba a retroceder en mi carrera, no había ido a Roma para acabar cedido en un club de Segunda”, recuerda. César decidió quedarse, pelear y esperar su oportunidad. “Llegó Fabio Capello y creía que tenía opciones porque él había ido a ver los entrenamientos de Maturana a Valladolid cuando no era un entrenador conocido. Había comentado algo y pensé que tuve opciones, pero al tercer entrenamiento, cuando el presidente supo que estaba entrenando, me apartó y todo cambió. Tuve un enfrentamiento legal por los derechos de imagen pero también porque alegaban que no entrenaba por otros problemas. Se formó una comisión para analizar mi caso y Capello, al que yo no había hecho nada, dijo que no entrenaban porque era muy duro y ponía en riesgo a mis compañeros. Hizo caso al que le pagaba y me sorprendió su actitud. Mis compañeros me salvaron y se pusieron de mi parte. El capitán era Tommasi que ahora es el presidente del sindicato de futbolistas y alegaron que eso era falso que me tenían apartado (junto con otros tres jugadores más). Jugaba algún partido con juveniles y entrenabas mañana y tarde. El cuarto año ya me costaba mucho ir a entrenar y me acordé de Maturana que me dijo que el momento de dejarlo es cuando no te apetece entrenar. Me pasó eso y lo dejé”.

«Capello, al que yo no había hecho nada, dijo que no entrenaban porque era muy duro y ponía en riesgo a mis compañeros. Hizo caso al que le pagaba y me sorprendió su actitud. Mis compañeros me salvaron».

Un epílogo delirante para una carrera exitosa. Sobre todo en Tenerife donde se rumoreó que se iría con Valdano al Real Madrid (“la verdad es que ni lo pensé”), donde compartió un juego histórico para recordar con futbolistas como Redondo (“como Totti, jugaba a otra cosa. Algunos le odiaban solo porque era muy superior, estaba muy por encima del resto”) y aprendió del fútbol ilustrado de la pareja Valdano & Cappa: “Aprendimos otro fútbol. Valdano era un motivador increíble. Recuerdo que cuando jugamos contra el Sevilla de Maradona le dije en el vestuario: ‘Voy a tirarle un caño’. Para nosotros Maradona era el más grande. Me respondió: ‘Si es lo que te pide el cuerpo, hazlo’. Me quedé alucinado pero claro, salías al campo crecido. Y se lo tiré pero le entró rebotado entre las piernas”.

«Como no tenía las manos, le mordí y me tiré como si me diera un codazo y le expulsaron… Cosas de los partidos. Soy el único que le ha hincado el diente a Suker con la Obregón»

Solo Valdano es capaz de permitir que un defensa como César saliera al campo con el objetivo de tirar caños. “Jugamos en Sevilla, nos metieron tres y Suker se quitó la camiseta celebrando el tercer. Nos sentó muy mal… ya ves, la impotencia de competir. Esto es muy español, siempre tiene otro culpa de tus desgracias. Nos metieron tres goles pero la culpa era de Suker por quitarse la camiseta… El caso es que estuve planeando con Paqui la venganza durante meses. Esa semana no pensábamos en otra cosa. Y en el partido de la segunda vuelta nos dijimos de todo. Ya ves Suker que no dio una patada nunca. Le ganamos y decíamos: ahora no te quitas la camiseta… En una jugada le agarré por la espalda y el me tocó abajo, le apreté y echó el brazo atrás. Como no tenía las manos, le mordí y me tiré como si me diera un codazo y le expulsaron… Cosas de los partidos. Soy el único que le ha hincado el diente a Suker con la Obregón”.

César Gómez, paró a Ronaldo Nazario y vio crecer a Totti

Haber sido capaz de frenar al mejor Ronaldo le llevó a la Roma por una millonada. Pero el histérico calcio se llevó por delante el final de su carrera marcada por los brillantes años del Tenerife y una colección de anécdotas inolvidables.

Diego Barcala.- El fútbol despidió el pasado 29 de mayo a Francesco Totti. Los honores voltearon el planeta y en mitad de la ola de aplausos, un humilde exfutbolista que compartió cuatro años de entrenamientos con el mito escribía un tuit para sus 200 seguidores: “Todo un honor haber compartido vestuario. Señorío, grandeza, fidelidad a unos colores. Todo para ser Rey de Roma”. La historia de Cesar Gómez (Madrid, 1967) es una sinopsis de las biografías de los jugadores de los 90. Deportistas de un espectáculo televisivo y masivo pero ajeno todavía a la inmortalidad que un móvil y YouTube consiguen hoy para cualquier remota jugada destacada cada fin de semana. Trayectorias olvidadas de futbolistas como César que compartió batallas con Higuita, Valderrama, Redondo, Aldair, Batistuta o el propio emperador Francesco Totti.

“Totti aprendió a gestionar su carrera. Vinieron el Milan y la Juve a por él, con todo el poder que tenían, pero él me dijo: ‘Si salgo solo iré al Real Madrid’. Eso lo tenía muy claro”. César Gómez sigue luciendo un aspecto físico de defensa central con el que nadie querría emparejarse en un córner. Llega andando a la cafetería del Museo Reina Sofía de Madrid. Vive entre Tenerife, donde desarrolló los años más exitosos de su carrera y Madrid, su ciudad. Asegura que no ha vuelto a jugar al fútbol desde su retirada en Roma a pesar de que Ricardo Gallego no para de insistirle para que se apunte a las pachangas de veteranos del Real Madrid. Se retiró en 2001, después de cuatro temporadas en blanco en la Roma después de un fichaje millonario para la época. Los romanos pagaron 600 millones de pesetas al Tenerife por hacerse con él. Pero antes volvamos a Totti, el mito al que César vio crecer a diario: “Compartía habitación con Abel Balbo y Totti estaba en la de enfrente, al principio con Iván Helguera. Sin ser rápido se iba de todos, mucha visión de juego, un golpeo privilegiado… Era la eterna promesa, llevaba en el primer equipo desde los 15 años y además supo reírse de sí mismo como con el libro de chistes que editó para Unicef. Aprendió mucho de Zeman porque a la pelota sabemos jugar todos pero jugar al fútbol es otra cosa”. La leyenda sobre Totti dice que para sobrevivir en ese club es necesario llevarse bien con II capitano. “Hay que llevarse bien con Totti porque Totti es la Roma no porque él sea el líder”. Aclarado.

VALLADOLID
Empecemos por el principio de su historia. César era un joven de la cantera madridista en plena estabilidad de la quinta del Buitre. Pocas posibilidades de prosperar en Chamartín y carne de buscarse la vida. “De mi Castilla recuerdo que el más conocido fue Losada”, apunta. Fichó por el Valladolid y empezó su aventura en el fútbol profesional en un equipo dirigido por Maturana y navegado por la talentosa generación de Higuita y Valderrama. “Tenemos que agradecer a gente como Maturana o Valdano que hayan dado otra perspectiva del fútbol. Gracias a ellos, los futbolistas evolucionaron y consiguieron que nos sintiéramos mejores”, recuerda. La evolución de los entrenadores hacia un juego más creativo y agradable para los futbolistas derivó en parodias como la del portero regateador René Higuita con el que hizo una gran amistad. “Higuita vino a verme a mi casa de Roma con el Jubileo del año 2.000. Iba a buscar un hotel y me llamó y se quedó en casa. Por la noche me dijo, nos vamos a ver a Iván [Córdoba] a Milán. Y a la mañana siguiente estábamos ahí. Le metieron en la cárcel por hacer de intermediario de Escobar en un secuestro pero hay que entender el contexto. Escobar les utilizaba como hombres de los que fiarse. Lo que pasa es que René no escondió su amistad, lo admitió públicamente y era políticamente incorrecto. Fue un escarmiento. Me regaló una pulsera, Valderrama un abrigo… Me llevaba muy bien con los colombianos, Muy buena gente”.

La casa del madrileño en Roma se convirtió en un punto de encuentro para las visitas de amigos. Poca competición y mucho tiempo libre en cuatro años de estancia. Llegó a la capital italiana en 1997 cargado de una ilusión diluida en un semestre. “La pretemporada era increíble, a Helguera y a mí nos hacían fotos para reírse de nuestro estado físico y cuando ya cogimos la forma habían pasado cuatro meses. Entré en un par de partidos, debuté contra el Nápoles y después contra la Fiorentina y fui titular contra la Lazio en el derbi. Perdimos 3-1 y la prensa señaló a dos culpables. Uno era yo”. César Gómez no volvió a disputar ni un minuto con la camiseta romana. “Si perdías venía la afición y te tiraba pescado por encima de la valla de entrenamiento. Luego perdimos los siguientes tres derbis pero para ellos el culpable seguía siendo yo”. Comenzó entonces un calvario deportivo y psicológico de cuatro años. El club que había pagado una millonada por el defensa quería echarlo sin haber sumado dos partidos completos en el equipo. César cumplió su contrato y se retiró. Su lucha fue olvidada salvo para los mentideros digitales empeñados en repetir mentiras sin contrastar. La más popular y dañina para su biografía dice que la Roma se equivocó al fichar a César Gómez cuando en realidad el entrenador Zdeněk Zeman había pedido en Pablo Paz. Según la rumorología bloguera, la z del apellido supuso un error de 3 millones de euros. “No fue verdad lo de Pablo Paz. En su momento me lo preguntaron en Italia y dije: ‘Si eso es así, tendrían que echar a todos por inútiles’. Dijeron lo mismo de un Tomic que fichamos y que luego jugó en el Alavés. Había otro Tomic y dijeron que habíamos fichado al equivocado”.

«Perdimos el derbi con la Lazio 3-1 y la prensa señaló a dos culpables. Uno era yo. Luego perdimos los siguientes tres derbis pero para ellos el culpable seguía siendo yo»

César se explica tranquilo, sin rencor, con la serenidad de una persona a gusto consigo mismo. Los falsos datos dicen también que montó un concesionario de coches y que vivía en un estupendo ático en el foro romano donde disfrutaba de un espectacular salario.“Hay que entender cómo funciona Italia y los italianos para entenderlo. Me querían echar y estaban dispuestos a todos, pero la gente de la ciudad me trataba bien a pesar de que me iba mal. El trato con todos los empleados del club fue magnífico. Tengo muchos buenos amigos allí y sigo siendo romanista”. César llegó a Roma casi con 30 años y un prestigio argumentado con decenas de partidos impecables con Antonio Mata en la defensa del Tenerife. Uno de ellos fue el que motivó realmente su fichaje. 

RONALDO
En 1996 Ronaldo Nazario reventaba caderas en las defensa de la Liga con la camiseta del Barça. Los periodistas debatían si la violencia era la manera más eficaz de parar a la mayor mezcla de técnica y velocidad que se había visto nunca en España. En ese clima César Gómez era el siguiente candidato a marcaje inocuo contra el carioca. “El primer duelo fue en Barcelona cuando empatamos a 1. Heynckes me pidió marcaje individual: ‘Si va al baño, te vas con él’. Esa temporada lo hice también con Bebeto y creo que ahí lo hice mejor porque jugamos cuatro veces y solo metió un gol y fue de falta. El caso es que Ronaldo ese año fue el primero que hacía eso de meter más goles que partidos. Había hecho la jugada de Compostela y una jugada todavía mejor que le define contra el Valencia. Enfrentó a Engonga, que es un tipo grande, Otero y Patxi Salinas y les pasó por encima. Era imparable. El caso es que en ese partido no pensé nada salvo que cuando fuese a armar Guardiola el pie, tenía que salir corriendo antes para ganar algunos metros. Y eso hice. En una jugada Guardiola fue a dar el pase mirando además hacia otro lado. Salí corriendo hacia nuestra portería para que no me pillara y cuando salió el balón ya me había adelantado. Me humilló. Así que pensé, me tengo que montar encima de él. Y eso hice. Esa temporada me llamaban de todas partes. Y cuando ganamos 4-0 en Tenerife también se habló mucho. Yo siempre decía lo mismo. Es imparable, rezar y que no tenga el día”. César Gómez se convirtió para toda la prensa deportiva en el hombre que había sido capaz de frenar un tren en marcha e Italia fichó ese verano al tren y al antídoto. “Aldair me contó que cuando jugamos contra el Inter, Ronaldo le preguntó si yo jugaba. Le dijo que no y dijo: ‘Menos mal’. Pero no le he vuelto a ver”.

El duelo con Ronaldo no se volvió a producir. El consumismo futbolístico no otorga segundas oportunidades. César se preparó mentalmente para sobrevivir al acoso laboral de una entidad que quería otro juguete que romper. “Con el único con el que me enfrenté era con el presidente Sensi. Me dijo que me fuera, me quería en China, cederme a la Reggiana… pero yo dije que solo iría a España. El Valencia estuvo ahí ahí… pero no salió nada. El club era suyo, era su juguete y hacía lo que quería. La prensa era muy dura, pero yo no iba a retroceder en mi carrera, no había ido a Roma para acabar cedido en un club de Segunda”, recuerda. César decidió quedarse, pelear y esperar su oportunidad. “Llegó Fabio Capello y creía que tenía opciones porque él había ido a ver los entrenamientos de Maturana a Valladolid cuando no era un entrenador conocido. Había comentado algo y pensé que tuve opciones, pero al tercer entrenamiento, cuando el presidente supo que estaba entrenando, me apartó y todo cambió. Tuve un enfrentamiento legal por los derechos de imagen pero también porque alegaban que no entrenaba por otros problemas. Se formó una comisión para analizar mi caso y Capello, al que yo no había hecho nada, dijo que no entrenaban porque era muy duro y ponía en riesgo a mis compañeros. Hizo caso al que le pagaba y me sorprendió su actitud. Mis compañeros me salvaron y se pusieron de mi parte. El capitán era Tommasi que ahora es el presidente del sindicato de futbolistas y alegaron que eso era falso que me tenían apartado (junto con otros tres jugadores más). Jugaba algún partido con juveniles y entrenabas mañana y tarde. El cuarto año ya me costaba mucho ir a entrenar y me acordé de Maturana que me dijo que el momento de dejarlo es cuando no te apetece entrenar. Me pasó eso y lo dejé”.

«Capello, al que yo no había hecho nada, dijo que no entrenaban porque era muy duro y ponía en riesgo a mis compañeros. Hizo caso al que le pagaba y me sorprendió su actitud. Mis compañeros me salvaron».

Un epílogo delirante para una carrera exitosa. Sobre todo en Tenerife donde se rumoreó que se iría con Valdano al Real Madrid (“la verdad es que ni lo pensé”), donde compartió un juego histórico para recordar con futbolistas como Redondo (“como Totti, jugaba a otra cosa. Algunos le odiaban solo porque era muy superior, estaba muy por encima del resto”) y aprendió del fútbol ilustrado de la pareja Valdano & Cappa: “Aprendimos otro fútbol. Valdano era un motivador increíble. Recuerdo que cuando jugamos contra el Sevilla de Maradona le dije en el vestuario: ‘Voy a tirarle un caño’. Para nosotros Maradona era el más grande. Me respondió: ‘Si es lo que te pide el cuerpo, hazlo’. Me quedé alucinado pero claro, salías al campo crecido. Y se lo tiré pero le entró rebotado entre las piernas”.

«Como no tenía las manos, le mordí y me tiré como si me diera un codazo y le expulsaron… Cosas de los partidos. Soy el único que le ha hincado el diente a Suker con la Obregón»

Solo Valdano es capaz de permitir que un defensa como César saliera al campo con el objetivo de tirar caños. “Jugamos en Sevilla, nos metieron tres y Suker se quitó la camiseta celebrando el tercer. Nos sentó muy mal… ya ves, la impotencia de competir. Esto es muy español, siempre tiene otro culpa de tus desgracias. Nos metieron tres goles pero la culpa era de Suker por quitarse la camiseta… El caso es que estuve planeando con Paqui la venganza durante meses. Esa semana no pensábamos en otra cosa. Y en el partido de la segunda vuelta nos dijimos de todo. Ya ves Suker que no dio una patada nunca. Le ganamos y decíamos: ahora no te quitas la camiseta… En una jugada le agarré por la espalda y el me tocó abajo, le apreté y echó el brazo atrás. Como no tenía las manos, le mordí y me tiré como si me diera un codazo y le expulsaron… Cosas de los partidos. Soy el único que le ha hincado el diente a Suker con la Obregón”.