Diego Barcala.- Antes de seguir leyendo vaya a la portada de este número y lea el subtítulo que desde hace una década luce la cabecera de Líbero: Nostalgia. Sirva ese ejercicio como profiláctico ante cualquier exageración o exceso de drama derramado en estas líneas. Nada en la vida de un madridista generará tal liberación de euforia como la Séptima. Para empezar, habría que esperan 32 años para volver a sentirlo. Es decir, el tiempo transcurrido entre la sexta Copa de Europa de 1966 y el gol de Mijatovic-¡Pessotto-rompe-el-fuera-de-juego! en 1998. La amenaza del fútbol de los petrodólares podría generar una laguna histórica parecida pero parece improbable. Y más después de la actual edición, sobre la que trata este texto ilustrado por Manuel Marsol, testigo presencial junto con el que escribe de la reciente decimocuarta en las gradas de Chamartín y Saint-Denis. O lo que es lo mismo, la inolvidable e irrepetible Copa de Europa que el Real Madrid ha regalado a la historia del fútbol.
Retrocedemos en el tiempo apenas un año para tratar de explicar lo inexplicable. El Real Madrid abre el telón de la nueva temporada con el fichaje frustrado en primera instancia de Kylian Mbappé, la incorporación paliativa del adolescente Camavinga y el regreso de Carlo Ancelotti que estaba en esa caída libre del final de la magia ganadora de muchos entrenadores: Nápoles, Everton… una selección y a comentar partidos en la tele. El Madrid acaba de fichar también a David Alaba que se tendrá que multiplicar para suplir a la legendaria pareja Ramos-Varane. Vamos, que las expectativas no podían ser más austeras después de un año en blanco con Benzema de máximo goleador (30 goles), seguido por Casemiro (7 goles) y una meritoria semifinal de Champions disputada contra el Chelsea en la que se vio una diferencia abismal entre uno y otro equipo. Sirva este aburrido párrafo de recordatorio para situar al lector. Insisto, pintaba azul oscuro casi negro.
MANUEL MARSOL» El ilustrador imagina al espíritu de Juanito impulsando a Rodrygo.
El proyecto comenzó bien, con Ramos lesionado en París y Messi de compañero, Varane fuera de foco en Mánchester y una especie de renovada ilusión gracias a la familiaridad de Ancelotti que daba titularidades a Hazard y Bale. Enseguida se vio que la Liga iba a ser fácil para el Real Madrid. Otra cosa era la Champions, sin duda, inalcanzable para un equipo de veteranos y noveles. Maduritos de los buenos como Benzema, Casemiro, Kroos y Modric. Y de los malos: Isco, Bale, Hazard y Marcelo.
El único chispazo que podría presagiar una campaña europea diferente a la mediocridad era Vinicius, que sí parecía mantener cierta progresión dirigida correctamente por el técnico italiano. En rodeo a ese tipo de análisis se llegó al sorteo de las eliminatorias en las que todos los aficionados esperaban un rival asequible que permitiera alargar las visitas europeas a las obras del Bernabéu un poco más. Y el sorteo concedió el deseo: Benfica. Cuando se lea este texto dentro de 20 años (¿Seguirá jugando Modric?) este será el típico dato que habrá pasado al olvido después de lo que estaba por llegar. Pero el 13 de diciembre de 2021 el Madrid se emparejó con el campeón portugués.
Y el sorteo concedió el deseo: Benfica. Cuando se lea este texto dentro de 20 años (¿Seguirá jugando Modric?) este será el típico dato que habrá pasado al olvido después de lo que estaba por llegar. Pero el 13 de diciembre de 2021 el Madrid se emparejó con el campeón portugués.
Y empezaron las cosas raras. En una situación sin precedentes la UEFA (en el punto de mira del Real Madrid por la Superliga) repitió el sorteo por problemas técnicos y el Madrid quedó emparejado con las superestrellas compradas a tocateja por el PSG (Messi, Ramos, Achraf…). El Madrid se preparaba para un invierno molto longo hasta la eliminatoria de febrero, con la ida en el Parque de los Príncipes.
PSG
Confianza o precaución. Nadie sabe muy bien cuál es el estado de ánimo óptimo para la competición deportiva. El legendario Iker Casillas explicó en la edición decimoséptima de Líbero cómo le afectaba a sus actuaciones el estado mental de cada momento. “No es magia, es confianza. Los porteros se basan en su mentalidad. Si tu mentalidad es vulnerable, estás jodido. Da igual desde dónde te tiren, que no estás capacitado para pararla. Ahora bien, como estés fuerte y te creas un muro, te pegan desde un metro y sabes que no va a ser gol”. El Real Madrid celebró la citada Séptima en Amsterdam con el champagne de la Juventus. El favoritismo nunca es un buen aliado. Eso es de primero de rueda de prensa de Pep Guardiola. “Son buenísimos”, suele reiterar siempre el entrenador catalán. Sin embargo, el pesimismo se convierte fácilmente en una cadena de acero atada a la cintura en un hundimiento. Sin salir del universo madridista, los aficionados blancos saben que hay partidos europeos en los que el complejo de inferioridad bloquea cualquier virtud: Milan de Sacchi, PSG de Weah y Ginola, Bayern de Munich de los que toquen en el Olímpico, Barça de Guardiola.
BENZEMA» Cuando empezó todo, con el francés presionando a Donnarumma. Ilustración de Manuel Marsol
En ese debate psicoanalista se tropezó el Madrid en París en una clásica actuación de ida de Copa de Europa del Madrid de las remontadas. Achicando agua, el portero a la heroica, sin apenas ocasiones y admirando a los rivales, siempre más fuertes, más rápidos y hasta más guapos. En este caso Mbappé era Peter Pan contra Garfio todo el rato. Un gol y un penalti que Messi falló para que el guion guardara algo de esperanza blanca. 1-0 que pudieron ser un saco y la impresión de que Pochettino había puesto a jugar en equipo a las figuras. El penalti parado por Courtois significó mucho porque fue ante Messi. Pocas bestias negras más grandes en la historia del Madrid. 26 puñales clavados a diferentes porterías blancas a lo largo de su carrera. *
*Lee el resto de la crónica con las ilustraciones de Manuel Marsol en la nueva edición de Líbero. Puedes pedirla a domicilio a cualquier parte del mundo aquí.