Cuando cortaron las piernas a Maradona

Ni el más cínico de los aficionados se pudo resistir ante semejante reaparición. Maradona llevaba años tocando fondo, se había revolcado en la cocaína, había sido suspendido, amagaba con la retirada y volvió. Y lo hizo a lo grande. El imprevisible guion de su carrera daba un nuevo capítulo cuando ya nadie lo esperaba Ni siquiera él mismo. De hecho, se había descartado meses antes del Mundial aunque dejaba una puerta abierta: “La verdad es que me pongo la camiseta de la selección y me siento Superman” .

Fotografía Agencias

Fiel a su vida excesiva en apenas unos días pasó de meter a Grecia uno de los mejores goles de su vida a ser conducido por la enfermera Sue Carpenter a las puertas del infierno. Fue un 28 de junio de 1994. Todos aprendimos una palabra nueva: efedrina.

Diego Barcala.- Viajemos antes unos años atrás. El 10 había dado por acabada su etapa en Nápoles en el verano de 1990. Tras el famoso “hijos de puta” a los que pitaban el himno y un estresante Mundial, Maradona no quería seguir en Italia. Tenía una oferta de Japón y se declaró en rebeldía iniciando lo que él mismo calificaba como “la telenovela Maradona Ferlaíno (el presidente del club napolitano)”. Maradona fue obligado a quedarse, se sintió preso, y la guerra contra todos se saldó con un positivo por cocaína el 17 de marzo de 1991. En el documental de aquella etapa dirigido por Asif Kapadia se insinúa que a la estrella del equipo se la había protegido en controles anteriores, cuando era de sobra conocido su consumo de cocaína. El Nápoles le dejó caer y aquel día pasó a ser oficial la relación de Maradona con las drogas. Su prestigio tomó el camino de bajada sin frenos y pasó a ser una estrella amortizada para el sistema.

Este inciso histórico es importante para explicar las sensaciones de aquel fatídico día en Boston, durante el Mundial de EEUU en 1994. Un cuarto de siglo después conviene recordar que el binomio Maradona y drogas era indisoluble en la opinión pública. Estaba ahí. Él mismo hablaba de ello como un error de su vida. Y por tanto mantenía a todos sus fans con el corazón en un puño ante cualquier recaída que le hiciera volver a dar positivo. Para la hipócrita y ultracapitalista FIFA también resultaba incómoda la presencia del desprestigiado Maradona como centro de todas las miradas de su circo en el mercado estadounidense. Pero el 10 de Argentina no es que fuera el centro de las miradas, es que comenzó el torneo como un torbellino. En un estado de forma impecable para sus 33 años, su participación en el equipo de Alfio Basile era la guinda a una gran generación con Fernando Redondo, Gabriel Batistuta y Claudio Caniggia entre otros. Fue precisamente con el 5 con el que se asoció en la frontal del área en una serie de primeros toques que culminó en la escuadra y una celebración llena de rabia al nuevo fútbol, al de las cámaras por todas partes, al que ya no era el suyo, el moderno ultratelevisado con nombres en las camisetas. Maradona se sentía Superman y no se resistió a demostrarlo.

Unos días después volvió a lucir la albiceleste contra Nigeria. Y segunda demostración de que Argentina iba en serio remontando un gol la selección africana, que tenía un equipazo. Pero ese 25 de junio se acabó el fútbol de verdad para Maradona. Y acabó de triste manera. “Vino esa enfermera a buscarme hasta el costado de la cancha, porque yo estaba festejando con la tribuna, y no sospeché nada. ¿Qué iba a sospechar si yo estaba limpio, limpio? Estaba tranquilo porque me había hecho controles antidoping antes y durante el Mundial, y todos daban bien. ¡No tomé nada, nada de nada! ¡Abstinencia total hasta de lo otro, de lo que te tira para atrás!”, recordaba en su biografía de referencia, ‘Yo soy el Diego’ (2000). El relato maradoniano encajaba. Un positivo extraño, cuando mejor estaba, con una enfermera buscándolo en el propio campo, con el equipo presentando candidatura… Olía raro.

“Yo tengo mi verdad, pero no tengo pruebas”, se ha cansado de repetir desde entonces el gran artífice del estado de forma de Maradona, el preparador físico Fernando Signorini. Unos meses antes del verano, habían hecho una pretemporada en La Pampa que se podía considerar un auténtico éxito. Signorini, una de las personas que más tiempo convivió con la estrella, no es dudoso en hablar con franqueza sobre Maradona. Una de sus frases más celebradas dice: “Yo con Diego voy al fin del mundo, con Maradona ni a la vuelta de la esquina”. Y Signorini da fe de que Maradona decía la verdad cuando aseguraba haber hecho un enorme sacrificio para llegar a EEUU con 76 kilos de músculo y magia. Por eso ha apuntado siempre la teoría conspirativa de que a los patrocinadores y los dueños del negocio no les interesaba Maradona. “Lo empaquetaron. Ya habían vendido el espectáculo, habían ganado todo el dinero que tenían que ganar y ya está. Ya no lo querían dentro del show. Pero repito, no tengo pruebas”, teoriza Signorini en cada entrevista.

 “Yo con Diego voy al fin del mundo, con Maradona ni a la vuelta de la esquina”

Pero aquel relato persecutorio de una especie de asociación poderosa, cuasimafiosa entre la FIFA, el presidente de la AFA Julio Grondona y el imperialismo yankee para expulsar a Maradona del Mundial tiene sus fisuras. En un libro conmemorativo del 60 cumpleaños de Diego, uno de los médicos de la selección, Roberto Peidró, detalla todo lo que presenció en aquellos instantes. “¿Por qué ingresé al campo de juego con la enfermera estadounidense Sue Carpenter a buscar a Maradona? Por lo general, siempre se espera a los jugadores cuando están saliendo. En ese estadio, el vestuario estaba en una punta y la oficina de control en la otra. Había que ir a avisarles a la cancha porque no se podía pasar antes por el camarín, está contra las reglas de la FIFA. Unos minutos antes de que terminara el partido, tuve un breve diálogo con Sue Carpenter en el que ella me contó que había estado en pareja con un argentino. Cuando terminó el partido le dije: “Vení conmigo que vas a salir en todos los diarios del mundo al lado de Maradona”. La foto de nosotros tres quedó para siempre. Diego la tomó de la mano a Sue y nos fuimos los tres caminando hasta el vestuario. Él hacía chistes, hablaba del partido, estaba perfecto, al punto que cuando fuimos al antidoping, se encontró con el nigeriano que lo había marcado y el tipo quería un autógrafo a toda costa y Diego le repetía: ‘Sos un perro, sos un perro’”, explica Peidró en ‘D10S. Miradas sobre el mito Maradona’ (Julio Ferrer, editorial Octubre).

“La verdad, la única verdad del Mundial 94 es que se equivoca Daniel Cerrini pero lo asumo yo, esa es la única vedad”, sentencia el propio Diego en su biografía. 

Ya sabemos por qué la enfermera fue a buscar a Maradona al centro del campo. Ahora tratemos de averiguar qué había tomado. Y aquí aparece el verdadero villano de la película. Un culturista de 27 años llamado Daniel Cerrini es el centro de las críticas de todos. Y el declarado culpable por el propio afectado. “La verdad, la única verdad del Mundial 94 es que se equivoca Daniel Cerrini pero lo asumo yo, esa es la única vedad”, sentencia el propio Diego en su biografía. ¿Qué hizo Cerrini? El cometido de este preparador que había ayudado a Maradona a presentar una figura escuchimizada en Newell’s (pesaba 71 Kg) era controlar su peso. Seguía teorías de preparadores orientales basadas en complementos vitamínicos. “Luego de revisar sus pertenencias, comprobamos que Maradona había consumido efedrina, entre otras pastillas, que iban desde medicamentos inofensivos a vitaminas. Cerrini lo había estado medicando sin nuestro conocimiento. A Diego le dieron un medicamento que era el mismo que tomaba en Argentina. En Estados Unidos se preparaba de la misma manera, pero agregándole efedrina ya que allá estaba permitida. Nadie estaba al tanto de eso”, recuerda Peidró.


CERRINI 
Cerrini forma parte del listado interminable de amigos de Maradona que suscitaron siempre sospechas al respecto de la influencia que ejercieron sobre él. Desde el histórico representante Coppola hasta Leopoldo Luque, el último médico que daba los partes días y publicaba selfies con él antes de su muerte. El famoso entorno de Maradona. Signorini fue el encargado de dar la noticia en el hotel al 10. Le despertó y se lo resumió: “Diego, se acabó. Has dado positivo”. Después fue a ver a Cerrini y le dijo: “Tomá el avión que te lleve lo más lejos posible. Estará Don Diego en el hotel”. Es fácil imaginar lo que ocurrió en aquellas tristes y rabiosas horas en el hotel. Lágrimas, golpes, gritos. Asumido el varapalo, Diego habló para el mundo: “Me cortaron las piernas”. “Maradona tomó un cóctel de medicamentos estimulantes. Efedrina, norefedrina compuesta por femul proponel amida, pseudo efedrina y metaefedrina”, explicó el presidente de la comisión de doping de la FIFA, el belga Michel D’Hooghe. Todos miraron a Cerrini, salvo Diego, que en una demostración más de fidelidad a los códigos de su destino nunca le culpó. “Compró Ripped Fuel en vez de Ripped Fast, que es el que tomaba, y se acabó. Los dos son de venta libre, pero el Fuel tenía unas hierbas que daba efedrina”, resumió. Cerrini vive en EEUU donde sigue trabajando en gimnasios. Su hija se llama Mara Dona Cerrini.

 “Me cortaron las piernas”. “Maradona tomó un cóctel de medicamentos estimulantes. Efedrina, norefedrina compuesta por femul proponel amida, pseudo efedrina y metaefedrina”, explicó el presidente de la comisión de doping de la FIFA, el belga Michel D’Hooghe

Con Maradona fuera, la selección perdió sus dos siguientes partidos: Bulgaria y Rumanía. Fuera del Mundial y encima victoria para el archirrival, Brasil, el equipo del presidente Joao Havelange, tan odiado por Diego. La FIFA premió a la AFA con varios cargos para Julio Grondona, como la presidencia de la comisión de Finanzas. Maradona nunca volvió a hacer una preparación física profesional y su retirada en Boca Juniors fue solo un postre de nostalgia.