Eduardo Sacheri.- Existen millones de fotografías de Ricardo Bochini. Bueno, tal vez lo de “millones” sea exagerado. Digamos, cientos de miles. Bochini jugó al fútbol y fue famoso, pero jugó al fútbol y fue famoso en las décadas del 70 y el 80 del siglo XX, antes de la fotografía digital y de la globalización definitiva. Y ese era un mundo en el que se tomaban menos fotos. Pues bien: de esos cientos de miles de fotos disponibles, elegí ésta para colgar en la pared de la habitación en la que escribo. No hay muchas fotos en esa pared. Algunas de mis hijos y mi mujer. Una de mi padre. Y esta fotografía del jugador más importante de la historia del Club Atlético Independiente.
Reconozco que mi elección puede resultar extraña. No hay colores. No hay público en las gradas. No hay un trofeo en los alzados brazos del ídolo. No hay un racimo de casacas rojas rodeándolo, abrazándolo, festejando un gol, una consagración, una vuelta olímpica. Por no haber, ni siquiera hay una pelota de fútbol en la foto.
La indumentaria del crack, por su parte, tampoco luce demasiado. La camiseta de manga larga, a medio arremangar. El pantalón arrugado. Las medias gruesas sostenidas por un cordón anudado (el derecho asoma por debajo del doblez bajo la rodilla).
Es una fotografía blanco y negro de un muchacho que posa en soledad en un estadio vacío. Un chico que mira la cámara con el ceño un poco fruncido, la boca entreabierta, la expresión algo incómoda. Ni siquiera ha conseguido poner las dos manos a la cintura. La izquierda sí, pero la derecha le ha quedado posada un poco más abajo, en un ángulo raro. Se lo nota incómodo, indeciso, desconfiado, como si no estuviera del todo seguro acerca de lo que se espera de él. Como si acabase de aterrizar en un sitio un poco extraño.
El sitio en cuestión es un estadio de la tercera o cuarta categoría del fútbol argentino. Es posible que pertenezca al club Arsenal. Las gradas de madera y los carteles publicitarios de “Vinos El Americano”, “Amortiguación Sarandí” o “Fábrica de Muebles Mo-Bo” dan algunas pistas al respecto.
La indumentaria del crack, por su parte, tampoco luce demasiado. La camiseta de manga larga, a medio arremangar. El pantalón arrugado. Las medias gruesas sostenidas por un cordón anudado (el derecho asoma por debajo del doblez bajo la rodilla). Los botines son negros, con vivos blancos, y es evidente que han conocido tiempos mejores.
¿Por qué me gusta tanto esta foto de un muchacho que está solo, de pie en una cancha vacía? Porque todo está por suceder. Es una fotografía, pero yo la pongo en movimiento y es la primera escena de una película.
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