Cuenta la verdad, Uruguay

Con la fulgurante irrupción en el once del Real Madrid del uruguayo Federico Valverde, el escritor Javier Aznar se pregunta algo que le lleva rondando años. Y quiere llegar al fondo de la verdad de este asunto.

Javier Aznar.- Pero, ¿de dónde saca Uruguay a tanto futbolista competente? ¿Tienen una cadena de montaje? Si solo son 3,4 millones de personas. La mitad ya solo que la comunidad de Madrid. Y, sin embargo, tienen dos Mundiales, lograron engañar a todos colocando al peor futbolista-mejor pagado del mundo, el Chino Recoba, y en cualquier equipo con aspiraciones a título siempre figura un uruguayo en el once. Siempre. No falla. El Barça tiene uno. La Juve tiene uno. El Real Madrid tiene uno. EL PSG tiene uno. El Atleti tiene uno. El Inter no tiene uno, tiene dos. El Arsenal tiene uno. El Valencia tiene uno. Hasta en Segunda División tenemos a Stuani, metiendo goles sin parar, que parece Van Basten de repente. Y Zidane, el maldito Zizou, el elegido, el tipo que cambió el fútbol, el creador de la ruleta, el técnico ganador de tres Champions seguidas, va y decide llamar a su primogénito en honor a un futbolista uruguayo: Enzo Francescoli.

Y Zidane, el maldito Zizou, el elegido, el tipo que cambió el fútbol, el creador de la ruleta, el técnico ganador de tres Champions seguidas, va y decide llamar a su primogénito en honor a un futbolista uruguayo: Enzo Francescoli.

Pero no contentos con sacar a tanto jugador bueno, ahora han conseguido lavar el cerebro y ganar para su causa a Griezmann, uno de los mejores atacantes del mundo. Algo inaudito. Le ves al tipo, un gabacho de manual, cebando mate y con el termo de acá para allá, envuelto en la bandera de Uruguay en medio de la rueda de prensa de un Mundial, y piensas que eso tiene que ser algún tipo de maniobra militar clandestina. Como cuando la Unión Soviética captaba a mentes brillantes de Cambridge para que trabajaran con ellos como agentes dobles. Seguro que Godín tiene 55 años en realidad y es general del ejército. No puede ser de otra manera. Insisto: las cifras no atan. ¿Crearon en los años 50 algún tipo de programa científico secreto para convertirse en una superpotencia futbolística? ¿Les entrenan desde niños, como en la antigua Esparta, para meter el pie y morir en el campo? ¿Qué está pasando? ¿Por qué conozco a más futbolistas uruguayos que italianos de repente? Forlán, Luis Suárez, Cavani, Stuani: ¿se cayeron en una marmita de pequeños y ahora no pueden dejar de meter goles?

¿Crearon en los años 50 algún tipo de programa científico secreto para convertirse en una superpotencia futbolística?

Una vez escribí en esta revista una historia en la que mencionaba como anécdota que de niño me había comprado una camiseta de Peñarol y que cuando la llevaba por la calle un montón de señores mayores me paraban para felicitarme y mostrarme su apoyo. Hasta me cantaban. ¿De dónde salían todos esos aficionados de Peñarol? ¿Eran espías uruguayos desplegados por el mundo? ¿Son los uruguayos los mormones del fútbol y van por ahí captando a gente algo desorientada? Es más, cuando luego salió aquella historia publicada, muchísimos hinchas de Peñarol me escribieron y mi Twitter parecía el de un futbolista cuando ficha por un equipo turco y le reciben 7.000 tarados en el aeropuerto al llegar, cuando le ponen la bufanda y le sacan a hombros como a un torero. Y encima, va luego Pedro Mairal, escritor argentino, y gana en España el prestigioso Premio Tigre Juan con, sí, lo han adivinado, “La uruguaya”. Se ríen de nosotros....

Cualquier día ganan la Eurocopa estos cabrones. Veo a Godín, a Cavani, a Luis Suárez y a Valverde, y yo la verdad es que me iría a la guerra con ellos. Solo ya con estos cuatro salvajes conquistas media Sudamérica si te pones a ello. Son otra raza. Juegan al fútbol como si tuvieran secuestradas a sus familias. Si Evasión o Victoria se hubiera rodado con uruguayos, los nazis no habrían pasado del minuto 10. Para el próximo Mundial seguro que ya se han sacado de la manga a un nuevo delantero capaz de marcar goles desde cualquier posición. Les crecen en los árboles o los tienen en viveros. No puede ser de otra forma. Muchos temen la venida de los robots y que nos quiten el trabajo. Yo temo que un centrocampista uruguayo me quite esta columna.

Para el próximo Mundial seguro que ya se han sacado de la manga a un nuevo delantero capaz de marcar goles desde cualquier posición. 

Pero sin duda, una de mis anécdotas favoritas relacionada con un futbolista uruguayo la viví en la época en la que vinieron varios jugadores al Racing de Santander: Abeijón, Regueiro, Correa, Tais, Magallanes, etc. Una pequeña colonia uruguaya se formó durante unos años en El Sardinero. Como mi colegio estaba pegado al campo del Racing todos los jugadores solían matricular a sus hijos ahí, donde mi madre fue profesora de preescolar durante 30 años. Un día aburrido bajé a verla (y a pedirle algo de dinero, claro) y me puse a charlar, por hacer algo de tiempo, con el hijo pequeño de uno de estos jugadores que estaba en clase de mi madre. Le recuerdo hablándome, con el baby puesto: “Mi papá no va a jugar el domingo que viene, porque le dijo al árbitro que ya no podían ser amigos nunca más y el árbitro se enfadó con él”. Por supuesto, luego leí en el periódico que a aquel jugador le habían caído 4 partidos por llamar “hijo de puta” al colegiado. Es que es imposible no quererlos. •