De Atotxa a Anoeta, una crónica sentimental

El último vestigio que quedaba de Atocha o de Atotxa como se ha normalizado ya era el Bar Moderno. “Se traspasa”, pone un reciente cartel que finiquita las tres décadas de transformación del barrio donde estaba el viejo estadio de la Real Sociedad.

Xabier Rodríguez.- La Real juega su primer partido de la temporada en casa frente al Rayo Vallecano. Es también la vuelta del público después de la pandemia y hay ganas de ir al estadio. Salgo de casa con tiempo de sobra para ir caminando. A la altura de la calle Miracruz decido cambiar de recorrido y acercarme a ver cómo ha quedado la entrada del barrio de Egia después de que derruyeran el viaducto que tanto lo aislaba.

Hacía años que no pasaba por el paseo del Duque de Mandas en día de partido. La calle está casi desierta, los comercios cerrados. Busco la sombra de los edificios para protegerme del calor. A mi lado un matrimonio pasea empujando un carrito de niño. Más adelante sobrepaso a un señor que camina despacio, apoyado en su bastón. Me detengo frente a una tienda de vidrios y me vienen infinidad de imágenes a la mente. A esa misma altura debía de estar la puerta por la que entré, por primera vez en mi vida, al estadio de Atotxa.

ATOCHA» Panorámica del viejo estadio del que ya no queda nada. Foto. Archivo Real Sociedad. 

Fue en el verano del 84. La Real celebraba su 75 aniversario y se iba a enfrentar a Boca Juniors. Fui de la mano de mi primo, vestido de txuri-urdin y feliz como si me llevaran a un parque de atracciones. Porque en esos años los hechos más importantes, los que me mantenían pegado a la radio y celebraba con la alegría de un niño, ocurrían dentro de esos muros, al otro lado de la puerta que estaba a punto de traspasar.

No puedo evitar hacer un alto en mi camino hacia Anoeta y entrar en la plaza que lleva el nombre de Campo de Atotxa. Miro el cartel que avisa de la prohibición de jugar a la pelota. Ironía del destino, precisamente ahí donde la Real escribió sus páginas más brillantes. Me paro en medio de la plaza y miro hacia el lugar donde actualmente hay una tienda de bicis. Allí en la tribuna del del mercado de frutas vi aquel partido contra el Real Madrid.

Miro el cartel que avisa de la prohibición de jugar a la pelota. Ironía del destino, precisamente ahí donde la Real escribió sus páginas más brillantes. 

He oído hablar muchas veces del partido contra el Inter, del ambiente vibrante y la fe en la remontada. También he oído hablar de la emoción del día de la Ikurriña o del derbi que cerró el segundo título de Liga. Envidio a quienes fueron testigos de aquellos momentos, pero me quedo con ese empate a dos contra el Madrid. El gol de Carlos Xavier, el control de pecho, la volea, el balón pasando por encima de Buyo y entrando por la escuadra contraria. El estallido de Atotxa, la piña de los jugadores y el propio Toshack saltando al campo para unirse al abrazo. Aquel día no debieron de hacer falta cohetes para avisar a los pescadores porque el estruendo que salió del estadio debió escucharse hasta en el Cantábrico. Y que nadie me diga que exagero. No necesito volver a verlo en vídeo, porque lo tengo grabado en mi memoria, en la carpeta recuerdos imborrables, subcarpeta Atotxa.

DERBY» El partido del título de Liga contra el Athletic Club. Foto. Archivo Real Sociedad.

Salgo de la plaza y vuelvo a la tranquilidad de Duque de Mandas. Por un momento pienso en acercarme al Bar Moderno. Ese que hace mucho tiempo que dejó de hacer honor a su nombre. El que conserva en sus paredes recuerdos de los años de Atotxa, el que se llenaba de gente desde horas antes del partido y en el que se podía palpar el estado de ánimo de la afición. Si la gente estaba contenta y consumía con generosidad era síntoma de que a la Real le iba bien. Y si te acercabas al terminar el partido podías tener la suerte de encontrarte con Górriz o algún otro jugador, comentar una jugada o pedirle cuentas por algún gol en contra.

En el Bar Moderno fue donde Bixio empezó a asimilar que Toshack no le daría la posibilidad de jugar su partido número 600 con la Real. “599 es un bonito número”, le dijo el entrenador en los vestuarios, el mismo día que Górriz se despedía del fútbol y la afición se despedía de Atotxa. “¡Que no me va a sacar el próximo domingo!”, le comentó a su familia cuando terminó el partido y se reunieron en el Moderno.

BAR MODERNO» El último superviviente de los días de partido, cierra. Foto. X. F.

Quiero volver a entrar en el bar. Si me doy prisa me da tiempo a tomar un zurito y llegar a Anoeta. Desde el otro lado de la calle veo la persiana del Moderno bajada hasta el suelo. Me acerco y leo un cartel que dice “Se traspasa”. •

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