Sergio Amadoz.- A Urbicáin se llega por una carreterita estrecha y en Urbicáin (Navarra, a 30 kilómetros al este de El Sadar) solo viven vacas y una familia que las cuida, pero a veces la gente va a ver y tocar las vallas que rodean la granja. Desde dentro, los animales miran como si pretendieran entender, pero pronto vuelven a lo suyo (el pienso y la paja y espantar moscas con el rabo) y el día se les va pasando. Lejos de las gestas y el estruendo, allí permanece en pie desde hace 15 años el viejo enrejado verde del estadio de Osasuna.
EL SADAR» La histórica valla de El Sadar en la granja de Julián Esquíroz. Foto. Pablo Lasaosa
Por qué están esos hierros en medio de la nada lo explica en cuatro palabras el ganadero Julián Esquíroz, 44 años, hombre de líneas rectas que solo sufre lo imprescindible. “A ver, ha llovido. Era 2005 o por ahí, estábamos como quien dice recién llegáus a Urbicáin, y Osasuna puso un anuncio, ‘Se venden vallas para cierres perimetrales’, y fuimos a verlas. Ellos pedían cinco y nosotros mandábamos cuatro, ya sabes, el tira y afloja. Es la obligación de cualquiera, somos ganaderos y tratantes. Al final nos arreglamos, y como ya no podíamos quitar más dinero, pues dijimos: ‘Oye, que nos encanta el fútbol’, y nos regalaron dos abonos.
«A ver, ha llovido. Era 2005 o por ahí, estábamos como quien dice recién llegáus a Urbicáin, y Osasuna puso un anuncio, ‘Se venden vallas para cierres perimetrales’, y fuimos a verlas»
Era el año que Osasuna va a la UEFA [temporada 2005-2006, con Javier Aguirre en el banquillo, cuarto en la clasificación], y hasta ahora, que seguimos siendo socios”. Y hasta ahí los hechos, más o menos. El resto no es metal, sino símbolo. La historia de un chispazo de Enrique Martín Monreal, y su antes y su después: el relato (puede que vagamente inspirado en sucesos reales) del envés de una foto. Más un forofo tatuado y la hija de un icono de El Sadar de los años ochenta.
MARTÍN» Celebración de Enrique Martín en 1985 frente al Glasgow Rangers.
Yo estaba abajo en la grada el 2 de octubre de 1985 y Martín me rozó con la bota cuando saltó, tras el gol contra el Glasgow Rangers, creo que aún guardo un rasguño de entonces. Y ahora esa valla de la granja todavía es valla porque aquel día sujetó el peso de Martín; si no, si te descuidas, igual ya no le importaba a nadie. “Se lo dije a Gabari, si meto un gol me subo a la valla”. Eso no lo dije yo, claro, se lo dijo Martín a su excompañero de equipo en una de aquellas cenas de los jueves, y él le respondió que si se subía le daba un botellazo. No se lo dio, porque esas cosas se dicen y luego no se hacen, y eso que Gabari era de Olite; también uno dice que se va a subir a la valla y después no se sube, pero, ay, a veces “la certidumbre llega como un deslumbramiento. / Se vive por instantes de luz”. Eso tampoco lo digo yo, sino Rafael Guillén, pero se aplica muy bien al caso de Martín.
El reportaje completo de la valla de El Sadar forma parte de la última edición de Líbero dedicada a los estadios y sus aficionados. Pídelo aquí a domicilio.