Detroit también odia el fútbol moderno

Como un club fundado por cinco amigos hace siete años en Detroit consigue convertirse en la referencia del soccer alternativo del país. La grada de los Northern Guard Supporters ha conseguido llevar el ambiente reivindicativo propio del St Pauli al parque temático de la mercantilización del deporte.

Fernando Mahía.- Son las nueve de la noche y una de esas habituales tormentas veraniegas ha obligado a suspender el encuentro de la penúltima jornada de la NPSL (National Premier Soccer League) entre el Detroit FC y el Gran Rapids FC. “Llueve pero no paran de cantar”, alucina el fotógrafo del club señalando a un grupo de miles de personas que ocupan el fondo del estadio alentando, bebiendo cervezas, encendiendo bengalas y cantándole a nadie, porque el césped lleva una hora vacío. Solo ellos, los autodenominados Northern Guard Supporters, con sus banderas LGTBI, calaveras y estética a la Sant Pauli, siguen allí a la espera de la reanudación. Un completo arcoíris cubre en ese momento el cielo de Detroit. Shawn Lawson, el 9 del Detroit City, se disfraza de Alfredo Santaelena para marcar el gol postdiluvio del empate.

Con ese resultado los rouges (rojos) siguen líderes de la división Midwest – Great Lakes, la plaza que da acceso a los playoffs de la NPSL, una liga de desarrollo amateur. Acabado el partido, llega la celebración con la grada norte, con los 1.000 locos que aguantaron la lluvia cantando. “Esto no es lo normal aquí, en EEUU; no hay ninguna afición como la nuestra, ni siquiera en la MLS”, explica uno de los fotógrafos del club señalando a sus fans. Decir que no hay seguidores como estos en todo el país parece exagerado pero la historia del Detroit City FC tiene un carácter único, igual que la ciudad que lo acoge. Ya no solo por el increible tirón popular de un club amateur creado por cinco amigos hace siete años, sino porque resulta todavía más extraño encontrarse con una grada que lleva pancartas de ‘Welcome Refugees’, que proclama abiertamente su defensa de la comunidad LGTBI y se declare abiertamente antirracista en los EEUU de 2019. Un país donde el deporte es además uno de sus símbolos de consumo capitalista sin mensaje alguno. Solo podía suceder en Detroit, una especie de ave fénix resurgido de las cenizas de un coche chamuscado.

La historia del Detroit City FC tiene un carácter único, igual que la ciudad que lo acoge. Ya no solo por el increible tirón popular de un club amateur creado por cinco amigos hace siete años, sino porque resulta todavía más extraño encontrarse con una grada que lleva pancartas de ‘Welcome Refugees’,

NACIMIENTO
Cinco ciudadanos de Detroit descubrieron en 2012 que solo necesitaban unos miles de dólares para inscribir un equipo en la NPSL, la más alta categoría del fútbol aficionado y cuarta en el escalafón no oficial del fútbol estadounidense. Su idea era la de crear un club que tuviese la capacidad de crear comunidad a su alrededor y que, de paso, ayudase a mejorar la imagen de la urbe de Michigan. Sin saber muy bien cómo iba a ir la cosa, se encontraron con 1.500 personas en la grada durante el primer partido. Siete años después, suelen jugar ante unas 6.500. La NPSL ha pasado de contar con 45 equipos a 94 en la pasada temporada, divididos entre cuatro regiones y numerosas conferencias. El año de la génesis del Detroit City FC, la ciudad de la Motown, la General Motors y la quiebra financiera encaraba ya la recuperación de sus muy comentados años oscuros. Una historia que ejemplifica el auge y decadencia del Rust Belt estadounidense, la industrializada región del noreste que un día fue el motor de este país.

» FUCK MLS El desprecio por la liga profesional de fútbol de EE UU es la seña de identidad de los aficionados del Detroit FC.

Entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX asomó en Detroit y en otras ciudades del noreste y oeste industrial de Estados Unidos —Nueva York, Philadelphia, Boston, Baltimore, Cleveland, Oakland— una de las versiones más plurales y multiculturales de este país. Downtowns y barrios urbanos recibieron dos olas migratorias: la internacional y la Gran Migración de los afroamericanos que escapaban de los estados del sur (más) racista, de la segregación, los linchamientos y la pobreza. Fue esta última la que en comunidades como el Black Bottom de Detroit —o Harlem, o Fillmore, o el South Side de Chicago—impulsó la evolución del jazz, el blues, la literatura, el pensamiento y el activismo afroamericano. Sin embargo, esta primavera cultural se frustró con la deslocaclización industrial. El capitalismo salvaje decidió producir más barato dejando solo tierra quemada.

» DETROIT La crisis de la deslocalización de la industria del automóvil tiene mucho que ver con lo que representa el equipo de fútbol.

Los centros urbanos fueron asaltados por la pobreza y las clases urbanas y blancas comenzaron a perseguir el nuevo mito norteamericano de la clase media, representado en la casa unifamiliar en un suburbio de las afueras, con su cortacésped y banderita en el porche. Se alejaban, pues, de unas ciudades que se fueron haciendo más míseras y, finalmente, más violentas. Las ciudades se convirtieron en el patio trasero del país que el presidente Donald Trump definió así: “Un asqueroso desastre infestado de ratas y roedores”. Detroit, es la zona cero de este terremoto sociológico. La ciudad pasó de de dos millones de habitantes en los años cincuenta a los 670.000 actuales....

CARÁCTER
La ciudad ha forjado a base de dramas un carácter propio. Una especie de nosotros contra el mundo resumido en una frase que aparece por toda la ciudad: Detroit VS Everybody. Pese a que los índices de violencia y la miseria siguen siendo sangrantes en sectores de la ciudad, el centro parece recuperado con sus rascacielos heredados de las diferentes épocas por las que ha pasado la industria del motor. Por sus calles circulan algunos de los síntomas del turismo masivo, como esos coches a pedales, con música y barra de cerveza incorporada, que emborrachan y llevan a los turistas de aquí para allá sin necesidad de tener que pisar un bar. Pese a la resurrección, la ciudad ha logrado mantener su identidad única. Y si algún sitio lo simboliza es la nueva casa del Detroit City FC.

La ciudad ha logrado mantener su identidad única. Y si algún sitio lo simboliza es la nueva casa del Detroit City FC.

Cuando el proyecto de los cinco vecinos se había convertido en un éxito de público en 2016, el Detroit City FC se mudó al Keyworth Stadium de Hamtramck, una ciudad dentro de la ciudad de Detroit, una especie de gran barrio con su propio ayuntamiento. La mudanza tuvo poco de traumática y no les pudo sentar mejor a todos. Al club, a la afición y a la comunidad a la que acaban de llegar. “El fútbol nos viene genial, trae gente de otros lugares a Hamtramck… y también dinero, claro”, explica Karen Majewski, alcaldesa de esta particular comunidad, eterno lugar de acogida en el área de Detroit. Creada por granjeros alemanes hace 200 años, Hamtramck fue tomada por sucesivas oleadas de inmigrantes polacos, llegados tras la apertura en 1914 de una planta de Dodge. Los ciudadanos de origen polaco llegaron a ser un 90% de la población en los 70.

Cuando el proyecto de los cinco vecinos se había convertido en un éxito de público en 2016, el Detroit City FC se mudó al Keyworth Stadium de Hamtramck, una ciudad dentro de la ciudad de Detroit, una especie de gran barrio con su propio ayuntamiento

Luego llegaron los yemenís y bangladeshíes, convirtiéndola en la primera ciudad con mayoría musulmana en la historia de los Estados Unidos, atrayendo las miradas de los comentaristas más islamófobos del país que la apodan: Shariaville. “Dicen que ahora tenemos 35 idiomas, pero es que en los años 20 se hablaban hasta 50. Muchas veces se ha intentado retratar el enfrentamiento entre vecinos de nuestra ciudad como un problema racial o religioso, pero no tiene nada que ver con eso, son cosas normales entre gente que vive en el mismo lugar; quizás un hombre yemení no sale a pasear todos los días con un polaco, cada comunidad tiene sus propias luchas y guerras y en la mayoría de las ocasiones están muy ocupados como para abrirse a otros, pero todos nos respetamos”, explica Majewski, doctora en flujos migratorios, de carácter reflexivo, agradable y tolerante; alcaldesa hecha a medida para Hamtramck.

GRADA NORTE
En los instantes previos al encuentro del diluvio frente al Grand Rapids FC, los Northern Guard Supporters llegan al Keyworth Stadium en su habitual ritual prepartido, recorriendo las calles de Hamtramck en procesión. Van equipados con altavoces y banderas arcoíris, y caminan mientras entonan clásicos como ‘Not one likes us!’, el grito de guerra heredado de los fans del Millwall City (Unos de los más violentos de Inglaterra) y que no le puede pegar más a esta ciudad.Desde los porches de las casas que rodean el estadio, los hijos de las familias yemeníes les miran con asombro. “Who wants two tickets? Who wants two tickets?” (¿Quién quiere entradas?), repite una de las voces cantantes en los Northern Guard Supporters antes de entrar al Keyworth Stadium. Dos críos yemeníes se hacen con las entradas y, arrastrados por la marabunta, entran en la grada norte. Sus amigos se quedan echando unos tiros al otro lado de una valla de plástico en las porterías públicas situadas tras el estadio, preguntando de vez en cuando si a alguien más por allí le sobra una entrada. Ni en la casa del Detroit City, tanta buena intención y amateurismo no llega para hacer olvidar que esto, al fin y al cabo, es un negocio. Con el encuentro ya finalizado horas después y antes de salir a celebrar el empate al Trixie’s, el bar postpartido de los miembros de los Northern Guard Supporters, Deon Degennaro, uno de los líderes de la grada, cuenta que hubo aficionados de otras partes de Míchigan, incluso de otros estados. “Hay un chico de Florida que tiene a sus padres aquí y suele venir a los partidos cuando los visita”, explica.

Cuestionado acerca de lo extraño de ver una afición tan politizada en los EEUU, Dion ofrece la particular visión que los Northern Guard Supporters tienen sobre esta palabra: “Nosotros no nos consideramos una afición politizada, aceptamos a cualquiera; lo que pasa es que defendemos los derechos humanos y creemos que eso está por encima de la política”. Y añade, en lo que parece ser el mayor trofeo del que pueden presumir club y afición: “¿Sabías que el primer partido que el Saint Pauli jugó en Estados Unidos fue aquí, en Hamtramck, contra el Detroit City?”. Ahora solo falta que pase el Rayo Vallecano por estas tierras. “Guau… ¡eso sería increíble!”, reacciona. Los jugadores van saliendo de los vestuarios. “Nos gusta el fútbol, pero preferimos lo amateur; por ejemplo, nosotros tenemos relación con los jugadores y no hay tanto dinero metido de por medio; nos gusta más así”, comenta Degennaro, que finaliza: “Buscamos esa sensación de comunidad alrededor del fútbol, de club popular”. “Fuck MLS”, tal y como reza la camiseta de otro de los cabecillas del grupo.

A la semana siguiente, estos mismos jugadores hicieron al Detroit City FC campeón de su división, clasificándolo para la final de la conferencia Midwest, antesala de la Final Four de la NPSL. Precisamente fue Cleveland, su antagonista en el derbi del Rust Belt, el equipo que se cruzó en el camino de los rouges. Tras ir ganando por 2-0 al descanso, el Detroit City FC vio como le empataban el partido y la final de conferencia, tras una prórroga sin goles, se acabó decidiendo desde los once metros. Los malditos penaltis pusieron punto final a la mejor temporada en la historia del Detroit City FC. •

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