Diario de un Mundial inolvidable

Mi nombre es Laia Cervelló Herrero, soy de Barcelona y trabajo como corresponsal de The Athletic, medio de comunicación inglés que forma parte del grupo editorial de The New York Times. En agosto tuve la suerte de presenciar in situ historia del deporte español: El primer Mundial femenino de España.

Laia Cervelló.- Estaba en Bangkok de vacaciones cuando conecté el wi-fi de un restaurante y vi el mensaje: “¿Quieres ir al Mundial de Australia y Nueva Zelanda?”.

Quedaba menos de un mes para el comienzo. Dicho y hecho. Empaqueté mis maletas y cambié el sofocante calor tailandés por el duro invierno neozelandés.

Una vez la FIFA aceptó mi acreditación y los gobiernos de Nueva Zelanda y Australia los visados que tramitamos - conseguir rellenarlos debería contar como habilidad en el currículum de cualquiera-, era momento de buscar día para volar. Iba a llegar una semana antes, para evitar el jet-lag. Como si yo también tuviera que jugar.

El vuelo de 30 horas dio para mucho. Sin ningún tipo de conexión a internet surgieron las primeras dudas e inseguridades: ¿Qué clima nos íbamos a encontrar en la Selección Española al llegar? Los meses previos al Mundial, desde que ‘Las 15’ lanzaran el comunicado hasta que se dio a conocer la prelista de convocadas para la cita mundialista fueron intensos

Después de sentirse vendidas por la RFEF -que hizo públicos los e-mails cuando ellas querían llevar el proceso de una forma interna- las jugadoras se sintieron atacadas y se cerraron en banda. También el entorno. Fueron meses de mucha incertidumbre y de pelear cada información conseguida.

Después de sentirse vendidas por la RFEF -que hizo públicos los e-mails cuando ellas querían llevar el proceso de una forma interna- las jugadoras se sintieron atacadas y se cerraron en banda. También el entorno. Fueron meses de mucha incertidumbre y de pelear cada información conseguida.

Gol del Mundial Australia
CAMPEONAS» Una de las celebraciones del gol clave del Mundial


Sabía que The Athletic, el medio de comunicación para el que trabajaba, iba a querer artículos largos, profundos, car- gados de información. Y desde que se dio a conocer la lista de jugadoras que iban a disputar el Mundial, todas las partes habían decidido hacer cierto pacto de silencio. Me preguntaba si aquello iba a cambiar.

La otra duda que me surgía en mi mente era hasta cuándo me quedaría en las antípodas. A priori España no llegaba como favorita. De las pocas informaciones que llegaban de la convocatoria era que el ambiente al principio era extraño. Se juntaban jugadoras que habían iniciado una lucha en otoño con las que habían seguido yendo a la Selección. El entrenador se sentía atacado y estaba a la defensiva, y la vuelta de las jugadoras se hizo rápido y a última hora.

Todo se antojaba demasiado extraño como para pensar que pudieran pasar mucho más allá de octavos o cuartos de final. Además, la Selección nunca había ganado un partido de eliminatoria en competición oficial. Siempre cayendo en octavos. Pero la fecha de mi billete de vuelta decía 21 de agosto. El día después de la final.

The Athletic había enviado a 13 personas. Algo que me sorprendió y me hizo sentir orgullosa a partes iguales. Un des- pliegue digno de la cita pero, no nos engañemos, poco habitual en competiciones femeninas.

The Athletic había enviado a 13 personas. Algo que me sorprendió y me hizo sentir orgullosa a partes iguales. Un des- pliegue digno de la cita pero, no nos engañemos, poco habitual en competiciones femeninas. *

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