Diego Cervero, la leyenda del otro fútbol, dice adiós

Diego Cervero lo deja. El ídolo del Real Oviedo en Tercera se retira a los 39 años. Es momento de pensar en su otra profesión, de médico, la que le valió el apodo de Doc. Se va un cañonero, un símbolo del infrafútbol.

Sergio Cortina | Fotografía. Inma Flores.- “Nunca te vi tan quieto en un campo de fútbol”, le digo. “Ni tan callado”, me responde mientras posa para la fotógrafa en mitad del césped de Los Pajaritos. Lleva razón. Es lo más parecido a un animal que he conocido. Si para marcar hacía falta empotrar al central contra la portería lo hacía y si tocaba celebrar el gol a puñetazos contra el suelo también. Tiene 39 años y levanta su casi metro noventa sobre unas botas desgastadas. Unas Múnich, negras y con algo de hierba incrustada en la puntera de la derecha. ¿Quién usa hoy botas negras? Suenan los últimos flashazos en el campo vacío mientras los nubarrones anuncian la tormenta que bañará Soria media hora más tarde. El cielo se cierra, parece que nos fuera a tragar de un momento a otro. Es el penúltimo día en la oficina de Diego Cervero.

Diego Cervero (Oviedo, 1983) es una leyenda del otro fútbol. Principalmente, lo es porque ha marcado 243 goles en el sótano. La mayoría en Segunda B y Tercera, la mayoría para el Real Oviedo pero también en el Logroñés, Fuenlabrada, Mirandés, Burgos, Barakaldo, Atlético Baleares, Sanluqueño o Numancia. Es un jugador simbólico, de esos que transmite. El mejor ejemplo español de lo que los italianos llaman un bomber de provincia. Un jornalero. Un nueve vocacional y con carisma. Un especialista, un rematador de lavadoras. Después está la rareza. Tres días antes de que fuera declarado el estado de emergencia en España por la pandemia, un futbolista del Barakaldo que también era médico se ofrecía a trabajar gratis en el hospital que le aceptase.


CLÁSICO» Las botas negras en Los Pajaritos, de Soria. Foto. Inma Flores. 

“Cuando mi padre, que es médico, iba de guardia al hospital yo iba con él. Con siete o ocho años. Tocaba un poco las barrigas…Para mí la medicina es vocacional porque es lo que siempre vi en casa y me encantaba. Me gusta mucho ayudar a la gente”. Es la otra cara de un tipo que nació al fútbol en un parto complicado. Uno de esos en los que peligra la vida de la madre y el niño. El Oviedo acababa de bajar a Tercera y en ese presente incierto, un chaval de patillas larguísimas y oviedismo cerril se convirtió en ídolo al momento por goles y actitud. DC9 se retira. ¿Ahora qué?, le preguntó. “Ya lloré todo lo que tenía que llorar”, comenta justo antes de mirar al campo y quebrarse de nuevo. Tras un silencio, retoma la conversación. “Tengo miedo de levantarme y no ir a entrenar. De no poder quitarme la adrenalina corriendo. De no volver a competir… De no poder saltar al campo y mirar a un rival en el balón dividido y decirle: ¡te voy a matar!”.

«Tengo miedo de levantarme y no ir a entrenar. De no poder quitarme la adrenalina corriendo. De no volver a competir… De no poder saltar al campo y mirar a un rival en el balón dividido y decirle: ¡te voy a matar!»

No lo dice pero en ese instante de silencio, mientras ha contenido las lágrimas frente a un periodista desconocido, puede que se haya recordado de niño. Pidiéndole una foto a Radomir Antic en su primera prueba con el Oviedo, o gritando tras un gol de Carlos tras la valla verde del viejo Tartiere. Dicen que la fotografía nos inmortaliza pero no es del todo cierto. De hecho, nada nos recuerda más la ligereza del tiempo que una fotografía, siempre anclada a un momento breve del presente. Las de Cervero, en cambio, se parecen tanto entre sí que no cuesta encontrar huellas del futbolista rotundo que fue en sus primeras anécdotas como juvenil.

En una de esas fotos que le pintan de arriba a abajo como jugador aparece Iniesta. “En juveniles, Asturias tenía buena selección, pero con Cataluña no podíamos competir. Cuando ya nos iban metiendo 6-1, Pepe Lavandera me saca y me dice: por favor, que no nos metan más. Yo llevaba todo el partido viendo a un chaval que jugaba de pivote, que tenía llegada, control de balón, que no se la quitaba nadie. Blanquito y tal. Y me dije, yo voy a por ese. Le solté una patada y le dije: te quedan dos minutos de fútbol y aquí no os vais a reír de nosotros. Ahí me di cuenta de que Iniesta iba a ser un buen futbolista porque inmediatamente pidió el cambio”.*


ÍDOLO» El periodista Sergio Cortina con su ídolo del Oviedo. Foto. Inma Flores.

*Lee el resto de la entrevista en la nueva edición de Líbero. Pídela aquí a domicilio.