Texto Ricardo Viel | Fotografía José Luis Somensi.- Tardo menos de un minuto en asegurarme de que el tipo que veo jugar al futvolley en la playa realmente es Djalminha. Basta que el balón toque la arena de su lado de la cancha. Lo que sigue son improperios y recriminaciones. “Pasé todos los balones y el primero que te llega a ti haces esa mierda”, le dice a su compañero. Lo dice enfadado, pero también se ríe. Le está reprochando y vacilando a la vez, y lo hace un poco en serio un poco en broma, como siempre jugó al fútbol. Doce años después de colgar las botas [la entrevista se produce en el verano de 2016], el ex futbolista brasileño sigue casi igual de físico -se le nota un ligero volumen en la barriga, pero seguirá pesando casi lo mismo que cuando era profesional- y de carácter igual. “No me gusta perder, soy muy competitivo”, me diría después. Antes de la entrevista le veo jugando en la playa durante dos horas. Jugando partidos con apuestas. Si pierde un partido, dobla la apuesta. A veces interrumpe el juego para invitar a un amigo a apostar, o retar a otro a subir el dinero del reto. En total, pierde más que gana en toda la tarde porque habrá dejado alrededor de 40 euros a los adversarios. Aún así, se ve que lo disfruta. Se ríe, comenta las jugadas (algunas geniales) que hace, lamenta los errores y toma el pelo a los rivales cuando gana un punto. Ya casi es de noche cuando para. Se va a duchar y antes de sentarse para esta conversación pasa por delante de un amigo y le dice: “Todavía no me creo que me hayas ganado, no sé cómo he podido perder”.
Nacido en Santos (Sao Paulo) en 1970, Djalminha empezó como profesional a los 18 años en el Flamengo. Brilló en un mágico Palmeiras dirigido por Vanderlei Luxemburgo pero fue en el Deportivo de La Coruña donde vivió sus mejores años como futbolista. Con el Depor ganó una Liga, una Supercopa y una Copa del Rey, pero también enfrentó el momento más amargo de su carrera: una agresión a Javier Irureta durante un entrenamiento por discrepar por la señalización de un penalti (no le gusta perder ni en los entrenamientos). Sobre el episodio, que le costó una plaza en el Mundial del 2002 -Luiz Felipe Scolari dijo que lo tenía en la lista de los seleccionados-, suele decir que no fue un gesto bonito, pero que no se arrepiente de nada de lo que hizo en la vida, ni de ese “pequeño cabezazo” que se “volvió un gran problema”. Djalminha, el mediocampista que era igualmente capaz de sorprender con una jugada o con una metedura de pata, tuvo que ver desde lejos como Rivaldo y Ronaldo ganaban un Mundial para Brasil. Buenos tiempos en los que la canarinha podría prescindir de un genio y aún así triunfar.
Tu padre fue un gran jugador de fútbol. Pero, ¿te ayudó o te dificultó ser el hijo de Djalma Dias? ¿Es verdad que empezaste a jugar porque él te llevó a un amistoso cuando tenías 17 años y eclipsaste a Pelé?
No, eso no es así. Yo empecé a jugar a los 10 años en fútbol sala y después pasé a la cancha. Creo que en mi caso ni fue un ayuda ni un obstáculo ser hijo de mi padre. Cuando empecé, poca gente sabía de quién era hijo. Además no me pasó lo que a veces pasa en estos casos porque jugábamos en posiciones distintas. Él era defensa y yo era mediocampista, así que no había mucha forma de compararnos.
Y tu hijo ahora está intentando ser futbolista también. ¿En qué posición juega?
Sí, él esta en la cantera del Boa Vista, en Río de Janeiro. Es mediocampista también.
¿Zurdo?
No, es diestro.
¿Tratas de ayudarle, darle consejos, o crees que él tiene que hacer sus elecciones y aprender con los equívocos?
No, yo intento ayudarle porque si te equivocas cuando ya eres maduro, ya estás consagrado, es fácil; pero si haces eso en el inicio de la carrera hay el riesgo de que no te levantes, que te quedes por el camino. En mi caso yo me equivoqué, di un cabeazo a una persona, y no me arrepiento de eso, pero no es algo que esté bien. Si me preguntas si borraría de mi vida ese episodio [la agresión a Irureta] te digo no, porque es algo que forma parte de mi carrera, que fue tan exitosa porque también tuvo algunas derrotas. A mi hijo le trato de explicar que ser futbolista profesional es muy difícil, que hay que entrenar y dedicarse a ello. Y le doy la educación que recibí: el estudio es fundamental y está en primer lugar. Yo terminé la enseñanza básica y incluso me inscribí en la universidad, pero en ese momento me ascendieron a los profesionales del Flamengo, y entonces ya era dedicación plena. Tenía un trabajo y tuve que abandonar la idea de seguir estudiando.
¿Eres capaz de imaginar tu vida sin fútbol? ¿Qué hubieses sido?
A mí siempre me gustaron las matemáticas, pensaba en estudiar eso. Pero no imagino mi vida sin fútbol, no sólo porque empecé a jugar desde muy pequeño sino también porque siempre me dio mucho placer el fútbol. Cuando empecé no tenia ambiciones, no era como los críos de hoy que sueñan jugar en el extranjero, no me pasaban esas cosas por la cabeza, yo quería jugar.
Te he visto jugando en la playa. Eres muy competitivo, ¿verdad? No te gusta perder ni en el entrenamiento…
Sí, sí, soy muy competitivo. Siempre fue así, está en mi sangre. No me gusta perder, siempre entro para ganar. Jugué hasta el momento en que sentí que no estaba bien y no quise exponerme porque soy muy exigente. Dejé de jugar a los 34 años. Pero uno te ve jugar hoy día, a los 45 años, y estás muy bien.
¿Dejaste de jugar por cuestiones físicas o por que ya no te daba placer
Nunca tuve problemas físicos graves, todavía estoy bien. Realmente dejé de jugar porque ya no me daba placer. Salí del Depor y estuve seis meses en el América de México. Tenía contrato de un año, pero a los seis meses paré. Dejé de jugar por eso, porque era muy complicado entrenar sin ganas de jugar, sin estar motivado.
¿El fútbol cambió mucho desde que dejaste de jugar? ¿Es un fútbol más físico y menos técnico el de hoy día?
Creo que el fútbol hoy en día tiene menos calidad. Mucha gente dice que el fútbol ahora es más físico, pero me parece una tontería. Físico siempre fue. En 1910 había un preparador físico y todos tenían más o menos la misma capacidad. En 1970 había otro, y ahora otro. Lo que hizo y hace la diferencia es la calidad, y creo que hoy hay menos calidad que en mi época.
¿Entonces crees que si jugaras hoy destacarías todavía más que en tu época?
Creo que solo recibiría elogios, sería más fácil. Paulo Henrique Ganso, del São Paulo, completa dos pases bonitos y reclaman su convocatoria para la selección. Hace un partido bueno y ya parece que es un genio.
Ahora trabajas como comentarista deportivo en ESPN Brasil. ¿Es divertido? ¿Te cuesta hablar en la televisión?
Es divertido, me lo paso muy bien. Participan otros ex jugadores, como Sorín, Raí, Alex... Me gusta mucho.
¿Encuentras alguna explicación para lo que pasó en el Mundial pasado, la goleada de Alemania a Brasil?
No, no veo explicación. A mí, como comentarista, no me gusta hablar de folclore, me gusta hablar de cuestiones técnicas, pero creo que lo único que puede explicar el 7 a 1 es que los jugadores, por jugar en Brasil, no se atrevieron a defender. Si un partido está complicado, y un jugador siente eso, hay que defender, hay que retroceder y encerrarse. Creo que los jugadores brasileños, por tener la hinchada a su lado, creyeron que podían lanzarse al ataque y que las cosas saldrían bien a la fuerza.
FUTVOLEY» Djalminha pasando el rato en la playa. Foto: José Luis Somensi
¿Entonces faltó un líder dentro del campo para controlar la ansiedad y los nervios?
El entrenador puede también ayudar, hablar, pero creo que los jugadores son los que más sienten eso y tienen que decidir dentro de la cancha. Cuando empieza el juego uno siente si la situación es favorable o no. Si es favorable hay que arrinconar al rival, y si no lo es hay que defenderse. Y ese día no fue así, se lanzaron desordenadamente, de cualquier manera sabiendo que tenían en el otro lado a una selección muy fuerte. Y pasó
lo que pasó.
Ahora mismo no hay ningún entrenador brasileño comandando un equipos de los grandes del fútbol mundial, ¿es una señal de que tácticamente Brasil está desfasada?
A ver. Creo que hay una dificultad añadida con los entrenadores brasileños por el tema del idioma. Fíjate que por ejemplo en Portugal, donde se habla la misma lengua, ya hubo y hay más entrenadores brasileños. Es que si no consigues comunicarte bien con los jugadores es muy complicado, y tener un traductor todo el tiempo es una mierda, no funciona. Hay un lenguaje del fútbol que no tiene que ver con el idioma, uno puede hablar bien el inglés pero si no sabes las jergas, los términos específicos del fútbol, no consigues transmitir lo que quieres a un jugador. Por ejemplo, Luxemburgo me parece un excelente entrenador pero no triunfó en el Madrid, y fíjate que el portugués y el español son idiomas parecidos. Eso del idioma es un punto, pero creo que además de eso hay pocos, muy pocos entrenadores brasileños que tendrían capacidad de entrenar un equipo de las principales ligas mundiales hoy día.
Y cómo ves hoy la selección brasileña, ¿está por debajo de los demás?
No creo que Brasil esté por debajo, pero lo que pasa es que antes teníamos muchos jugadores que estaban por encima de la media. Tácticamente nunca hemos sido una maravilla. Aun cuando fuimos campeones mundiales no fue por la táctica sino porque teníamos jugadores que decidían. Lo que pasa es que antes teníamos por lo menos dos jugadores que marcaban la diferencia. Hoy tenemos uno, solo uno, y que ni sabemos si un día será el mejor del mundo: Neymar. Por ahora no lo es. Neymar es un fuera de serie, un jugador que decide y arrastra al equipo, pero necesitaba compañía, necesita otros jugadores para dividir la responsabilidad. Douglas Costa del Bayern de Múnich viene en una buena racha, su fútbol viene en un creciente, así como Willian, del Chelsea, a ver si continúan así hasta el Mundial.
¿Echas de menos la época de jugador? Hay futbolistas que cuentan que sueñan toda su vida que juegan al fútbol, ¿te pasa a ti?
No, nunca me ha pasado. No tengo mucha nostalgia. Como mi padre fue futbolista creo que traté de trabajar eso en la cabeza, siempre supe qué es el post fútbol, fui testigo, entonces aun cuando jugaba traté de direccionar mi vida a otras cosas pensando en el después. Hoy día tengo algunos negocios y trabajo en la tele.
¿Nunca pensaste en ser entrenador?
No, nunca. Por suerte hasta hoy no me pasó eso por la cabeza porque es muy estresante. Pero lo de la tele me gusta. Comentar es más tranquilo y comentar después del partido es mucho más fácil.
¿Todavía la gente te reconoce por la calle y pide una foto o un autógrafo?
Sí, mucho. En São Paulo, donde fui ídolo jugando con el Palmeiras y cuando voy a otras ciudades para participar en partidos de exhibición me asedian mucho. Sólo en Río, donde vivo, no me paran mucho por la calle porque ya están acostumbradosa verme el la playa…
ENTREVISTA» Páginas de la edición 17 de Líber0.
¿Y cuando vas a A Coruña?
Ahí es otra historia, una locura.
¿Vas mucho?
Mucho. Creo que desde que me fui de ahí solo hubo dos años que no visité la ciudad. Siempre voy a partidos de exhibición o incluso solo para visitar. El año pasado fui. Tengo muchos amigos ahí, españoles y brasileños. Donato por ejemplo todavía vive ahí.
Te fuiste de A Coruña en el 97 después de unos años mágicos en el Palmeiras de Luxemburgo que ganó todo y batió records. ¿Dudaste en salir?
La verdad es que no, porque fui de los últimos en irse. Ya se habían ido casi todos: Cafu, Rivaldo etc. Y entonces pensé: también me voy. Estaba decidido. En la Copa América de 1997 hablé mucho con los que ya estaban en España. Mauro Silva, Donato, Rivaldo, Luizão, todos ellos estaban ahí y me dijeron que me fuera. Yo sabía que con ellos ahí me adaptaría muy fácil, y así fue. El problema fue que esa temporada en la que llegué el equipo no fue bien. Yo estaba adaptado desde el principio, incluso hice un buena temporada pero el equipo no. El título vino en mi tercera temporada, la 1999/2000. Quizás ese equipo campeón no fue el mejor de esos años, después de ser campeón trajeron más jugadores e incluso mejoraron la plantilla. Teníamos que jugar muy bien todos, era importante que cada pieza funcionara muy bien y así fue. Makaay haciendo muchos goles, Mauro Silva, Donato y Naybet en la contención, era un equipo muy bien aceitado. Si hubiésemos tenido uno o dos lesionados aquella temporada habría sido muy complicado, pero salió bien.
Mauro Silva y Donato corrían por ti, ¿o tenías también que defender?
No, yo tenía que defender también, pero por la manera como jugaba el equipo yo tenía un poco más de libertad. Jugaban Víctor y Fran abiertos –luego se lesionó y entró Turu Flores– y detrás Mauro Silva y Flavio, que marcaban mucho, y entonces yo tenía como función asistir a Makaay, acercarme a él.
¿Tu manera pícara de jugar fue bien aceptada desde el principio?
Sí, nunca hubo problema, más bien al revés, era un punto de desequilibro positivo. Siempre busqué al máximo explorar la creatividad.
Y la lambretta contra el Madrid, ¿era una jugada ensayada?
Fue de improviso, me salió en aquel momento, no había pensado antes. Fue al principio del partido y luego después de aquella jugada llegó nuestro primer gol.
Raúl te dijo algo, ¿es cierto?
Fue después, cuando ellos hicieron un gol. Yo cogí el balón y lo tiré lejos, íbamos ganando 2 a 1. Entonces Raúl se acercó y me dijo que yo jugaba muy bien y no hacia falta hacer tonterías. Le contesté también unas groserías y bien, todo eso es parte del fútbol.
Pero tu manera de ser a veces desconcentraba a los rivales. Como cuando le tocaste el culo a Mostovoi y él creyó que fue Mauro Silva.
Se voltea y se encuentra a Mauro [se ríe]. Claro, yo hacía esas cosas más que nada para desconcentrar al adversario y sacar partido. Y funcionaba.
Pero parece ser que hoy día ese tipo de artificio es más recriminado. Neymar hizo una lambretta contra el Athtletic y fíjate el lío que se montó…
Pero hay que hacerlo una y otra vez. Siempre digo eso, si todos supiesen hacerlo lo harían, pero como no saben se enfadan cuando el rival les hace una. Eso es fútbol. ¿No puedo hacer un sombrero? ¿No puedo tirar un caño? Siempre que me encuentro con Neymar le digo lo mismo: esa es tu manera de jugar, no hagas caso a los que te dicen que cambies y sigue haciéndolo.
¿Esos años en el Depor fueron los mejores de tu carrera?
Creo que como equipo el Palmeiras del 96 era imbatible, pero el Depor fue la cima de mi carrera. No es que yo fuera el mejor del equipo, pero tenía más responsabilidad, el equipo dependía más de mí que el Palmeiras, porque ahí era un pedazo de equipo, todos eran muy buenos. O sea, en el Depor destaqué más.
Se suele decir que a ti solo te gustaba jugar contra los grandes, que cuando te enfrentabas al Barça o al Madrid jugabas mejor, ¿era así?
En España decían que yo crecía en partidos así. No sé, lo que pasa es que me motivaba mucho enfrentarme a ellos. ¿Ah, que esos son los mejores? ¡Entonces voy a enseñar quién es el mejor!, así pensaba. Y hay otro punto. Hoy día no es así, pero en aquella época el Barça y el Madrid eran equipos que dejaban jugar, principalmente el Barça, no ejercían tanto la presón, y daba espacio al otro equipo, y era más fácil para mí.
¿Qué echas de menos de España?
Quiero mucho a España y tengo muchos recuerdos. Me encanta la comida, por ejemplo. No hay nada mejor que la comida gallega. Si tuviera un trabajo ahí, si tuviera algo qué hacer, viviría en A Coruña encantado de la vida. Pero tengo trabajo en Río y es una ciudad espectacular también. •