Texto Luis García Montero Ilustración Diego Quijano La Real Sociedad y el Barcelona disputaron la final de la Copa del Rey en 1928. Fue el cuento de nunca acabar, porque entonces no existían los recursos tajantes de la prórroga y los penaltis. Si el árbitro pitaba el final con empate, había que repetir el partido. Se necesitaron tres encuentros para que el Barcelona ganase 3 a 1. Rafael Alberti asistió al primer partido, celebrado en Santander el 20 de mayo. El poeta pasaba unos días en casa de José María Cossío, recuperándose de una crisis sentimental. Impresionado por la actuación del portero del Barcelona, escribió una ‘Oda a Platko’. Buscaba en el deporte un signo de los nuevos tiempos, la épica del siglo XX, el combate entre colosos adaptado a la vanguardia.
El poeta pasaba unos días en casa de José María Cossío, recuperándose de una crisis sentimental. Impresionado por la actuación del portero del Barcelona, escribió una ‘Oda a Platko’. Buscaba en el deporte un signo de los nuevos tiempos, la épica del siglo XX, el combate entre colosos adaptado a la vanguardia.
Su poema, recogido en el libro ‘Cal y canto’ (1929), fue una de las primeras y mejores piezas dedicas al fútbol. Pero Gabriel Celaya no estaba para literaturas. Seguidor de la Real, se indignó ante las actuaciones arbitrales de Pedro Vallana, Pedro Escartín y Pablo Saracho. No aceptó de buen grado la derrota, sucedida por fin el 29 de junio. ¡Aquella final triple fue un robo! Y así se lo dijo al maestro Rafael Alberti en una ‘Contraoda’ en la que quiso poner las cosas en su sitio. Entre las multitudes y el anonimato del siglo XX, el fútbol se convertía en una seña de identidad.
'Contraoda del poeta de la Real Sociedad'
por Gabriel Celaya
Y recuerdo también nuestra triple derrota
en aquellos partidos frente al Barcelona
que si nos ganó, no fue gracias a Platko
sino por diez penaltis claros que nos robaron.
Camisolas azules y blancas volaban
al aire, felices, como pájaros libres,
asaltaban la meta defendida con furia
y nada pudo entonces toda la inteligencia
y el despliegue de los donostiarras
que luchaban entonces contra la rabia ciega
y el barro, y las patadas, y un árbitro comprado.
Todos lo recordamos y quizá más que tú,
mi querido Alberti, lo recuerdo yo,
porque yo estaba allí, porque vi lo que vi,
lo que tú has olvidado, pero nosotros siempre
recordamos: ganamos. En buena ley, ganamos
y hay algo que no cambian los falsos resultados.