Líbero.- Si hemos sobrevivido a los audios de público enlatados de la tele podemos con todo. Por fin, casi dos años después, el público ha vuelto a los estadios. Sois muchos los aficionados que habéis transmitido esa sensación de vuelta al hogar con la reapertura de los tornos, los vomitorios y las gradas. Por un momento algunos aprovecharon nuestra ausencia para intentar colarnos fútbol de plástico de por vida. Pues ya estamos de vuelta y queremos decir alto y claro, que hemos vuelto para quedarnos. Sin fans no hay fútbol y sin gradas este espectáculo no tiene sentido. El público es la razón de ser del fútbol y quien merece voz y voto ante superligas elitistas, aburridos parones de selecciones, fair play financiero fake y ruinas que amenazan nuestros clubes. Porque no se engañen señores directivos y accionistas mayoritarios, los clubes no los crearon fondos de capital riesgo sino soñadores pioneros que aplanaban campos de tierra y hasta construían gradas a mano.
Por un momento algunos aprovecharon nuestra ausencia para intentar colarnos fútbol de plástico de por vida.
En este fútbol pandémico por y para el público pero sin el público hemos vivido una temporada entera sin cánticos. Algunos clubes han aprovechado para mejorar nuestros hogares y a esas casas dedicamos este ejemplar especial monográfico. A los estadios de fútbol y sus habitantes. Historias que homenajean las catedrales del siglo XX que modificaron barrios y ciudades y costumbres. Los estadios de fútbol son el paisaje de los sueños infantiles. Lugares míticos con los que crecimos imaginándolos repletos, con la hierba reluciente y el griterío ensordecedor. Los aficionados recuerdan religiosamente su primera vez. Cuando subieron las escaleras y se deslumbraron por los colores. Cuando tu padre, tu tío, tu abuelo o tu madre te llevaron por primera vez y te engancharon para siempre.
Maracaná, Wembley, Bombonera, San Mamés, Olímpico de Roma, Munich, Berlín… Chamartín, Manzanares, Camp Nou… Sus nombres evocan a historia de historias. Leyendas y rituales familiares hererdados de padres a hijos en los que la televisión -la antigua en blanco y negro y la nueva en Instragram- contribuyó a embellecerlos. El dinero, que todo lo domina, dijo durante décadas que había que construir estadios enormes, con muchas entradas que vender. Así se desarrolló el ‘homo aficionadus’ cuyo ADN quieren modificar los magnates que creen que las entradas del espectáculo en directo son un ingreso secundario.
Así se desarrolló el ‘homo aficionadus’ cuyo ADN quieren modificar los magnates que creen que las entradas del espectáculo en directo son un ingreso secundario.
Los estadios se llenan de palcos, restaurantes, entradas VIP de múltiples clases y la gente que habitó siempre su cemento va siendo marginada en favor de aquellos que pueden pagar una entrada con cátering. Y luego nos quejamos de que los adolescentes prefieran el smartphone al fútbol. Harían bien los clubes en mirar al pasado para construir su futuro. Fueron los estadios populares, los barrios y ciudades identificados con los clubes los que crearon este deporte o espectáculo que amamos. No descuiden el fútbol en directo en los estadios y no conviertan nuestros templos en centros comerciales en los que además se ve el fútbol. •