Editorial: 'Somos fans no clientes. Pongan horarios normales'

El clásico Madrid-Barça se jugó a las intempestivas 13.00 de mañana. Horarios incómodos para los aficionados al servicio del negocio. Nos roban el fútbol, el de ir al estadio a la hora que toca. El de la afición. Llamamos al plantón.

Líbero.- 11.30 de la tarde de un domingo cualquiera. Un grupo de amigos camina hacia al estadio con una extraña sensación. “¿Qué se toma a esta ahora? tarde para un café, pronto para una cerveza”. La frase banal aligera el enfado. De momento, el malestar no pasa de molestia. Los horarios que la Liga de Fútbol Profesional aplica desde algunas temporadas son solo el inicio de la venta del fútbol de los aficionados al dinero. El capitalismo sin reglas se ha apoderado de este deporte/ocio/espectáculo/entretenimiento/cultura que durante un siglo obedeció al que lo inventó, disfrutó y pagó; su público. Los horarios impuestos por Asia son un elemento visible de este fenómeno. Pero mucho peor es el elemento invisible. Los fichajes incomprensibles, la inflación desmedida de sueldos y traspasos y la desigualdad competitiva anunciarían en cualquier otro fenómeno el colapso. Pero el fútbol resiste desde hace años porque el motor de este consumo es el sentimiento de amor y fidelidad, mucho más poderoso que cualquier tendencia o moda.

El pasado año se produjo un fabuloso escándalo en el fútbol inglés. El recién nombrado seleccionador Sam Allardyce fue grabado aceptando un sobresueldo de unos supuestos empresarios asiáticos por asesorar sobre cómo saltarse los límites económicos de los fichajes. La prensa inglesa destapó la trama y formó parte de la trampa en la que cayó el entrenador. Entre los análisis posteriores caló una conclusión en los periódicos. La avaricia de Allardyce -que pidió 500.000 euros por el trapicheo cuando cobra tres millones anuales de la Federación- es tan grave como la propia trampa que pretendía hacer. “La flor del fútbol inglés sufre un cáncer de avaricia y dinero”, lamentaba The Guardian el pasado 27 de septiembre. El editorial planteaba el siguiente análisis y consecuente solución. El dinero de la televisión ha convertido el fútbol inglés en un fenómeno global con jugadores extranjeros y más preparación. Sin embargo, los clubes ingleses pese a ser los más ricos, no consiguen ganar y su selección, plagada de millonarios, fue derrotada por Islandia en la Eurocopa. Por tanto, el periódico pide una cuota de jugadores ingleses en los clubes, partidos en abierto, menos dinero por tanto de televisiones privadas y más afición. Es decir, reglas.

¿Es realmente necesario que un futbolista cobre más de seis, siete u ocho millones de euros anuales libres de impuestos?

Ese es el camino retórico a seguir en el debate sobre el descontrol económico del fútbol. ¿Es realmente necesario que un futbolista cobre más de seis, siete u ocho millones de euros anuales libres de impuestos? ¿Vale realmente un jugador y su indudable capacidad de generar ingresos un traspaso de 80, 90 o 100 millones? El problema es que el capitalismo sin normas no solo se ha comprado el fútbol. Se ha comprado el planeta. Y resulta complicado abstraer el fútbol profesional del resto de mundos que lo rodean. Nada tendría más lógica que una norma que estableciera tablas salariales y de fichajes para toda Europa. Pero es imposible pedir cordura a los empresarios del fútbol si son banqueros, magnates, constructores y fondos buitre que solo han conocido y practicado la política de tierra quemada. Agotada la mina del fútbol, irán por otra.

¿Vale realmente un jugador y su indudable capacidad de generar ingresos un traspaso de 80, 90 o 100 millones?

De todos los argumentos en contra de la regulación de esta industria el más doloroso es aquel que culpa a los aficionados. ¿Verdad que te gusta que tu equipo pasee por Europa el nombre del equipo? ¿Cuántos años habían pasado desde que ganaste un título? ¿Cómo quieres mantenerte en Primera sin dinero? “Pues acepta que el dinero de la televisión pague los fichajes”. El aficionado de verdad va al estadio a ver a su equipo por algo mucho más importante que ganar. Va porque quiere sentirse parte de una competición real. El fútbol inglés no tiene problemas para llenar estadios, pero en España este asunto es crucial. Ha llegado el momento de que las aficiones se agrupen y se planten contra los horarios o contra lo que sea que les permita volver a estar en el centro del fútbol. Una huelga de asistencia al estadio en el próximo partido a las 12, podría ser una buena llamada de atención.