Eduardo Verdú: «La propaganda, al final, siempre es burda»

Lutz Eigendorf, el hijo deportivo del jefe de la Stasi, decide huir de la RDA. Así comienza una historia real de espías, traiciones y venganzas que han servido al periodista Eduardo Verdú para crear la fantástica novela ‘Todo lo que ganamos cuando lo perdimos todo’.

Texto Daniel Riobóo | Fotografía Lino Escurís.- Dice Jorge Valdano que el fútbol es “lo más importante entre las cosas menos importantes”. Sus paralelismos con la vida pueden dar lugar a hablar casi sobre cualquier cuestión, es prácticamente un microcosmos de cómo se comporta una sociedad. Es el caso de Todo lo que ganamos cuando lo perdimos todo (Editorial Plaza y Janés), la novela del periodista madrileño Eduardo Verdú (Madrid, 1974) que nos habla del Dynamo de Berlín y de su utilización propagandística en los años 70, del esplendor de la Bundesliga y de las penurias de la República Democrática de Alemania, de la ambición futbolística de una estrella en ciernes pero también de una huida y un desarraigo, de un jugador de fútbol y de todo lo que le atormenta fuera del estadio, del compañerismo en el vestuario y de una familia resquebrajada, de querer tener una vida mejor y de la Stasi como órgano represor y gran hermano que todo lo ve.

Un trayecto en AVE a un funeral y un artículo periodístico hicieron prender en 2013 la mecha de una narración basada en hechos reales y pulida con paciencia de amanuense por Verdú. En estos casi cinco años, la documentación y la imaginación han trabajado codo con codo para alumbrar una novela que contiene todos los ingredientes para atraparnos desde la primera página y viajar junto a Lutz Eigendorf en su odisea personal en una de esas historias tan redondas que parece inconcebible que aún no se hubiera novelado. Visitamos a Eduardo en su casa del norte de Madrid para hablar entre camisetas vintage de fútbol, centenares de libros y de discos y una colección de guitarras que delata otra de sus grandes pasiones.

Sin destripar mucho de la trama podemos decir que Lutz Eigendorf es un prometedor futbolista, llamado “El Beckenbauer del Este” que, el 20 de marzo de 1979, huye de la República Democrática de Alemania aprovechando que el Dynamo de Berlín va a jugar un partido amistoso en la República Federal de Alemania. ¿Qué es lo que más influyó en el plan de Eigendorf, su ambición futbolística o las cuestiones políticas?
Yo creo que ambas. Por un lado, efectivamente, Lutz y los alemanes del este orientaban de manera secreta las antenas hacia el oeste y cogían canales de la Alemania vecina y ahí ellos podían contemplar un fútbol mucho más competitivo con estadios mucho mayores repletos de gente, los futbolistas viviendo una vida más lujosa. Y eso era atractivo para Lutz. Pero, por otro lado, es un jugador que, de manera muy temprana, con 20 años, se casa y tiene una niña.

Creo que se ve preso en una vida familiar muy pronto, poco aventurera y predecible. Y luego él, siendo el Beckenbauer del este y la estrella del Dynamo de Berlín, que era el equipo de la Stasi, siente un peso especial y una responsabilidad muy grande de todo un Estado identificado con ese equipo con lo cual él se libera de Stasi y de esa presión de jugar con un escudo de la República y no sólo de un equipo y así ansía jugar en un fútbol mucho más atractivo. Creo que son los dos factores que, en un momento determinado, colapsan y le hacen tomar la decisión.

Para ti, que te has metido en la piel del personaje, ¿Lutz Eigendorf fue un traidor o un idealista?
Yo creo que es un idealista inconsciente. Es verdad que, a veces, para perseguir unos ideales hace falta traicionar otros. Creo que él traiciona otros ideales, traiciona a otra gente pero no lo hace con maldad, en todo caso con ingenuidad o un poco de egoísmo, pero no con maldad. Es un idealista joven, incauto y que cree que las cosas le van a salir mejor de lo que realmente le acaban saliendo.

¿Y este idealista inconsciente era más un cobarde o un valiente?
Creo que era más cobarde quedarse donde estaba pese a que no estaba mal. Era la estrella del equipo, un jugador internacional con muchos privilegios, una casa grande, una televisión en color, que esperó solo cinco años para recibir un coche en vez de 15 como el resto de los ciudadanos de la RDA. No fue conformista con su vida, no huyó ni se lo jugó todo porque su vida fuera un infierno. Creo que tenía un punto de valentía loca. No se juega la vida porque o se la juega o muere donde está o es un desgraciado, eso también es lo fascinante del personaje. ¿Por qué toma una decisión así cuando realmente no hay factores que le empujen a hacerlo de una forma drástica?

Eigendorf es un personaje muy complejo con idas y venidas y lleno de dudas. Pese a lograr culminar la huida y fichar por un gran club occidental como era su sueño, encontrar otro amor… Eigendorf siempre se tortura con sentimientos encontrados como la culpa por abandonar a su mujer Gabi y su hija Sandy, y la nostalgia, esa nostalgia que luego sufrirían muchos ciudadanos del este tras la caída del muro.
Lutz es un personaje muy torturado por la culpa. Por eso no es un villano o un traidor, porque el sufre y paga un precio emocional muy alto por el abandono de su mujer y su hija pequeña. Ya no tanto por la patria, él sufre por no ver a su familia a la que realmente quiere. Y él batalla más consigo mismo, con su culpa y con su mala conciencia que futbolísticamente por triunfar en una liga más competitiva o integrarse en un país realmente distinto. Realmente su gran batalla es consigo mismo.

En ese sentido Lutz es muy humano. Además, esos sentimientos encontrados los sufrimos todos alguna vez en la vida, por cuestiones personales o sentimentales, la necesidad de pasar página, de dejar de mirar para atrás y hacerlo hacia adelante aunque, como le ocurre a él, siempre hay altibajos y resulta realmente difícil.
Esa es la gran lucha que hay en él y en su mujer. El momento en el que los dos se ven forzados a desprenderse del pasado para empezar una nueva vida. Y cómo les cuesta la renuncia al pasado, abandonar la melancolía para poder creer en la esperanza del futuro, es un punto emocional muy importante para los dos y lo que marca sus trayectorias.

La novela no trata estrictamente de fútbol sino que habla de varios temas ¿Cuáles son?
El fútbol es un escenario muy al fondo de la novela, no es un tema principal. La novela trata de la búsqueda, del espejismo de una vida mejor. Es la historia de Lutz que se fuga de la Alemania comunista buscando una vida mejor cuando su vida es buena realmente. No es una búsqueda desesperada sino ambiciosa. Y también con un punto de egoísmo puesto que hay personas que también sufren con su escapada. Es una novela de amor y también de desamor. Hay dos personajes, Lutz y su mujer, que sufren por amor y que también sufren el desamor. La novela también es un juego de espejos. De las dos Alemanias, de los dos Berlines, de los propios protagonistas. También Mielke, el jefe de la Stasi, ama y odia a Lutz y también lo hace Gabi, su mujer abandonada. Y Lutz también quiere su vida anterior y a su familia y, a la vez, se aleja de ella. Hay un juego de contradicciones perpetuo dentro de la novela.

 «Es una novela de amor y también de desamor. Hay dos personajes, Lutz y su mujer, que sufren por amor y que también sufren el desamor. La novela también es un juego de espejos. De las dos Alemanias, de los dos Berlines, de los propios protagonistas.»

En el prólogo indicas que la novela está inspirada en un artículo de El País de José Manuel Comas escrito cuando se conmemoraban 30 años del caso Eigendorf. El texto te llevó a investigar sobre una historia real con todos los ingredientes para convertirse en un thriller y un drama humano. ¿Cuál fue su génesis a partir del artículo?
La investigación. Investigar si realmente todo el thriller, toda la novela de espías, de traiciones, de venganzas, de búsqueda de libertad del artículo daba realmente para una novela. Se trató de averiguar todo lo que pude de la historia de Lutz Eigendorf. Había un punto crítico, porque no había muchísimo material ni era una historia muy conocida o con alguna novela o ensayo ya escrito sobre el tema, tenía que saber si ya estaba muy manido y no tenía sentido seguir ahondando en la historia. Y también si no había demasiado poco, entonces realmente encontré que tenía el punto justo, el equilibrio entre que no era una historia muy conocida pero a la vez había suficiente material para ir averiguando más y poder hacer algo interesante con ella.

¿Cómo ha sido tu proceso de documentación e investigación? Has comentado que había otro trabajo periodístico que te ayudó mucho.
Al margen de todos los artículos que pude encontrar en internet sobre la historia de Lutz y ver los vídeos que pude, no solo sobre la historia de Eigendrorf sino también sobre el contexto, sobre las dos Alemanias, sobre la Stasi y toda aquella época. Pero sí, di con la piedra filosofal de esta historia, que es un ensayo del año 2000 de Heribert Schwan, un periodista alemán que narra a modo de informe periodístico muy exhaustivo la vida de Lutz y su peripecia. El problema al que me enfrentaba con este libro es que estaba en alemán y yo no tengo ni idea del idioma.

CÉSPED Lutz Eigendorf, en 1980 cuando jugaba con el FC Kaiserslautern.

Lo que fue delirante fue la forma de contrarrestar esa información, lo hice escaneando todo el libro y después a cada una de esas páginas le pasaba un programa que extrae el texto y, posteriormente, a ese documento de Word le pasaba el Google translator y la transcripción era de locos pero aún así de ahí obtuve mucha información que fue clave para el desarrollo de la historia, pese a que había muchos vacíos que me sirvieron para inventar cosas que forman la novela.

¿Visitaste los lugares de la historia? ¿Conociste a alguno de los personajes?
No, con los personajes no entré en contacto. Fue algo voluntario. Si lo hizo Heribert Schwan para escribir su libro, también tiene un documental al respecto y para ello sí habló con los protagonistas. Yo quería hacerlos míos, quería inventármelos. Que tuvieran una base real pero no quería interactuar con ellos y que eso condicionase mi visión de cada uno de ellos, de cómo pensaban, de cómo actuaban. Mi idea era apropiármelos y no contaminarlos de la realidad. Lo que sí hice fue visitar lugares en Kaiserslautern, en Berlín, las casas en las que vivió Lutz, los bares que frecuentaba, los hoteles, el club de tenis, los espacios en los que transcurre la historia. Fui a Alemania un tiempo a tomar localizaciones.

¿Y en qué partes o personajes has podido aportar los elementos de ficción que complementan y enriquecen la historia real?
Hay algún personaje creado, siempre con un propósito de hilvanar la historia y que me ayudara a ponerla en marcha. Por ejemplo, Mielke debate con una prostituta que es, digamos, su conciencia más maligna y que también muestra las debilidades de ese personaje. Todos en el fondo tienen dos caras, es una forma de hacerlo más verosímil. Es un personaje del que me ayudé en la ficción pero básicamente toda la historia y los acontecimientos y, desde luego, los personajes clave, son reales.

Volviendo a la trayectoria futbolística del protagonista, ¿crees que, como futbolista, hubiera sido capaz de hacer honor a su apodo y llegar a ser el “Beckenbauer del este” de no haber sufrido tanto personalmente por lo dejado atrás?
Es posible que sí, desde luego habría rendido mucho más en la Bundesliga de lo que lo hizo porque venía lastrado por un drama emocional muy complicado, al margen de tener que integrarse en un fútbol más competitivo y en una liga mucho más exigente. Creo que habría dado más de sí, realmente lo que acabó demostrando en el Kaiserslautern por los condicionales emocionales, como incluso en el Dynamo de Berlín, un equipo favorecido en un campeonato amañado, no podemos saber realmente hasta qué punto en unas condiciones más óptimas podría haber triunfado.

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Como dices, el Dynamo de Berlín era el equipo del régimen porque durante casi 40 años (de 1953 a 1989), prácticamente los mismos que estuvo como responsable de la seguridad de la Alemania del este, su presidente fue Erich Mielke, jefe de la Stasi. ¿Cómo utilizaba la Mielke al Dynamo de Berlín?
Como una forma de propaganda política. Los triunfos del equipo eran los del régimen. Ganó las diez últimas ligas antes de la caída del muro y de una forma amañada y flagrante cuando el régimen parecía que empezaba a carecer de legitimidad. Esos triunfos deportivos eran la forma de legitimar el triunfo de un ideal político y de una forma de concebir el mundo y la sociedad que era el comunismo. Pero es verdad que, por otra parte, esa ligazón entre el Dynamo y el Estado la pagaba el equipo, estigmatizado porque mucha gente de la propia RDA no comulgaba con el equipo con lo cual las gradas estaban a menudo semi vacías y no era un equipo simpático para gran parte de la población.

¿No te parecía esta utilización política del club un signo de torpeza de Mielke y del régimen ya que generó odio y la gente iba a ver sus partidos sobre todo cuando jugaban fuera de casa para abuchearlos?
Lo era pero es que la propaganda al final es burda siempre, también lo vimos con la propaganda nazi, puede llegar a ser efectiva pero siempre es exagerada, siempre es torpe y poco refinada, es impositiva. Entonces esa forma no cala, no es sutil y al final muchas veces te puede salir el tiro por la culata. No hay ninguna clase de tacto ni de inteligencia a la hora de aplicar esta clase de estrategias.

Sobre esta propaganda tan obvia y tan burda hay una anécdota muy curiosa. El propio Mielke, cuando le entrega el título de liga al Dynamo de Dresde en 1978, dijo públicamente que había ganado el Dynamo equivocado y, desde entonces, es cuando el Dynamo de Berlín enlazó diez ligas seguidas entre el 79 y el 88.
Ahí se ve claramente, es torpe hasta manifestar abiertamente eso. Llegó incluso a desvalijar al Dynamo de Dresde de sus mejores jugadores para traérselos a su equipo y al final bajaron de categoría y pagaron las consecuencias de este expolio futbolístico. Era una cosa muy escandalosa, de hecho ahora el Dynamo de Berlín es un equipo perdido en divisiones inferiores e incluso con connotaciones nazis entre sus aficionados y no ha levantado cabeza después de ese estigma.

Y todavía hoy en día, el Dynamo de Berlín, disuelto, renacido, habiendo cambiado de nombre, en el derby local recibe cánticos de su eterno rival berlinés de “Sin Mielke no pintáis nada”…Un Mielke que, al ser prácticamente el padrino futbolístico de Eigendorf, sufre su huida como si fuera la traición de su propio hijo.
Él apadrinó a Eigendorf desde que era pequeño, desde que llegó a los 14 años al Dynamo de Berlín. Para él es un asunto de traición personal, no solamente de traición a la patria, no el de cualquier desertor sino que lo hacía alguien de su equipo, el capitán y estrella y el jugador en el que siempre creyó y al que prácticamente hizo hijo suyo. Porque Mielke tuvo un hijo, Frantzuschka en el apelativo soviético, que parece ser que no acabó siguiendo los pasos de su padre. Le interesaban más el ballet y otro tipo de inclinaciones alejadas del mundo militar o del futbolístico.

Así Eigendorf es el hijo que nunca tuvo. Esto representa para Mielke el gran dilema, ir a por tu propio hijo para consumar la venganza tras la fuga. Le cuesta más que si hubiera tenido que perseguir a otro ciudadano que hubiese sido un traidor. Se enfrenta a la idea de ajusticiar a su propio hijo. Es el gran dilema del personaje de Mielke.

Bajo su jefatura, la Stasi fue uno de los servicios de inteligencia más efectivos del mundo, por encima incluso de la KGB y con más agentes. En un momento determinado de la novela Mielke dice: “Desde fuera nos deben respetar pero desde dentro nos deben temer”. ¿Qué has aprendido de la Stasi durante la investigación y la documentación?
Que su método de funcionamiento interno era el terror. Al final la gente no respetaba a la Stasi ni a su equipo por lo que se basaban en el castigo. Era un régimen absolutamente opresor y que creaba una paranoia interna en la sociedad a través de sus propios agentes y de la figura de los informadores no oficiales. Cualquier ciudadano podía reportar sobre su propio vecino cuando creía que tenía algún comportamiento ajeno a las leyes del Estado.

Así no sabías si te podía estar espiando alguien de la Stasi o tu propio vecino con lo cual era un régimen de conspiraciones, de paranoias, de miedos, era una situación muy claustrofóbica. La Stasi era un misterio terrible con sus interrogatorios de horas y horas con privación de sueño, ejecuciones no declaradas de gente a la que llamaban a interrogar y de la que no se volvía a saber nada, lo propio de una dictadura.

En los últimos años hemos visto ficciones en cine o televisión que tratan el tema del espionaje de la Stasi a sus propios compatriotas, como la Oscarizada ‘La vida de los otros’ o la miniserie ‘El mismo cielo’ sobre los agentes Romeos, espías que seducían a sus objetivos trabajando para el ministerio de seguridad de la RDA y que también aparecen en la novela. ¿Te han servido de inspiración estos u otros trabajos audiovisuales o literarios?
Sí, La vida de los otros es una de las películas que vi para fijarme en detalles, como que usaban Volvos, algo que incluyo en la novela. También para el contraste entre las dos Alemanias está Goodbye Lenin, en una clave más distendida y humorística. Pero sí está muy bien reflejada la caída del muro y la fascinación por la otra Alemania y por el capitalismo.

En el año 2000 se desclasificaron los archivos de la Stasi y la historia de Lutz Egendorf salió a la luz. ¿Pudiste visitar los archivos de la Stasi en Berlín y ver el archivo desclasificado del caso Eigendorf?
No lo vi pero la desclasificación fue clave para el libro de Heribert Schwan que me ayudó tanto. Cuando los archivos de la Stasi se hicieron públicos la gente pudo ir al Ministerio de Seguridad y revisar el dossier con su nombre y descubrir las investigaciones a las que habían sido sometidos sin saberlo. De todas formas la Stasi se deshizo de muchos archivos cuando vio que el régimen empezaba a caer y que el país se venía abajo, desencadenó una máquina de destrucción de documentos brutal pero había tantos millones de folios que no les dio tiempo a deshacerse de todos y el muro cayó de forma algo súbita.

Muchos ciudadanos alucinaron cuando vieron todo lo que sabían de ellos y muchas veces a través de informes absurdos con informaciones que no iban a ningún lado pero existía esa psicosis que tenía el régimen comunista de espiar a sus ciudadanos y de tenerlo todo controlado.

Al no existir en Alemania una novela sobre esta historia y ahora que lleva ya un par de meses circulando, ¿ha despertado ya la atención de alguna editorial para ser traducida al alemán?
Por el momento no, pero desde la editorial siempre se ha contemplado desde el principio como una de las posibilidades ya que el alemán, tras el español, podía ser el primer mercado internacional donde podía tener una buena acogida. Tampoco soy muy consciente de cuan conocida es la historia en Alemania. Sé que Lutz no es un símbolo ni un referente. Evidentemente la historia será más conocida que aquí pero no creo que mucho.

Y también, como autor, tengo la curiosidad de saber qué pensará su familia cuando lea la historia y vean que han sido convertidos en personajes de una novela. En algunas partes pensarán que les he retratado bien y en otras dirán ‘este no soy yo’, me genera curiosidad saber qué pensarán.

Por la estructura de la historia que narras, sus giros, personajes y su fuerza narrativa puede tener claramente una adaptación al cine o incluso en forma de serie. ¿Te gustaría que se adaptara a la gran pantalla? ¿Has tenido ya algún contacto para hacerlo?
Me encantaría que se hiciese una peli o una serie de la novela. Y es verdad que es muy cinematográfica, es un comentario que he escuchado de muchos lectores. Ojalá que a alguien le interese, no sé quién podría hacerlo, cada uno le daría un enfoque pero me encantaría verla en película e incluso implicarme en el guión. De momento vamos a mandársela a algunos directores de cine.

El título de la novela es magnífico y aparentemente optimista pese a ser una novela impregnada de melancolía. ¿Qué querías simbolizar? ¿Qué es para ti todo lo que ganamos cuando perdemos todo, ya sea en el fútbol o en nuestra propia vida?
Evidentemente para ganar hay que perder. Muchas veces es una apuesta, como si vas al casino y resulta que al final has ganado pero también a través de pérdidas, no has ganado desde el principio de la noche. Y a veces las ganancias vienen a través de pérdidas, renuncias y cosas de las que te desprendes. Después está el balance, si es positivo o negativo. Creo que el título está abierto. Y también me gustaba la idea de los dos todos, de hacer un título capicúa, cada uno de los todos con una interpretación diferente.

Todo lo que ganamos puede ser mucho o poco pero todo lo que perdimos es un todo absoluto, con lo cual da a pensar que las pérdidas son mayores que las ganancias. Todos los personajes de la novela pierden mucho y a la vez ganan mucho, están jugando todo el tiempo en ese equilibrio, sus vidas están muy al límite y cambian radicalmente desde el inicio de la novela hasta el final. Para algunos tendrá su saldo positivo o negativo pero muchas veces es una cuestión
subjetiva. •