El aislamiento de Bilardo tras la muerte de Maradona: 'Al general hay que cuidarlo'

Habrá pocas personas que no se hayan enterado de la muerte de Maradona. Una de ellas es Carlos Bilardo. Mientras Argentina entera rellena horas de pantalla reconstruyendo sus últimas horas, su entrenador, amigo, compañero, casi padre... lucha contra la demencia aislado de la actualidad por decisión de su familia.

Fotografía Agencias

*Fabián Godoy.- Son días de mucha angustia. Llueve como si estuviésemos en una isla perdida del Caribe. Un ambiente grisáceo se apodera de la ciudad de la furia, hoy menos furiosa de lo que Gustavo Cerati escribió. La Parca se metió en el medio arrastrando sin piedad un puñado de huesos bañados de gloria. El Mago ya no respira; el mejor de nosotros bajó los brazos cansado de tanto dolor y pastillas. “Se murió mi capitán”, gritan desde el pasado/presente. “Seguro que allá arriba se reencontrará con el Tata, con Cuchu y seguirán riendo de las locuras del Doctor… ojo a Carlos nunca se lo contemos porque a nuestro General siempre hay que cuidarlo.” El rival ha sido implacable. Su estrategia consiste en distraer por banda para atacar por el centro provocando duelos individuales de altísima fricción. Sus puntas son agresivos, sus medios de trajín incansable y la defensa casi inexpugnable.

No se juega con el balón, sino con los recuerdos de un hombre detallista y perseverante. La pizarra busca soluciones a tanta confusión y sigue dando pelea, aunque la gesta parezca imposible. El Síndrome de Hakim Adams pretende quedarse con el partido pero Bilardo resiste como un Pincharrata de pura cepa. Hace tres años que compite agresivamente y todavía el árbitro no hizo sonar el silbato. La misma lluvia que despidió a Pelusa humedece las calles del cada vez menos popular barrio de Caballito. En la Avenida más sofisticada del centro geográfico capitalino, emerge un edificio moderno, de fachada simétrica y colores suaves. En un piso que mira al asfalto, se escucha la música de los Wawanco y hasta un poco de Cumbia colombiana.

El meticuloso entrenador tararea algunas estrofas mientras combina fichas de dominó con su entrañable amigo Miguel Lemme. La música lo lleva a la calurosa Cali donde en la década del ochenta diseminó el legado de su maestro Don Osvaldo Zubeldia. También sirve como excusa para entrenar una memoria cada vez más empobrecida. Hace dos meses, la familia decidió sacarlo de la clínica donde se hospedaba para continuar los cuidados de manera particular. Un enfermero y un kinesiólogo lo asisten permanentemente y varios seres queridos pueden visitarlo con más frecuencia. “Todavía no se lo dijimos; tampoco sabemos cómo hacerlo”, confiesa su hermano Jorge al referirse a la muerte de Maradona. “Diego fue el hijo varón que nunca tuvo”, refuerza melancólico.

 “Todavía no se lo dijimos; tampoco sabemos cómo hacerlo”, confiesa su hermano Jorge al referirse a la muerte de Maradona. “Diego fue el hijo varón que nunca tuvo”, refuerza melancólico.

La relación entre ambos fue como un electrocardiograma, pero un hilo invisible los mantenía juntos: la admiración por la destreza y el liderazgo del 10; la capacidad por estrujar las virtudes rivales del estratega. En 1983, Bilardo, en Barcelona, le prometió al crack la cinta de capitán del seleccionado aun a riesgo de una disputa seria con Daniel Passarella. “Estuve con él reunido en un hotel, pedí que estuvieran sus padres doña Tota y don Diego. Tenía en mente un esquema y como quería que jugara, suelto, sin posición fija. No atado. Libre como un pájaro”, contó años más tarde al describir cómo se había gestado el Big Bang del Azteca.

“Estuve con él reunido en un hotel, pedí que estuvieran sus padres doña Tota y don Diego. Tenía en mente un esquema y como quería que jugara, suelto, sin posición fija. No atado. Libre como un pájaro”, contó años más tarde al describir cómo se había gestado el Big Bang del Azteca.

‘ESTÁ GAGÁ’
“Bilardo está gaga, me traiciono”, sentenció Diego tras su salida como entrenador del combinado albiceleste. Julio Grondona los había juntado nuevamente para el Mundial de Sudáfrica y tras la eliminación a manos de Alemania por un doloroso 0-4, decidió no renovarle el vínculo pero sí mantener al Narigón como manager. Esas gotas no son de agua. La tormenta digital aparece dentro del rectángulo gigante. En el cielo, un nuevo habitante, es testigo de la pelea que tienen las nubes por quedarse. Algunos rayos de sol emergen con fuerza para transformar el asfalto en una ancha cinta de plata. “Se cortó el cable; la tele no funciona”. De a poco, los guionistas componen una escenografía subordinada a las circunstancias. Todo foco de información deberá ser desactivado como medicina preventiva. Nada ni nadie saldrá del libreto establecido, al menos, por unos días, al menos hasta saber cómo diseñar el plan estratégico. El padre adoptivo no sabe del triste desenlace.

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