'El amor por lo que hacemos', por Guille Galván

Todos los días son importantes, parece decirnos, todos los días te hacen ser quien eres y forman tu identidad, haya medallas o charcos, reflexiona el músico Guille Galván de esta imagen de Sepp Maier. 

Guille Galván.- Llevo diez años escribiendo en esta revista, armando historias en torno a fotografías; imágenes de fútbol que por una u otra razón, me han despertado curiosidad o han enlazado con algún recuerdo. ¿Por qué escribo sobre fútbol?, me he preguntado tantas veces. Con la de asuntos importantes que hay en el mundo.

El fútbol y su imaginería despierta en mí la llave de la memoria. Acerca al presente sensaciones, deseos y sueños que he ido depositando a lo largo de la vida en forma de estratos. Me abre de golpe ese disco duro en el que todo quedaba perfectamente almacenado, sin ningún tipo de esfuerzo, sin reglas mnemotécnicas ni capturas en el móvil. Reconozco cada cara, cada jugada, cada dato ridículo del deporte que me tocó vivir de niño y adolescente. Dónde estaba, con quién vi aquel partido, o compartí la alegría de la victoria. Los encierros en mi cuarto sin cenar tras la derrota. Sería maravilloso poder destinar toda esa retentiva para asuntos más prácticos del día a día pero, desgraciadamente, uno no elige sus taras.

Reconozco cada cara, cada jugada, cada dato ridículo del deporte que me tocó vivir de niño y adolescente. Dónde estaba, con quién vi aquel partido, o compartí la alegría de la victoria.

Cada tres meses revuelvo ese armario, bicheo, veo algún partido antiguo, entrevistas, repaso álbumes de mundiales, paso por Maradona cientos de veces hasta que doy con una imagen que me despierta algo de lo que tirar. Me pregunto qué busco entonces, cuál es la clave para elegir una foto y no otra en el álbum infinito del seguimiento deportivo. A veces pienso que estoy fundido, que ya no me queda nada por rascar, que debería presentar mi dimisión y dejar de estirar el cierre de la revista pidiendo más minutos de descuento para la entrega. Esta vez estuve cerca hasta que di con esta maravilla. Me enganchan las fotografías que cuentan algo que ya no está, que ha desaparecido, donde el recuerdo se propone completar la figura y reconstruye una historia que solo existirá en tanto que la volvamos a contar o la reinventemos. 

Esta fotografía de 1978 de Sepp Maier es uno de los mejores retratos deportivos que conozco. El mítico portero del Bayern de Munich y la Selección Alemana durante la década de los sesenta y setenta posa exhausto tras un entrenamiento delante del fotógrafo Fred Joch. El Gato de Anzing, como se le conocía cariñosamente, ya lo había ganado absolutamente todo, tanto a nivel de clubes como de selecciones. Sin embargo, nada parece encajar con una millonaria estrella mediática. Estamos ante el retrato de un trabajador en mitad de su jornada, siendo uno con la tierra. Manchado, sudado con su mono laboral pasado por agua. Mostrándose tal y como es antes de seguir con el tajo. En un momento del entreno aparece el fotógrafo supongo que empapado también y ambos se entregan lo mejor que tienen. En Maier no hay una mirada al espectador ni un guiño al fan. Es una mirada de felicidad pero también de orgullo y respeto entre iguales. *

*Lee el resto del artículo de Guille Galván en la edición 45 de Líbero.