El Argentina-Inglaterra del Azteca del que nadie habla

Protagonistas de un mundial olvidado. Heroínas del primer verdadero Argentina-Inglaterra jugado en el Estadio Azteca en 1971, mucho antes de que Maradona camuflara el puño de D10S detrás de su pelusa.

Fotografía Federico Peretti.

*Texto Paolo Galassi - Fueron a jugar un mundial de fútbol sin botas, entrenador, médico o masajista. Las camisetas albicelestes se les estropearon con el primer lavado y hubo que encontrar un juego nuevo para todas. La portera cantaba boleros en el restaurante Rincón Gaucho a la vuelta del hotel de concentración para ganar unos pesos extras. Algunas invirtieron las monedas recaudadas jugando amistosos y vendiendo fotos autografiadas en la primera cuota de un Fiat 600 (para las otras 35 cuotas hubo que trabajar, como toda la vida). De cuatro partidos jugados, tres los perdieron por goleada. Pero el más importante, aquel que quedó en la historia, lo ganaron por goleada. Las adversarias: Inglaterra. El escenario: el legendario Estadio Azteca de Ciudad de México. Todavía faltaban 15 largos años para que a la pandilla de Carlos Bilardo se le atribuyera el haber recuperado las Malvinas bajo la guía de un endemoniado “barrilete cósmico”. Por esto, y por mucho más, en Argentina son conocidas como las Pioneras. Estas son sus historias ejemplares para un país en plena ebullición feminista.

» PIONERAS Las protagonistas de la hazaña de la selección argentina femenina de 1971 reunidas para el reportaje en la cancha de Ferrocarril Oeste.

MUNDIAL OLVIDADO
Agosto de 1971: México aprovecha los sponsors y la parafernalia mediática del último Mundial de fútbol para armar un nuevo circo. Como mascota, en lugar del muchachito Juanito con su tradicional sombrero, una chiquilla de pelo morocho, recogido a lo Pipi Calzaslargas por moñitos tricolores, y la camiseta esmeralda de la selección mexicana. Xóchitl su nombre, que en lengua náhuatl significa Flor. Esta vez, la pelota será pateada por mujeres. Anuncios en diarios y tv, donde los partidos serán transmitidos con imágenes a color hacen que los estadios vuelvan a llenarse. El principal, no hace falta decirlo, seguirá siendo la catedral del DF consagrada por el llamado Partido del Siglo entre los panzer del Kaiser Franz y los Azzurri de Gigirriva, la tarde del 17 de junio de 1970.

» PRENSA MEXICANA La cobertura mediática fue completa y no faltó algún chiste machista. Las argentinas jugaron por primera vez con botas en lugar de zapatillas.

El Azteca es de esas canchas predestinadas para grandes hazañas, si las hay. No importa que la FIFA no reconozca el torneo. De hecho, la primera Copa del Mundo de futbol femenino patrocinada por los encorbatados de Zúrich será aquella ganada por EEUU, en China, nada menos que en 1991. Veinte años de culpable retraso para reconocer que hay mujeres que juegan, reunidas en clubes y selecciones nacionales, de la mismísima manera que los hombres.

El Azteca es de esas canchas predestinadas para grandes hazañas, si las hay. No importa que la FIFA no reconozca el torneo. 

Al Mundial de 1971 le precedió un hito decisivo: la Copa de 1970 disputada en Italia entre las selecciones femeninas de Checoslovaquia, Alemania Occidental, Austria, Suiza, Inglaterra, Dinamarca, Italia y justamente México. Aunque no fue oficial aquel primer Mundial organizado por la Federación del Futbol Femenino Europeo Independiente (FIEFF) sentaría un antecedente fundamental, ocultado por la resaca del carnaval carioca desatado por la banda de Zagallo y Pelé en México 70. Sin embargo, unos días después de que la Seleçao de los cincos números 10 se llevara la tercera Copa Jules Rimet aplastando la Nazionale, en el estadio Comunale de Turín, 40.000 personas vieron a las danesas ganarle la final a las anfitrionas y levantar el Trofeo Martini & Rossi, la empresa de vermú que cubrió también buena parte de los gastos de la edición mexicana de 1971.

40.000 personas vieron a las danesas ganarle la final a las anfitrionas y levantar el Trofeo Martini & Rossi, la empresa de vermú que cubrió también buena parte de los gastos de la edición mexicana de 1971.

El hecho de que se jugara en una Italia convulsionada por las contestaciones estudiantiles, donde el movimiento feminista empezaba a reivindicar su espacio, agrega una pizca más de pólvora al relato. Por otro lado, los temblores del Mayo francés ya habían empezado a cruzar los océanos: si el 2 de octubre de 1968, a días de la inauguración de los Juegos Olímpicos, los Granaderos del presidente Díaz Ordaz masacraron a los universitarios reunidos en la Plaza de Tlatelolco de Ciudad de México, provocando 400 muertos (la novela ‘Amuleto’ de Roberto Bolaño habla de aquellos hechos), el 10 de junio de 1971 el grupo paramilitar de los Halcones mató a más de 100 jóvenes manifestantes de la UNAM (la Matanza del Jueves de Corpus, representada por Alfonso Cuarón en la película ‘Roma’). Otro verano caliente se anunciaba bajo el cielo azteca.

LAS CHE
Rebautizadas enseguida como “las gauchitas” o “las che” por la prensa mexicana, las jugadoras de la selección argentina llegaron a destino en tandas de tres o cuatro. La última en llegar fue Marta Soler, la “Señorita Arquera” como titulará la revista Siete Días que con solo 17 añitos era la más joven del conjunto. Se hizo portera después de tanto jugar con su padre, hincha de Independiente. “Había un restaurante al lado de nuestro hotel, se llamaba Rincón Gaucho. Yo ahora canto principalmente tango, pero en aquella época cantaba boleros. Así que el dueño empezó a pagarme para cantar cada noche. No más de tres temas, me decía, para que la gente se quedara con las ganas de escuchar más. No teníamos un peso, no cobramos nada por jugar. Vendíamos autógrafos para mandar alguna carta a Buenos Aires”, recuerda Soler. Bolsillos vacíos, camisetas que se estropean al primer lavado, ningún entrenador y tampoco botas.

“Nosotras siempre habíamos jugado con zapatillas.  Cuando los organizadores nos dan los botines, avisándonos de que son obligatorios, yo les dije a las chicas: vamos, vamos a probarlos porque no sabemos ni lo que son"

“Nosotras siempre habíamos jugado con zapatillas.  Cuando los organizadores nos dan los botines, avisándonos de que son obligatorios, yo les dije a las chicas: vamos, vamos a probarlos porque no sabemos ni lo que son”. Caudilla de aquella banda, Gloria Betty García siempre jugó de 9. Crecida en All Boys y enrolada después en el histórico Club Atlético Piraña, en el barrio obrero de Parque Patricios, después del Mundial seguirá su carrera en Racing de Avellaneda y Nacional de Montevideo, “aunque hasta el día de hoy nunca se había hablado de contratos para las futbolistas”. Sus compañeras de la selección todavía le reprochan su cara de pocos amigos y su carácter fuerte: durante un amistoso contra Perú, después de marcar un gol, se plantó frente el hostil público de Lima, desafiándolo: “Empezaron a llover choclazos. La gente en lugar de comerse los choclos nos los tiraba”, se ríe García con su mueca pícara.

“Debutamos perdiendo 3-1 con las mexicanas. Ellas eran locales y tenían que llegar a la final. Los árbitros estaban de su lado. Para nosotras era casi normal, pero las europeas no se lo tomaron tan bien. Las italianas montaron un escándalo, porqué a ellas les afanaron peor que a nosotras. Y encima, las tanas eran mucho mejores, jugaban bárbaro. Creo que hasta quisieron pegarle al referee”. “Después del primer partido se nos acerca un ex futbolista argentino radicado en México, Norberto Rozas -jugó en Deportivo Cuautla y Necaxa de Aguascalientes en los años 50- para preguntarnos si no podía ser nuestro de DT en los partidos siguientes. Con él terminamos de entender que de ahí en adelante habríamos tenido que jugar a la nuestra, es decir a la argentina, tirando gambetas y sobre todo tocándola, tocándola y tocándola”, añade.

INGLATERRA
Se viene Inglaterra. “Por Dios, el estadio Azteca estaba repleto, parecía que te tiraban a una arena con los leones. Las inglesas eran mucho más grandes que nosotras. Fue un partido duro, de mucho roce, pero en el cual jugamos con la pelota al piso. Y así les ganamos”, sigue Betty. Como buena delantera se sacrifica, aguanta la pelota, baja y hace subir a la numero 10, la zurda Elba Selva, que se convierte en verdugo de la Pérfida Albión. Heroína de un choque de escuelas que la historia puntualmente se encarga de resignificar: quien inventó el fútbol y quien lo adoptó en los potreros sin pasto del sur del mundo, la Metrópoli y la Periferia, los imperialistas y los colonizados. “La Guerra de las Malvinas vino mucho después. Pero ellos las islas las habían invadido y ocupado más de un siglo antes. Los ingleses son como el pájaro tordo, que pone los huevos en los otros nidos”, sentencia Elba Selva, flaca y liviana como en aquel entonces.

El Argentina-Inglaterra que no está en los libros, aquello que el británico David Downing omite en un su homónima obra, termina 4 a 1 con cuatro goles suyos. Un mosquito capaz de enloquecer a las macizas sajonas, un saltamontes que no deja de brincar por el césped de la cancha de Ferro, el club de Buenos Aires donde la encontramos junto a algunas de las compañeras de aquel épico Mundial, la capitana Angélica Cardozo, la hincha de Vélez Sarsfield Teresa Suarez, y unas cuantas otras pioneras del futbol femenino argentino. No solo las del 71, sino muchas más como Lucila Sandoval, arquera de Corrientes con un largo recorrido por varios clubes porteños (All Boys, River, Independiente y San Lorenzo entre otros). Los ojos de Elba Selva están vivos en todo sentido: llenos de vida, y a la vez, listos y felinos.

El Argentina-Inglaterra que no está en los libros, aquello que el británico David Downing omite en un su homónima obra, termina 4 a 1 con cuatro goles suyos.

Ágil y elástica como si el tiempo no hubiese pasado, su constante hacer jueguitos cada vez que una pelota termina entre sus pies confirma la sensación que uno tiene al mirarla: Elba fue y sigue siendo la fantasista de las Pioneras, la crack que como en los mejores relatos (aquellos con final feliz) casi se pierde el Mundial, aunque no por lesión sino por una forma de autocensura, producto de la época: “Yo tenía trabajo, familia y un hijo de dos años. Cuando salió la cuestión de ir a jugar un Campeonato Mundial a México, ¡a México! le dije a mi marido que no iba, ¿cómo hago? Fue él quien me insistió para que fuera, y así nos fue. Pero a la vuelta seguí con mi vida, nunca me interesó demasiado jugar a la pelota en un club. Hoy aquel hijo vive en México, y el otro que tuve, en Milán. Así que cuando vaya al mundial de Francia nos vamos a ver”, comenta.

EPÍLOGO
El Mundial femenino de México 71 lo ganó de nuevo Dinamarca. Con las danesas, Argentina perdió 5-0, para después perder también la final por el tercer puesto contra Italia. Al final del partido, la delantera argentina Blanca Brucoli intercambió la camiseta con la italiana Carmela Varone. El intercambio se hizo con el pitido final del árbitro, sin esperar a ir a los vestuarios, como de costumbre. “Cambio de blusas. Perdón, de casacas”, se puede leer en una crónica del Heraldo de México. Bajo el epígrafe: “Para muchos, lo mejor de la jornada”, una foto que las retrae exhaustas y en sujetador, rodeadas de gente, en el medio de la cancha. Aunque tal vez no lo supieran, las semillas del futuro ya estaban puestas. Y este futuro, hoy, parece haber llegado. •