Alejandro Requeijo.- Cuando nos despedimos del Vicente Calderón, la grada del Fondo Sur desplegó unas pancartas para rendir tributo a recuerdos imborrables de nuestra vida en el Manzanares. Homenajearon gestas como “el triplete de Luis al Cagliari” o “el récord de goles de Baltazar”, también “el regreso de Torres”. En ese desfile de nostalgia se incluyeron otras figuras icónicas imprescindibles y ahí apareció “el ramo de flores de Margarita”, puntual cada domingo en el córner de Pantic, y “el brazalete de Carlos Peña”.
El señor Peña es el histórico delegado de campo del Club Atlético de Madrid, un hombre a un brazalete pegado. Esa prenda que rodea el brazo ha ido desapareciendo de los estadios. Se la recuerdo también a Carlos Naval, el rostro orondo siempre impertérrito en segundo plano cuando la tele enfocaba a los entrenadores del Barça en el Camp Nou.
BARJOLA» Reportaje en Líbero 47 con fotos históricas.
La figura del delegado ya no evoca a ese eficaz ordenanza ministerial que fuma cigarrillos Celtas sin filtro. Con el tiempo se han sumado a la moda de vestir y trabajarse en el gimnasio como los futbolistas. Preparando este texto me topo con una noticia de 2021 que anuncia la jubilación del señor Naval y otra que dice que Carlos Peña lo dejó en 2019. Y con ellos, sus brazaletes. Juraría haberlos visto a ambos a pie de campo la última jornada, pero debe ser un acto reflejo como cuando te dicen que la farmacia de la esquina de toda la vida hace años que la cambiaron por un Codere y no te diste ni cuenta. *
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