El Cosmos de Pelé y la nostalgia de los felices años 70

El mítico equipo en el que triunfaron Pelé, Chinaglia o Beckenbauer y que revolucionó el fútbol en Estados Unidos a finales de los años setenta regresó tres décadas después en 2014. El paso del mito brasileño no sólo fue una revolución deportiva sino cultural.

*Fotografía New York Cosmos

*Álvaro Corcuera.- En noviembre de 2014, el fútbol mundial vivió un acontecimiento que pasó bastante desapercibido entre los aficionados, más pendientes de los partidos de clasificación para el Mundial, de la cuarta jornada de la fase de grupos de la Champions League, o del devenir de las ligas europeas más potentes, pero en Atlanta (Estados Unidos), un histórico, el New York Cosmos, volvía a renacer de sus cenizas y conseguía frente a los Atlanta Silverbacks su sexto título de liga (el primero tras su desaparición en 1984) gracias a un solitario gol de un conocido para la afición española, el hispanobrasileño Marcos Senna, ex del Villarreal y uno de los héroes de la Eurocopa 2008 que ganó la Roja. En el minuto 50, Senna metió una volea desde fuera del área y desató la locura entre los fans de un equipo que llevaban casi 30 temporadas sin ver no solo ganar a su equipo, sino jugar un partido. Ante algo más de 7.000 espectadores -una cifra muy modesta para lo que llegó a conseguir el Cosmos a finales de los años setenta e inicios de los ochenta, cuando llenaba el estadio de los Giants, de casi 80.000 asientos- el nombre del New York Cosmos volvió a escribirse en la historia del fútbol.

Ante algo más de 7.000 espectadores -una cifra muy modesta para lo que llegó a conseguir el Cosmos a finales de los años setenta e inicios de los ochenta, cuando llenaba el estadio de los Giants, de casi 80.000 asientos- el nombre del New York Cosmos volvió a escribirse en la historia del fútbol.

Porque pertenece a los anales con todo derecho desde que se fundara en 1971 y jugadores como Pelé, Giorgio Chinaglia, Franz Beckenbauer o Carlos Alberto dieran gloria y glamour a la ciudad de Nueva York, y sentaran las bases del ‘soccer’ en Estados Unidos. Porque aunque la aventura del Cosmos y de la liga que nació casi al tiempo, la North American Soccer League, apenas duró década y media (murió en 1984), se puede decir que el fútbol logró cimentarse en Estados Unidos a partir de aquella magnífica experiencia, no sin dificultades. El equipo nacional de EEUU no se había perdido un Mundial (hasta el de 2018) desde el de Italia’90; en 2006 llegó a ser el cuarto equipo en el ranking FIFA (hoy ocupa el puesto 13º); y alrededor de 20 millones de niños están federados en todo el país. Todo eso no hubiera sido posible sin el Cosmos y sin dos acontecimientos previos que llamaron la atención de una minoría de aficionados.

El primero sucedió en 1950, cuando la selección estadounidense, que hasta entonces sólo había jugado los mundiales de 1930 y 1934, en Uruguay e Italia (los dos primeros de la historia), dio la campanada. En el estadio de Belo Horizonte, el 29 de junio, Estados Unidos derrotó 1-0 a Inglaterra en uno de los partidos de la fase de grupos. Fue una de las sorpresas más grandes de la historia del campeonato, aunque quedó absolutamente eclipsada 15 días después por otra que aún perdura, el Maracanazo de Uruguay ante Brasil, en la final.

En el mítico estadio de Maracaná, en Río de Janeiro, con 200.000 espectadores en las gradas, los charrúas vencieron 1-2 y se llevaron el título, su segundo y hasta ahora último, frente a Brasil, que aún no sabía lo que era alzar la Copa del Mundo, aunque después lograrían levantar el trofeo hasta cinco veces. El segundo gran momento que llamó la atención de los aficionados al deporte en Estados Unidos fue la final del Mundial de Inglaterra 1966, retransmitida por la BBC a todo el mundo. Quizá por la influencia británica en América o quizá porque fue un partido para el morbo entre dos de los países que se batieron a sangre y fuego en la Segunda Guerra Mundial, el duelo entre Inglaterra y Alemania, visto por 32 millones de personas sólo en Reino Unido (a fecha de hoy todavía es la emisión más seguida por los televidentes británicos en toda la historia, incluso por delante del funeral de Lady Di) llamó la atención en Estados Unidos, que vio cómo los ingleses derrotaban a los alemanes por 4-2 y se llevaban el único trofeo mundialista que tienen. Con el torneo todavía reciente, un grupo de empresarios deportivos y patrocinadores privados se lanzaron a la aventura en EEUU y crearon en 1967 dos ligas, la United Soccer Association y la National Professional Soccer League, que tan solo un año después se unirían, naciendo la North American Soccer League.

.Quizá por la influencia británica en América o quizá porque fue un partido para el morbo entre dos de los países que se batieron a sangre y fuego en la Segunda Guerra Mundial, el duelo entre Inglaterra y Alemania, visto por 32 millones de personas sólo en Reino Unido llamó la atención en Estados Unidos, que vio cómo los ingleses derrotaban a los alemanes por 4-2 y se llevaban el único trofeo mundialista que tienen. 

Entre los fundadores estaba Clive Toye, quien sería más tarde el General Manager del New York Cosmos y responsable de convencer a ‘O Rei’ del fútbol, Edson Aran - tes do Nascimento, alias Pelé, para que rechazara ofertas de la Juventus o el Real Madrid y emprendiera la aventura en Norteamérica. Antes de la llegada del astro brasileño (estuvo en Nueva York entre 1975 y 1977), la liga sufrió el desinterés de los espectadores, poco acostumbrados a un deporte tan distinto al fútbol americano, el béisbol, el baloncesto o el hockey sobre hielo. En el documental “Once in a lifetime, the extraordinary story of the New York Cosmos (Una vez en la vida, la extraordinaria historia del New York Cosmos), la analista deportiva Lawrie Mifflin, hoy en ‘The New York Times’, explica muy bien el choque cultural: “El fútbol es como una obra de teatro. Tiene dos partes y hay que estar concentrado todo el rato en el juego. Solo hay un descanso, en el que comentas qué te ha parecido”. Es decir, todo lo contrario a los deportes yanquis, tan acostumbrados a los parones continuos que invitan a los espectadores a ir al bar a por un perrito caliente o a las televisiones a colocar publicidad constantemente. La primera piedra del éxito del fútbol en EEUU en los setenta y ochenta fue la creación de un equipo en Nueva York, algo que se consideraba vital desde un punto estratégico de la liga.

 “El fútbol es como una obra de teatro. Tiene dos partes y hay que estar concentrado todo el rato en el juego. Solo hay un descanso, en el que comentas qué te ha parecido”

Esto sucedió en 1971, gracias a dos hermanos de origen turco, Ahmet y Nesuhi Ertegün, fundadores de Atlantic Records y unos enamorados del fútbol. Su sello discográfico estaba, en aquel entonces, en manos de Warner Communications, cuyo director ejecutivo, Steve Ross, había comenzado a apreciar el soccer de la mano de sus amigos turcos. Liderados por este neoyorquino de ascendencia judía, hasta diez inversores pusieron dinero para levantar un equipo de la nada. El nombre se le ocurrió a Clive Toye: “El último equipo profe - sional de la ciudad habían sido los Mets, que es la abreviatura de Metropolitan. Así que pensé, ¿Qué es más grande que metropolitano? ¡Cosmopolitano! Y de ahí surgió el nombre, New York Cosmos”. Tras unos inicios titubeantes, con apenas unas decenas de espectadores viendo sus partidos y tras varios cambios de 1974) a un patatal en Randalls Island, el equipo consiguió ganar la liga en 1972. Sin embargo, a nadie le interesaba el fútbol en general o el Cosmos en particular. 

Tras unos inicios titubeantes, con apenas unas decenas de espectadores viendo sus partidos y tras varios cambios de 1974) a un patatal en Randalls Island, el equipo consiguió ganar la liga en 1972. Sin embargo, a nadie le interesaba el fútbol en general o el Cosmos en particular. 

Para una ciudad acostumbrada a grandes héroes deportivos como Joe DiMaggio o Babe Ruth en béisbol, o Willis Reed en baloncesto, los Cosmos simplemente no tenían ningún atractivo. Steve Ross, todo un magnate de los medios de comunicación, y que por entonces ya iba a los partidos de su equipo y se dedicaba a dar las toallas o el agua a los jugadores en la banda, entendió el problema: necesitaban un nombre. Pelé se había retirado del Santos en 1974, y por entonces parecía una locura que terminara jugando en Estados Unidos un año más tarde. Pero sucedió, aunque no fue fácil. Ross veía en Pelé no sólo a un extraordinario jugador, ganador de tres Mundiales, sino a una marca para vender camisetas, botas de fútbol, colonia o lo que se terciara, además de la posible entrada de la televisión. Clive Toye convenció a Pelé de que rechazara las ofertas de Real Madrid y Juventus: “Si vas a esos equipos ganarás campeonatos, pero si vienes a Nueva York ganarás un país entero”.

El brasileño quedó convencido, especialmente después de que Norman Samnick, abogado de Warner Communications, se presentara en Brasil para ponerle un contrato encima de la mesa: “Estaba ultimando los acuerdos con Robert Redford y Dustin Hoffman para la película ‘Todos los hombres del presidente’, cuando me llamó Steve Ross y me dijo que tenía que ir a Brasil para fichar a un jugador de fútbol llamado Pelé. Yo le dije… de acuerdo…”, explica el propio Samnick en el documental ‘Once in a lifetime’. Sin embargo, un gran escollo se interpuso en el camino del jugador a Nueva York, el propio gobierno brasileño, que quería (y presionaba) para que se quedara en Brasil y jugara para la selección. Pelé pidió ayuda a los directivos de Warner, y estos movieron hilos al más alto nivel. Henry Kissinger, secretario de Estado de la época y un loco del fútbol, hizo unas llamadas decisivas, “y por el bien de las relaciones EEUU-Brasil”, Pelé aterrizó en la Gran Manzana. La suya fue una presentación galáctica. La conferencia de prensa se celebró en el Club 21, uno de los locales con más historia de Nueva York. Allí había 300 periodistas de todo el mundo.

Pelé aterrizó en la Gran Manzana. La suya fue una presentación galáctica. La conferencia de prensa se celebró en el Club 21, uno de los locales con más historia de Nueva York. Allí había 300 periodistas de todo el mundo.

Poco después, con 34 años, el brasileño debutó en EEUU, en un partido contra Dallas, ante 22.000 espectadores, en un césped en un estado lamentable (pintaron de verde el terreno de juego para disimular las calvas). A Pelé aquello le disgustó, y una temporada después se mudaron al campo de los Giants, en Nueva Jersey, un terreno de juego a la altura del gran campeón. Pelé fue el catalizador del fútbol en EEUU. Su llegada provocó que otros equipos también apostaran por grandes estrellas de la época, como George Best (Los Ángeles Aztecs) o Rodney Marsh (Tampa Bay Rowdies). De hecho, el propio Cosmos apostó por crear un equipo galáctico a golpe de talonario. Así llegaron Giorgio Chinaglia (desde la Lazio) y Franz Beckenbauer (desde el Bayern Múnich) en 1976 y 1977 respectivamente; y ya sin Pelé en el equipo se ficharon a otros astros como Carlos Alberto (ex del Fluminense, Santos y Botafogo) en 1978 o Johan Neeskens (antes en Ajax y Barça) en 1979.

PELÉ Y MICK JAGGER

Curiosamente, incluso Johan Cruyff vistió la camiseta del Cosmos, aunque solo en dos amistosos en 1978 antes de firmar por dos rivales ligueros de este, Los Angeles Aztecs y Washington Diplomats, donde jugó, en conjunto, durante tres temporadas. Nintendo contra el cosmos Todos esos grandes jugadores de talla mundial ofrecieron espectáculo en Nueva York y también disfrutaron de míticas fiestas en el Studio 54. Era un tiempo de bullicio, de alegría en una ciudad descosida, afectada por el crimen y por un apagón histórico en julio de 1977, que sumió las calles en el caos y el pillaje, días antes de que el Cosmos colocara, por primera vez en su historia, el cartel de no hay billetes.

Fue en un partido de playoff contra Fort Lauderlale: 77.691 personas vieron aquel encuentro. Eso sin incluir a Bugs Bunny o las cheerleaders. Todo estaba americanizado. También el desenlace de los partidos, que no podían acabar en empate, por lo que se creó la muerte súbita y el ‘shootout’, un uno contra uno entre jugador y portero, que añadía al juego más espectáculo, aunque fuera a la manera yanqui. En 1977, el Cosmos ganó su segunda liga tras la de 1972, pero a diferencia de aquella primera, ahora el fútbol tenía miles y miles de seguidores, y los estadios se llenaban para ver a Pelé, a Chinaglia o a Beckenbauer. En un primer momento, la marcha del brasileño no cambió demasiado el panorama. El Cosmos repitió título en 1978, sin Pelé pero con Carlos Alberto. En 1979, el dueño del equipo, Steve Ross, que en 1972 vio cómo todos los inversores iniciales le vendían por un simbólico dólar sus respectivas participaciones, era un hombre feliz: la televisión entraba en el negocio del fútbol. La cadena ABC decidió retransmitir aquel campeonato. Pero por desgracia, aquello solo duró un año (las audiencias eran de un 2,7%), y el declive acabaría llegando.

BECKENBAUER PELÉ Y CHINAGLIA

Al Cosmos le dio tiempo a ganar dos ligas más, en 1980 y 1982, para un total de cinco entre su fundación y su desaparición (1971-1984). Pero sin los ingresos televisivos, la liga se demostró insostenible. Además, en el caso del Cosmos, Steve Ross no pudo hacer frente a las pérdidas que tenía en Warner Communications tras el colapso de su principal negocio, la empresa de entretenimiento Atari, que sufrió el llamado crash de los videojuegos en 1983 (Nintendo lanzó su NES y Japón arrebató el mercado a EEUU). Esto provocó, como consecuencia, que Ross se viera obligado a desmantelar el equipo en 1984. Meses después, la North American Soccer League siguió el mismo camino. Peppe Pinton, ex directivo de la Lazio y del Cosmos, compró lo que quedaba del club neoyorquino, quedándose la marca durante casi treinta años. En agosto de 2009, vendió los derechos a Paul Kemsley, ex vicepresidente del Tottenham Hotspur, que lideró un intento inicial por introducir un nuevo equipo Cosmos en la Major League Soccer. Al no fructificar, y tras renacer en 2009 la North American Soccer League, la misma en el que jugó el Cosmos original, el equipo se encaminó hacia ese campeonato. No sería hasta 2011 que el torneo echara a andar, y el Cosmos volvió oficialmente a los campos de fútbol en 2013. Así que cuando Marcos Senna metió ese gol de volea que le dio el campeonato en esta primera temporada del Cosmos tras su regreso, los aficionados que vibraron en los 70 y 80 con los Pelé, Chinaglia o Beckenbauer, probablemente sintieron un pellizco de nostalgia.

Desde el punto de vista deportivo, no fue fácil: “Piensa que somos 26 futbolistas que no nos conocíamos de nada y que hemos logrado funcionar como equipo”, explica el canario Ayozé García, ex del Sporting de Gijón o el Tenerife, y uno de los dos españoles, junto con Senna, del equipo. En su caso, aterrizó en Nueva York después de que su representante le hiciera saber de una oferta que le garantizaba algo que empezaba a complicarse en España, cobrar a tiempo. Además, le proporcionaba una experiencia nueva en un país extranjero. “Vine a Nueva York por muchos motivos. Fue el equipo que apostó por mí, de un país que no conocía y tenía muchas ganas de visitar. Era interesante también para mi familia, muy importante como experiencia enriquecedora”, nos explicaba recientemente Marcos Senna durante el viaje del Cosmos  a España, donde el Villarreal C.F., el equipo en el que el hispanobrasileño dio sus mejores años de fútbol, le rindió un homenaje en el El Madrigal.

Senna, que conoció recientemente a Pelé, es feliz en Nueva York, donde aprecia el anonimato: “La fama es bonita cuando empiezas a jugar al fútbol, pero después se agradece muchísimo poder caminar por la calle y que nadie te conozca”. El entrenador del equipo, Giovanni Savarese, venezolano de origen italiano y con amplia experiencia en EEUU, le aprecia especialmente. Obviamente, Senna no tiene el impacto de Pelé, pero es un tipo con gran experiencia en fútbol, campeón de Europa con España, un nombre con el que empezar a rodar y a ilusionar. “El futuro puede traer muchas cosas.

Queremos ser un club grande, hemos apostado por un gran nombre como el de Marcos Senna, gran jugador y persona humilde. Para nosotros ha sido un primer paso muy bueno. Ahora hemos conversado con otros jugadores también importantes de cara al futuro. Pero es algo que irá poco a poco, en función del presupuesto”. El tiempo dirá hasta donde llega la nueva aventura del Cosmos y si vuelve a recuperar el glamour de antaño. La segunda parte sólo acaba de empezar. •*

*reportaje recogido en nuestro número 7, en noviembre de 2013