Igor Paskual | Ilustración. Sr. García.- Maradona era devorado por su personaje mientras Argentina, bañada en un ego colosal, invertía millones de horas en el diván para superar el abismo insondable entre lo que se es y lo que se desea ser. El puente que conectaba el deseo y la realidad se sostenía sobre los pilares de lo épico, lo legendario y lo mítico. Vivir y jugar así es imposible porque uno está obligado a enfrentarse al tribunal del destino constantemente.
No es de extrañar que el mayor ídolo del público argentino sea el propio público y que su filosofía sea, en gran parte, el peronismo, un fenómeno aún más complejo que la fenomenología del espíritu de Hegel, sólo comprensible por el nativo. Y también tiene su himno, ‘La marcha de los muchachos’, un arma cargada de poesía. Y, a veces, de policía.
DIEGO vs MARADONA» Ilustración de Sr. García
Esta es la historia: el 24 de octubre de 1981, en el combativo barrio de Mataderos, Nueva Chicago se enfrentaba en su cancha a Defensores de Belgrano. Buscaban el ascenso y la afición del “torito”, agotada como estaba de tantas muertes y represión, y tal vez espoleada por la presencia del sindicalista Lorenzo Miguel, comenzó a cantar el himno peronista, prohibido por la dictadura. Las autoridades, escandalizadas, detuvieron aleatoriamente a un buen número de aficionados que fueron llevados (¡al trote!) a la comisaría 42, mientras los vecinos de Los Perales (barrio inaugurado por Eva Perón) tiraban objetos desde los balcones. Fue un grito de hartazgo y algunos detenidos estuvieron un mes en prisión. No era ninguna broma. El que ordenó las detenciones, años después mataría a tres chicos en Bahía Blanca.
En el barrio, durante esa semana, la pregunta que resonaba era ¿Se repetiría el canto en el próximo partido? Fue aún mejor. La hinchada, de camino al partido, se detuvo frente a la 42 y amagó con cantar el himno, pero se arrancaron con la popular ‘Arroz con leche, me quiero casar…’. La cara de la policía era un poema. ¿A quién detener? ¿Puede el poder reprimir una melodía?
Pero la historia de ‘La marcha de los muchachos’ no termina ahí. Los seguidores del Osaka Gamba han adaptado la letra al japonés y la cantan en las gradas con tanto entusiasmo como si fueran argentinos, con tanta pasión como si hubieran marcado el gol del siglo, con tanto orgullo como si fueran de Mataderos. Con tanta grandeza como si fueran Maradona. •
Marcha de los muchachos. Hugo del Carril. 1949
Los muchachos peronistas todos unidos triunfaremos,
y como siempre daremos un grito de corazón: ¡Viva Perón! ¡Viva Perón!
Por ese gran argentino que se supo conquistar
a la gran masa del pueblo combatiendo al capital.
¡Perón, Perón, qué grande sos! ¡Mi general, cuanto valés!
¡Perón, Perón, gran conductor, sos el primer trabajador!
Por los principios sociales que Perón ha establecido,
el pueblo entero está unido y grita de corazón: ¡Viva Perón! ¡Viva Perón!
Por ese gran argentino que trabajó sin cesar,
para que reine en el pueblo el amor y la igualdad.
¡Perón, Perón, qué grande sos! ¡Mi general, cuanto valés!
¡Perón, Perón, gran conductor, sos el primer trabajador!
Imitemos el ejemplo de este varón argentino,
y siguiendo su camino gritemos de corazón: ¡Viva Perón! ¡Viva Perón!
Por esa Argentina grande con que San Martín soñó,
es la realidad y la efectiva que debemos a Perón.
¡Perón, Perón, qué grande sos! ¡Mi general, cuanto valés!
¡Perón, Perón, gran conductor, sos el primer trabajador! •