El equipo ‘d'una nació’, más allá de esteladas

La selección catalana ha sido en los últimos años una reivindicación nacional. En sus 110 años de historia sus partidos han sido mucho más plurales, incluidos homenajes al Madrid o Cervantes.

Texto Natalia Bravo.- 10 de julio de 2010, un día antes de que España se proclamara campeón en Sudáfrica, paradojas del destino, se convocaba la manifestación más masiva registrada en Barcelona cuyo reclamo era «som una nació». Se le atribuye a esa convocatoria el germen con el que estallaría el independentismo en la sociedad catalana. Esos mismos catalanes, muy probablemente, no celebraron la victoria el día después de la selección. No sienten esos colores, sienten otra selección, la catalana, la que ha sido durante los últimos veinte años un vehículo para constatar que son una nación como otra cualquiera, con unos equipos que sueñan con participar en competiciones oficiales, pero no forma parte ni de la FIFA ni del COI. Mucho antes de que cobrara ese sentido, la historia de la selección catalana se construye con amistosos y homenajes, al Real Madrid, a víctimas de diferentes guerras o a Miguel de Cervantes, con sus decepciones y sus victorias, y sin el corsé nacionalista.


» CRUYFF Y CASZELY La selecció catalana se ha abierto a jugadores extranjeros como Di Stéfano o Cruyff y Caszely, como este partido de 1976,

Ser del Madrid, o del Barça, o del Betis, lo eliges. Ser de la selección, no. A no ser que a través de ella optes por canalizar tu identidad nacional. Cataluña tiene una selección unos veinte años más antigua que la española, desde la primera década del siglo pasado. Algunos documentos datan su nacimiento en 1904 con un equipo formado por pericos y culés enfrentados con la tripulación de un barco inglés, el Cleopatra; otros en 1907, con un partido benéfico en honor a las víctimas de Melilla derrotadas por los rifeños; otros, en 1910 con un encuentro en Mahón con el FC Maonés. Fuera una u otra fecha, en su estreno vestían camiseta blanca y roja a rayas, los colores del escudo de Barcelona, y lejos quedaba ni siquiera plantear una intencionalidad política en su creación. Fue, entonces, solo deporte.

Para darle un barniz reivindicativo habría que avanzar hasta 1998, con el primer partido que llenó de esteladas las gradas que ondeaban sonando de fondo Els Segadors. Era el 22 de diciembre, jugaban contra Nigeria en el estadio Lluís Companys de Montjuïc (Barcelona), y se crea el precedente a la tradicional cita navideña de la selección. Para muchos aficionados era una segunda Diada y no una competición deportiva. El periodista deportivo Xavier Garcia Luque relata que estas ganas de querer equipararse a cualquier otra selección del mundo, «seria, oficial y representada en torneos de gran magnitud», tienen origen en varias plataformas nacionalistas, “aunque no dejan de ser citas folclóricas y para recaudar dinero”, explica. Jaume Llauradó, vicepresidente del Barça en la etapa de Joan Gaspart, impulsó a mediados de los noventa la plataforma Proseleccions Esportives Catalanes para promover la selección y ganar reconocimiento internacional. Nace la etapa de la selección vinculada al soberanismo.

A través de una iniciativa legislativa popular lograron en 2012 el aval del Tribunal Constitucional para competir oficialmente, después de desestimar un recurso del
Gobierno de Aznar de 1999, siempre y cuando no participara la española internacionalmente. «Económicamente funciona, las entradas se venden, las camisetas se renuevan año tras año, se emite por televisión...Y para la Federación Catalana todo esto suma», explica Garcia Luque, “pero, claro, hay una clara intención reivindicativa”. La cita de 1998 coincidía en día con partidos de las selecciones de Euskadi, Andalucía y Canarias. En el caso de la selección catalana, el partido fue titulado por la prensa com una noche triunfante, mágica, de “gente ya conocida, de la misma familia, con una misma cultura y sentimiento y que entiende el juego de la misma manera”. También, otros medios dijeron, en dirección contraria, que “España se parte en cuatro” y que “para muchos, el rival de Cataluña no era Nigeria, sino España”. Sea como fuere, los jugadores entretuvieron a los 53.630 espectadores que presenciaron la derrota de Nigeria con un 5 a 0. De capitán,

También, otros medios dijeron, en dirección contraria, que “España se parte en cuatro” y que “para muchos, el rival de Cataluña no era Nigeria, sino España”. Sea como fuere, los jugadores entretuvieron a los 53.630 espectadores que presenciaron la derrota de Nigeria con un 5 a 0. 

Pep Guardiola, con goles de Óscar, Celades, Tamudo y Barbará. Todos, futbolistas catalanes por primera vez. Xavi Aguado, el jugador con mayor participación en partidos de la selección, recuerda de ese día “un partido de nivel, que daba gusto jugar con un equipo de la talla de Guardiola, Cristóbal, Sergi...”. Pero para Aguado no fue un acto reivindicativo: “Aquí está el error. No era una manifestación, era ir a disfrutar de un espectáculo deportivo, no un lugar para expresar sentimientos políticos, y los jugadores debemos estar al margen e involucrarnos solo a nivel deportivo”. Igualmente, le dedicó el triunfo a su abuelo fallecido, Josep Companys, que tuvo que emigrar a Francia, como muchos otros republicanos, en plena Guerra Civil. Como un siglo da para reconvertirse unas cuantas veces, Cataluña ha ido sorteando los diferentes episodios de la historia con diferentes facetas y períodos irregulares. Retrocedamos siete décadas, a los años 20. Aunque España estaba lejos de los años dulces que vivía Europa, para Antoni Closa, periodista deportivo de Sport y coautor del libro Selección catalana de fútbol. Nueve décadas de historia, esa época fue «la era dorada de la selección, saborea cierto reconocimiento al disputar partidos con equipos internacionales e incluso contra la recién creada selección española». Ese partido contra España, hoy probablemente inimaginable, se trataba de un torneo de federaciones estatales, la copa Príncipe de Asturias, donde competían también las selecciones de Andalucía, Euskadi o Castilla y León. La selección catalana representaba la ciudad de Barcelona y era un mix de jugadores de distintas nacionalidades.

CERVANTES
Cataluña se enfrentó al Swansea el 29 de mayo de 1927. ¿La intención? recaudar dinero para la construcción de un monumento en El Toboso en honor a Miguel de Cervantes. Mundo Deportivo la menciona como “selección Barcelona” y anuncia “duros partidos en que deberá defender el justo prestigio de que goza el fútbol catalán” con “la visita de dos teams profesionales británicos». Barcelona se sentía en deuda con “el glorioso manco” por los elogios que dedicó a la ciudad. “Barcelona, archivo de cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza, única”, escribió. El partido se perdió, sumaron un digno enfado que la prensa recogió en la crónica y,pese a la honorable intención, a día de hoy, no hay constancia de tal monumento en El Toboso. Avanzamos treinta años. Pasamos la dictadura de Primo de Rivera, la Exposición Universal en Barcelona y su proyección internacional, la República y su caída, la Guerra Civil y el Franquismo.

La selección pasó a llamarse oficialmente selección Barcelona, pero en enero de 1955 se anunciaba en la prensa como selección catalana para un partido que jugaría el día 26 y, aunque amistoso, garantizaba un espectáculo deportivo. Alfredo Di Stéfano fue invitado para vestir de la selección catalana y  jugar contra Bolonia. El argentino era la gran atracción un año después de su fracasado fichaje por el Barça. Pero lo realmente emocionante era verle jugar en el mismo equipo que Kubala. Una dosis para aliviar la frustración de no tener el tándem en el Barça. El partido, un acto benéfico para la Asociación de la Prensa, acabó con un 6 a 2 que presenciaron 50.000 personas. Mundo Deportivo tituló: “Un partido que no se olvidará”. Un año y medio más tarde, el 1 de septiembre de 1956, Di Stéfano volvía a Les Corts. Sucedió lo que hoy a nadie se le ocurriría: que la Federación Catalana convocó un partido con el Rea Madrid en honor a su primera Copa de Europa como muestra de afecto al “situar el fútbol español en la cima”. Jaume Rius, el otro autor de Selección catalana de fútbol. Nueve décadas de historia considera este punto el inicio del fútbol espectáculo en España.

Un año y medio más tarde, el 1 de septiembre de 1956, Di Stéfano volvía a Les Corts. Sucedió lo que hoy a nadie se le ocurriría: que la Federación Catalana convocó un partido con el Rea Madrid en honor a su primera Copa de Europa 

“Era el mejor Madrid que ha existido”, opina. Para Rius, esa hermandad invitó a traer más extranjeros y se culminó con la llegada de Cruyff. “La selección catalana también manó de ese mestizaje durante años”, cuenta. Después de casi diez años sin disputar apenas partidos, el 9 de junio de 1976 Cataluña juega contra Rusia (“selección de Moscú”) un partido organizado entre la Federación Catalana y el Comité de la Feria Internacional de Barcelona, que ese año tenía por primera vez un pabellón de la URSS. El gran atractivo fue ver a Johan Cruyff y al chileno del Espanyol Carlos Caszely en el mismo equipo. Era el primer partido de la selección en el que la camiseta lucía las cuatro barras. Aunque el partido no fue memorable, fue el último recuerdo de la selección, que hibernó catorce años. Hasta el 26 de diciembre de 1990 no volvería a la actividad, para un partido contra un equipo de Tercera.

Este 2017 no hubo el tradicional encuentro navideño, pese a la coyuntura política que vive Cataluña y que, incluso, sería un empuje en la esfera independentista. La Federación Catalana se ha visto obligada a descartarlo: no ha dado ni con una fecha ni con un rival y, por el momento, aplaza el evento para la próxima primavera, aprovechando que habrá rivales en España preparando el Mundial de Rusia. Por lo pronto, se mantendrá como un amistoso para darle visibilidad y la pregunta de qué sería de los futbolistas catalanes si Cataluña fuese un país independiente sigue sin responderse.