El Fanzine de la Tribu Vertical: 'Aquellos Gremlins del noreste'

Hoy Newcastle está considerada una de las ciudades más acogedoras del Reino Unido. Hasta bien entrados los noventa, sin embargo, era conocida por lo contrario. Sobre todo si el destino era St James Park.

Borja Bauzá.- Cuando la gente que intenta –no es fácil– estar al tanto de ese magma llamado “cultura de grada” piensa en hooligans ingleses suele tener tres equipos en mente: West Ham United, Millwall y Chelsea. Es una asociación lógica. No tanto por haber albergado –los tres– un buen número de macarras en sus gradas, que también, sino porque son los que mejor han promocionado ante el gran público sus andanzas.

Ahí está la decena de películas que abordan el tema. ¿De quién hablan? Dejando un par de excepciones al margen, de alguno de los tres. ‘The Firm’ –la original de 1989 con Gary Oldman en el papel protagonista– está basada en los del West Ham, el remake de 2009 ídem, y ‘Green Street Hooligans’, 'Rise of the Footsoldier’ o ‘Cass’ también. ‘Arrivederci Millwall’ e ‘I.D.’ están basadas en los del Millwall y la irreverente ‘The Football Factory’ en los del Chelsea. Además, en casi todos los casos el enemigo a batir es alguno de los otros dos

A las docenas de encontronazos registrados en las calles del centro entre los unos y los otros se sumaron, ya dentro del estadio, el lanzamiento de dardos contra los londinenses y, sobre todo, el lanzamiento de una garrafa de gasolina ardiendo que hizo explosión en medio de la hinchada visitante. 

La realidad, empero, es bastante más compleja y cuando uno entra en el pub adecuado y entabla una conversación sobre quién conformó en su día la élite del vandalismo futbolero inglés con el cincuentón adecuado salen otros tantos nombres a relucir. Manchester United y Cardiff City asoman seguro. Portsmouth, para sorpresa de muchos, también. Y raro sería el que no dijese que allí arriba, en el noreste, gastaban pocas bromas. ¿En Sunderland? No. ¿En Middlesbrough? Ahí también convenía andarse con ojo, pero tampoco. ¿Newcastle entonces? Ajá.

GEORDIES
La mención a los seguidores del Newcastle, más conocidos como ‘geordies’, puede resultar sorprendente teniendo en cuenta su fama actual: una afición tan vocal como acogedora que da colorido a una ciudad por la que da gusto pasear, salir de fiesta y perderse solo para encontrar a un nativo pinta en mano preguntándote si quieres otra.
Pero no siempre fue así.

“Ir a Newcastle era como viajar a otro país; todo el mundo, y daba igual si era hombre, mujer o niño, te odiaba ahí arriba”, explicaba hace unos años Steve Lyons, veterano seguidor del Charlton Athletic, en un libro titulado ‘Terrace Legends’ (Leyendas de la Grada) al recordar sus aventuras de juventud. “Estaban jodidamente locos”.

Pat Dolan, un veterano hooligan del Chelsea ya fallecido, contaba en el mismo libro que una de sus experiencias más traumáticas siguiendo a los blues tuvo lugar precisamente en Newcastle cuando, horas antes del partido, los locales atacaron el pub en el que se encontraban. “Corrieron hacia nosotros con martillos y bates y ahí terminó todo: los que estábamos fuera empezamos a empujarnos para entrar otra vez dentro”. Él no logró resguardarse a tiempo: “Me pillaron en la puerta, empezaron a golpearme y al darme la vuelta para ver quién me estaba dando lo único que logré atisbar fue un bate de cricket cayendo sobre mi cabeza”. Dolan terminó en el hospital con la cara partida y la nariz completamente rota. No fue el único.

Incluso el famoso Cass Pennant, un antiguo hooligan del West Ham reconvertido en cronista de lo que la prensa británica ochentera definió como “la enfermedad inglesa”, tuvo que reconocer en la hagiografía que escribió sobre su propio grupo que con los del Newcastle ojo cuidado. Hasta el punto –explica– de llegar a plantearse alianzas puntuales entre los fanáticos de los diferentes equipos de Londres, enemigos acérrimos en circunstancias normales, cuando alguno tenía que recibir a los geordies en la capital. 

ESCOCESES
Las crónicas coinciden. Si hasta la década de los ochenta casi nadie osó visitar de forma organizada St James Park no fue solo por la lejanía del último gran centro industrial inglés antes de Escocia. También jugó un papel muy relevante la rudeza con la que allí solía recibirse al foráneo.

LONDRES» Una de las visitas a la capital.

Las únicas excepciones, al margen de algún caso aislado al sur de la frontera, las protagonizaron escoceses. Los del Celtic de Glasgow y sus 15.000 seguidores en 1967, los del Glasgow Rangers y sus 20.000 seguidores en 1969 y los del Hibernian con sus tropecientos incondicionales en 1977. La primera visita dejó seis horas de caos, 57 detenidos y más de 60 hospitalizados. La segunda dejó 89 heridos, 30 arrestados y el partido suspendido durante 20 minutos. En cuanto a los de Edimburgo, lo único que recuerda un nativo de aquel día es que “las peleas se sucedieron tanto dentro como fuera del estadio durante toda la jornada”.

Ese, dicen, es el motivo por el que el origen del hooliganismo en Newcastle fue un tanto sui generis: a falta de un enemigo externo la chavalada local, organizada en pandillas según el barrio y ubicada en una grada llamada Leazes End, dedicaba los sábados a resolver sus cuitas callejeras allí mismo. Era ahí donde coincidían los macarrillas de zonas eminentemente obreras como Scotswood, Longbenton, North Kenton, Heaton, Walker o West Denton para disputarse la hegemonía bajo nombres como Denton Burn Mafia Crew, Kenton Bar Boys o Scotswood Aggro Boys. En esos tiempos la estética giraba en torno a las botas Doc Martens, las donkey jackets –unas chaquetas de tela de lana recubiertas con parches de cuero– y un abanico de peinados que abarcaba desde la cabeza rapada al clásico melenudo. 

Incluso el famoso Cass Pennant, un antiguo hooligan del West Ham reconvertido en cronista de lo que la prensa británica ochentera definió como “la enfermedad inglesa”, tuvo que reconocer en la hagiografía que escribió sobre su propio grupo que con los del Newcastle ojo cuidado.Hasta el punto –explica– de llegar a plantearse alianzas puntuales entre los fanáticos de los diferentes equipos de Londres, enemigos acérrimos en circunstancias normales, cuando alguno tenía que recibir a los geordies en la capital.   

Con todo, y pese a la dinámica tan caótica que gobernaba el Leazes End, a veces lo que ocurría sobre el césped lograba imponer una tregua entre las diferentes pandillas para poder hacer piña contra una decisión arbitral o contra el equipo contrario. Es lo que sucedió, por ejemplo, el 9 de marzo de 1974, cuando el Newcastle vio cómo uno de sus defensas recibía la tarjeta roja durante un partido de la FA Cup contra el Nottingham Forest. Poco después el colegiado pitó una falta peligrosa a favor del Forest y como se iba perdiendo 3 a 1 la muchachada que poblaba el Leazes End dijo hasta aquí hemos llegado. A la invasión del terreno de juego siguió una algarada tremenda con la policía, que solo pudo restaurar el orden tras enviar a 23 alborotadores al hospital y arrestar a otros 39. Cuando se reanudó el partido los jugadores del Forest estaban tan aterrados que el Newcastle logró remontar el encuentro. Resultado final: 4 a 3. Hubo que pagar un precio, eso sí. El conjunto norteño, dijeron las autoridades, tendría que jugar todos los partidos coperos de la siguiente temporada fuera de casa.

El caos imperante en el Leazes End terminó en 1978, cuando el club decidió cerrar la grada con el fin de remodelarla. “A partir de ese momento la gente empezó a juntarse”, recordaba en una conversación reciente con el fotógrafo Alberto Palmisciano, un histórico hooligan del Newcastle apodado Monty. Fue entonces cuando surgió el primer grupo hooligan propiamente dicho –firm en jerga local– de la ciudad. Bautizado como Bender Squad, algo así como “Pelotón Borracho”, aglutinó a gente de todos los barrios de Newcastle sin distinción. Periferia incluida. Y aunque dentro de St James Park no hacía acto de presencia como tal, sí solía estar en las calles aledañas al estadio, sobre todo en Barrack Road, tanto antes como después del partido. Por si los hooligans de algún equipo rival decidían asomarse algún día por allí.

WEST HAM
Según explican los autores Nick Lowles y Andy Nicholls en una pequeña enciclopedia hooligan publicada en 2005, los primeros en asomarse con ciertas intenciones a la desembocadura del Tyne fueron los del West Ham.

Corría el mes de marzo de 1980 cuando un grupo bastante numeroso de “hammers” –unos 300– se apeó del tren en la estación central de Newcastle varias horas antes del partido. “Me encontraba bebiendo en el Black Bull de la calle Westgate cando alguien entró corriendo diciendo que los del West Ham estaban en la ciudad”, cuenta Monty. “Nosotros juntamos a muchísima gente muy rápido y el día terminó siendo un auténtico caos”. Y es que a las docenas de encontronazos registrados en las calles del centro entre los unos y los otros se sumaron, ya dentro del estadio, el lanzamiento de dardos contra los londinenses y, sobre todo, el lanzamiento de una garrafa de gasolina ardiendo que hizo explosión en medio de la hinchada visitante. “Los del West Ham deberían admitir que, por muy duros que fuesen en aquella época, abandonaron Newcastle contentos de poder irse”, concluye Monty.

GEORDIES» Un recorte de sus hazañas. 

Jackie Milburn, convertido en héroe local tras jugar en las filas del club entre 1945 y 1957, hizo una valoración menos entusiasta de lo acontecido: “El lanzamiento de una bomba el pasado sábado contra los aficionados del West Ham aporta una nueva dimensión, aterradora, a las batallas que se dan en los estadios”, aseguró días después del incidente. “Es, sin duda, lo peor que he presenciado en un campo de fútbol”.

La policía no tardó en dar con el culpable: un chaval de 18 años que ocupaba buena parte de su semana trabajando en una de las muchas fábricas de la zona y que, en su defensa, alegó que estaba harto de que su equipo estuviese en Segunda. Una categoría impregnada de irrelevancia. De ahí –añadió– su intento de volver a colocar al Newcastle en la portada de la prensa nacional. Si los jugadores no lo conseguían con su fútbol no había problema; ya se encargaba él. Fue sentenciado a tres años de cárcel.

A la expedición de los del West Ham siguieron varias protagonizadas por los famosos ‘Headhunters’ –“Cazadores de cabezas”– del Chelsea que obligaron tanto a la policía local como a los médicos de la zona a ganarse el sueldo con creces. Ahí está el testimonio, ya citado, del difunto Pat Dolan: batazo de cricket y al quirófano.

Todas ellas, las del West Ham y las del Chelsea, son visitas que no se entienden sin la fuerza que a principios de los ochenta alcanzaron los hooligans de los equipos londinenses y sin comprender las ganas que éstos tenían de probarse allí donde todavía no habían plantado bandera.

En paralelo, mientras iban recibiendo cada vez más invitados, los hooligans del Newcastle evolucionaron. El invento aquel de Bender Squad continuó existiendo, pero solo como refugio de nostálgicos, ya que las generaciones más jóvenes, inspirándose en las nuevas dinámicas que se habían expandido a lo largo y ancho de las islas británicas, pusieron algo de distancia con sus mayores montando a comienzos de los ochenta una firm bautizada como Newcastle Mainline Express o NME.

Dicho de otro modo: los hooligans más jóvenes del Newcastle no solo dejaron atrás el look skinhead o bootboy que había caracterizado a sus predecesores, sino que también abrazaron una cierta sofisticación a la hora de moverse y operar.

Dicho de otro modo: los hooligans más jóvenes del Newcastle no solo dejaron atrás el look skinhead o bootboy que había caracterizado a sus predecesores, sino que también abrazaron una cierta sofisticación a la hora de moverse y operar. Desde un pub llamado Bonnie & Clyde, situado frente a la estación central de la ciudad, comenzaron a organizar sus viajes a otros lugares de forma más inteligente, más pensada, para tratar de evitar una vigilancia policial cada vez más eficiente. También montaron una hucha común con el objetivo de costear las cada vez más cuantiosas multas con las que las autoridades inglesas buscaban combatir el hooliganismo. El mecanismo era sencillo: cada miembro de la firm debía depositar en ella una libra a la semana.

Además, y tal y como ya sucedía en otras partes del país, estos jóvenes empezaron a ser muy selectivos a la hora de aceptar quién podía moverse con ellos. Ya no bastaba con ser echado para delante y estar dispuesto a partir caras; también había que hacer gala de un cierto saber estar y ser capaz de dejar a los aficionados normales de otros equipos en paz.

NME
Pese a la adaptación a los tiempos pretendida por sus integrantes, NME no tardó en dar paso a la firm con la que los hooligans del Newcastle han quedado grabados en el imaginario colectivo: Gremlins. Un nombre impuesto por sus mayores –los viejunos del Bender Squad y la gente de NME– inspirado en la película del mismo nombre que llegó a los cines en 1984. La que cuenta la historia de unas pequeñas criaturas de lo más agresivas que se hacen con el control de una pequeña ciudad estadounidense. Los destinatarios del símil lo abrazaron encantados.

No está muy claro cuándo se presentaron en sociedad. Lowles y Nicholls, los autores de la enciclopedia hooligan, hablan de los últimos meses de 1986. Monty, en cambio, señala el partido que jugó el Newcastle en Norwich el 11 de mayo de 1985. La nueva firm de los norteños decidió echar el día atacando a los hooligans locales en todos y cada uno de los pubs donde trataron de refugiarse.

Prácticamente todas las fuentes consultadas para este artículo coinciden al señalar que la época dorada de los Gremlins, un grupo que siguió la estela dejada por NME en lo que a estética y formas se refiere, comenzó con su surgimiento y terminó en mayo de 1992, cuando el equipo logró el ascenso a la segunda categoría del fútbol inglés en Leicester durante un partido dominado por la violencia. Eran los años posteriores a la tragedia de Heysel, aquella final en la que los hooligans del Liverpool provocaron una avalancha que dejó 39 muertos y cientos de heridos, y performances como la de Leicester habían dejado de resolverse con un puñado de multas. Desde el final de los ochenta la policía, que empezaba a tener fichas de todo el mundo, reaccionaba ante ese tipo de incidentes con redadas multitudinarias y penas de prisión.

A ello hubo que sumar el auge de la escena rave; una realidad que diluyó el componente violento de muchos lugares debido a las conexiones establecidas entre hooligans de diferentes equipos gracias al éxtasis. Y, en el caso particular del Newcastle, también influyó el ascenso a la Premier conseguido en 1993 gracias a la mano de Kevin Keegan y los goles de Andy Cole; un ascenso consolidado poco después por Les Ferdinand, primero, y el mítico Alan Shearer a partir de 1996. El equipo empezó a brillar justo cuando el fútbol inglés terminó de virar hacia el llamado fútbol moderno.

 Con todo, los Gremlins siguieron haciendo acto de presencia aquí y allá durante la década de los noventa y no tocaron realmente fondo hasta el cambio de siglo.

Fue a raíz de una operación policial puesta en marcha el 18 de marzo del 2000 tras la pelea que tuvieron esa misma noche con los hooligans de la vecina –y odiada– Sunderland. El choque, definido por la BBC como “una escena de la película Braveheart”, tuvo lugar en una pequeña localidad a orillas del Tyne después de que miembros de los Gremlins y de los Seaburn Casuals –los macarras del Sunderland– se citaran por mensaje de texto. Como el encontronazo, que dejó varios heridos de gravedad y a un hooligan del Sunderland con daño cerebral permanente, fue discutido posteriormente por algunos de sus protagonistas en un foro de Internet la policía lo tuvo más fácil de lo habitual a la hora de meter a muchos de los involucrados en prisión durante una buena temporada.

Podría decirse, en fin, que si las medidas impuestas tras la tragedia de Heysel y la escena rave de los noventa atenuaron el hooliganismo en Newcastle, el uso desmañado de las nuevas tecnologías a comienzos de siglo terminó de rematarlo. En esto, sin embargo, no fueron un caso aislado. •