El fin de la maldición británica

Los intentos de unión entre escoceses e ingleses a través del fútbol tuvieron en Tony Blair la figura política más activa en Reino Unido. Su llegada al Gobierno revisó la idea de una liga conjunta aunque no llegó a fraguarse.

Iñigo Sáenz de Ugarte.- Como en muchos asuntos relacionados con la magia y la fantasía, hay que empezar citando al escritor Terry Pratchett: “Lo que ocurre con el fútbol, lo más importante sobre el fútbol, es que la cosa no va sólo de fútbol”. Y nunca ha sido más cierto eso que en los duelos entre las selecciones inglesa y escocesa, en los que se dirimen ciertas cuestiones pendientes desde 1704 cuando se unieron las monarquías de las dos naciones. Y luego está el resultado del partido. La capacidad del fútbol para unir a la gente sólo es comparable a su capacidad para dividir. La rivalidad se puede convertir muy rápido en odio, y a partir de ahí es complicado bajar la tensión. El catálogo de sucesos entre ambos equipos no es pequeño, incluido eso que parece preocupar tanto en España en los últimos años.

 “Lo que ocurre con el fútbol, lo más importante sobre el fútbol, es que la cosa no va sólo de fútbol”

En los años 70 se dejó de usar el ‘God Save The Queen’ en los partidos de Escocia por los constantes silbidos en la grada. En la Eurocopa de 1996, la pitada de los hinchas ingleses no permitieron que se escuchara el himno escocés, ‘Flower of Scotland’ en el partido Inglaterra-Escocia. Después se ha repetido en alguna ocasión sin que a nadie se le haya ocurrido implicar a la Justicia. A todos les impresionan los cánticos de los hinchas británicos en los partidos. No tanto cuando los escoceses coreaban “If you hate the fucking English, clap your hands” (Si odias a los jodidos ingleses, aplaude). O cuando los ingleses cantaban “Stand up if you hate Scotland”
(Levántate si odias Escocia). Cualquiera diría que esta guerra era una maldición imposible de conjurar. Pero tras muchos incidentes lamentables, la hinchada escocesa –cuyo mayor grupo es el Tartan Army– acabó por convertirse en un grupo modélico. Con los ingleses, siempre es más difícil, pero hace tiempo que todo es mucho mejor comparado con los terribles 70 y 80. Los responsables del Tartan Army insisten en que por mucho que en mundiales y eurocopas los escoceses suscriban el eslogan “Cualquiera menos Inglaterra” en los
partidos de esa selección, esa animosidad no se traslada al pueblo inglés.

Cualquiera diría que esta guerra era una maldición imposible de conjurar. Pero tras muchos incidentes lamentables, la hinchada escocesa –cuyo mayor grupo es el Tartan Army– acabó por convertirse en un grupo modélico

La locura de los partidos de selección nunca se trasladó a jugadores y entrenadores. Cómo podría ser así si dos leyendas del Liverpool, Bill Shankly y Kenny Dalglish, eran escoceses, por no hablar del gran patrón del Manchester United, Alex Ferguson, durante 27 años. Los rencores nacionales no se pagaban con los grandes protagonistas del deporte. Tony Blair, un inglés nacido en Edimburgo, intentó lo imposible cuando propuso hace 20 años que las ligas inglesa y escocesa se unieran, no las selecciones desde luego, y los equipos de Glasgow –el Celtic y el Rangers– jugaran en la Premier. La idea no tenía mucho futuro. Ni los clubes ingleses estaban interesados ni los escoceses iban a abandonar su tierra. Y suponía un agudo desconocimiento de la mentalidad escocesa. No importó demasiado. El lado sectario del fútbol británico ha quedado relegado a los duelos fratricidas entre el Celtic de Glasgow y los Glasgow Rangers. Una encuesta terminó por desmentir la idea de “Cualquiera menos Inglaterra” cuando desveló que el número de escoceses que desean que la selección inglesa pierda es el mismo que el de los que prefieren que gane. Si al menos unos y otros bebieran menos antes de los partidos. •

En el siguiente vídeo uno de los duelos históricos entre Escocia e Inglaterra. Los escoceses ganaron en el viejo Wembley en el 77 y sus aficionados terminaron por invadir el campo en una victoria que encerraba mucho más que fútbol.