El fútbol argentino tocando en el Titanic

El campeonato argentino termina con Boca Juniors como ganador de un torneo de 28 equipos que ni siquiera ha podido verse televisado en España. Todo un síntoma del lío que el escritor Eduardo Sacheri denuncia en la nueva edición de Líbero.

Eduardo Sacheri | Ilustración Gervasio Ciaravino.- Argentina es ese país maravilloso en el que repetimos hasta el cansancio las conductas que nos llevaron al fracaso, esperando que ESTA VEZ (no explicamos por qué, no sabemos por qué, simplemente nos limitamos a creer), a diferencia de las cincuenta veces en las que hemos hecho exactamente lo mismo frente al mismo problema, las cosas serán diferentes. ¿Quieren hacer la prueba? Vean cómo jugamos al fútbol pero, sobre todo, cómo organizamos el fútbol que jugamos. No tiene desperdicio.

Regresemos en el tiempo a 2014. No son diez años, pero casi. En el fútbol argentino en ese año pasan algunas cosas importantes. A nivel del juego, la selección nacional consigue llegar a la final de un mundial después de 24 años. Y como si eso fuera poco, en Brasil. Y además, con miles de argentinos tomando posesión de Río de Janeiro como si fuera nuestra, vociferando nuestro complejo de inferioridad disfrazado de bravata con aquél cantito (porque eso sí, para inventar cantitos somos buenísimos) de “Brasil, decime qué se siente tener en casa a tu papá.” Así funciona nuestro argentinísimo cerebro, y nuestras argentinísimas inseguridades: ganamos dos mundiales y cuando desembarcamos en el país vecino (que ganó cinco) les hacemos saber que somos superiores y que deben rendirnos pleitesía. Es que en Argentina no nos andamos con chiquitas: y si la realidad va para un lado, y la épica ridícula va para el otro, es un problema que la realidad tendrá que corregir, pobre de ella. Que nosotros no tenemos tiempo de bajarnos del tren de la Historia para convencer a la realidad de que debe hacernos caso. Qué tanto.

«Miles de argentinos tomando posesión de Río de Janeiro como si fuera nuestra, vociferando nuestro complejo de inferioridad disfrazado de bravata con aquél cantito (porque eso sí, para inventar cantitos somos buenísimos) de “Brasil, decime qué se siente tener en casa a tu papá.” Así funciona nuestro argentinísimo cerebro»

Nuestro sueño de grandeza sucumbe en los pies de Götze a los 113 minutos del partido final, pero ese dramático desenlace no es lo único que sucede en la Argentina futbolera en 2014. Nadie lo sabe, pero cuando Argentina pierde la final contra Alemania faltan 17 días para la muerte de Julio Grondona, el hombre que ha gobernado los destinos del fútbol nacional desde el lejanísimo 1979. Sí, la bicoca de 35 años. Grondona no sólo es clave en la AFA. También lo es en la Conmebol. Y en la FIFA. Es uno de los artífices del “fútbol tal como lo conocemos hoy”, más allá de que una nueva generación de príncipes ambiciosos dedique sus desvelos a imaginar futuros diferentes para esta mina de oro cuyos túneles no paran de excavarse en todas direcciones. 

*Lee el resto del artículo de Eduardo Sacheri en la nueva edición de Líbero Especial 10 años de Líbero.