Texto: Eduardo Bravo Fotografía: Editorial Ciclos Iturgáiz.- Es difícil saber si el fútbol fue en alguna ocasión únicamente un deporte. Su influencia sobre las masas, sus relaciones con el poder, sus vínculos económicos hacen que la definición de mera actividad deportiva resulte reduccionista. Por el fútbol se han roto matrimonios, se han perdido amistades y se han declarado guerras, como la que enfrentó a El Salvador con Honduras en 1969. Un hecho que podría parecer leyenda urbana si no fuera porque reporteros de la talla de Ryszard Kapuściński y Eduardo Galeano han escrito sobre el tema. Sin embargo, lo que estos periodistas nunca alcanzaron a imaginar es que el fútbol no solo fue utilizado para desencadenar conflictos armados; también lo fue para intentar sofocarlos. En la España de los años 80, personas relacionadas con el Gobierno, el Ejército, la Liga de fútbol y la prensa pusieron en marcha los denominados Acuerdos de San Sebastián, una serie de acciones destinadas a edulcorar la competición deportiva para que los equipos vascos obtuvieran diversos éxitos deportivos.
El razonamiento era sencillo. Si durante la temporada 79-80, cuando la Real Sociedad había tenido opciones de ganar la Liga, los atentados de ETA habían descendido, ¿por qué no hacer que esa situación se repitiera hasta desactivar completamente a la organización terrorista? Según el testimonio de una persona que habría estado presente en la negociación de los Acuerdos de San Sebastián, “ETA se nutría de gente muy joven que, al margen de sus motivaciones políticas o culturales, no dejaban de ser jóvenes y que, como otros jóvenes, tenían su ocio y sus distracciones, entre ellas el fútbol».
El ideólogo y encargado de poner en marcha este plan, con el conocimiento y aquiescencia del Gobierno español, fue Guillermo Quintana Lacaci. Nacido en Ferrol, Quintana Lacaci había participado en la sublevación franquista de 1936. Al finalizar la Guerra Civil, desarrolló una brillante carrera militar que le llevó a ser nombrado capitán general de la I Región Militar en 1979. Sin embargo, cuando dos años después se produjo el Golpe de Estado, Lacaci se mostró leal a la legalidad constitucional y mantuvo acuarteladas las tropas a su cargo, entre ellas, la División Acorazada Brunete. En 1984, Quintana Lacaci murió asesinado por ETA en un espectacular tiroteo en el centro de Madrid en el que también resultó herida su esposa.
“Quintana Lacaci es el personaje clave. La cúpula militar del momento era la encargada de dirigir la trama de los amaños y, cuando me puse a investigar quiénes estaban entonces al mando de las diferentes Divisiones de las Fuerzas Armadas, apareció Guillermo Quintana como un regalo del cielo –explica Ricardo Gómez–. Creo que él interpretó mejor que ningún otro militar el papel para el cual Franco había designado a Juan Carlos de Borbón, que no era otro que continuar con una serie de reformas, las que fuesen necesarias, para velar por la unidad de España y el orden constitucional. Si eso implicaba enfrentarse a otros militares y sectores de los llamados nostálgicos, lo haría. Y lo hizo. Era un pragmático».
Sin embargo, con el fallecimiento de Lacaci, murieron también los Acuerdos de San Sebastián. El presidente de la Federación Española, Pablo Porta, el seleccionador Santamaría y miembros de la prensa, como Luis de Andía de El Diario Vasco, se desentendieron del plan. Por su parte, el Gobierno español decidió cambiar la estrategia antiterrorista y combatir a ETA con otras armas, literalmente. “El sistema de Quintana Lacaci era menos cruel y más divertido. Aunque los resultados… Al PSOE hay que atribuirle el mérito del debilitamiento de ETA. Ellos, Felipe González y su tropa, asumen que la guerra sucia funcionó y sirvió para que Iparralde dejara de ser un protectorado de ETA. Fue un punto de inflexión en la llamada “guerra antiterrorista”. Ahora, si la estrategia de Quintana Lacaci hubiese llegado a los 90, es posible que ETA se hubiese debilitado antes y los equipos vascos hubiesen ganado alguna liga más. En lo que a mí respecta, con el ascenso del BNG en los 90, quizás el Gobierno se hubiera visto en la obligación de que el Celta ganara alguna liga, jugadores a la selección para debilitar al nacionalismo gallego… ¡Un título, por Dios!”.
Ricardo Gómez es escritor, músico y forofo del Celta de Vigo. Acaba de publicar Gooolpe de vista (Editorial Ciclos Iturgáiz). Una novela negra que ya está en las librerías, en la que se detalla ese complot deportivo para debilitar a ETA y en la que resulta imposible diferenciar qué es realidad y qué ficción. La práctica totalidad de los personajes que se citan en ella son reales y la manipulación de la competición no es algo inusual. Está a la orden del día, especialmente en las categorías inferiores y más aún desde que proliferaron las casas de apuestas.
Una novela negra que ya está en las librerías, en la que se detalla ese complot deportivo para debilitar a ETA y en la que resulta imposible diferenciar qué es realidad y qué ficción.
“Los amaños en las categorías inferiores siempre son más factibles que en las grandes competiciones porque hay menos interés mediático. Seguramente sucederán en cualquier país del mundo, pero tienen un punto tan chusco y bizarro, que parece más probable que se den en España o Italia, provocados por las casas de apuestas. Es decir, por dinero. Sin embargo, a mí lo que me parece grandioso son los amaños por cuestiones políticas. Amaños de Estado. ¿Acaso es normal que el calendario de la Liga empareje un Real-Athletic, y viceversa, dos veces en tres años para la última jornada de liga?”.
Puede que haya gente que considere que esos hechos no son más que meras coincidencias. Para ellos, Gómez desgrana en su novela un buen puñado de datos que podría hacerles reconsiderar su opinión.
“En 1982, prácticamente la mitad del equipo titular de la selección española era de la Real Sociedad, los equipos vascos ganaron cuatro ligas consecutivas, y las muertes por acciones de ETA bajaron ostensiblemente de 93 en 1980, a 32 en 1984. Son datos reales. Estoy totalmente convencido de la utilización del fútbol para logros políticos. Igual que en esa época estaba en marcha la normalización del País Vasco, hoy en día, en pleno 2016 y no en 1980, tenemos como dirigente de la Liga de Fútbol Profesional a un ultraderechista declarado. Así que, claro que es factible que el gobierno utilizara el fútbol para neutralizar a ETA”.
La cantidad de datos manejados por Ricardo Gómez a lo largo de la novela es abrumadora. Calendarios de competición, emparejamientos, resultados, victorias, derrotas, puntos positivos, puntos negativos, evolución de la competición y desenlaces inesperados en la última jornada del campeonato. Unos detalles que Gómez, por haberlos vivido de niño, recuerda como si hubieran sucedido ayer. “Dice Stephen King que cuando te pongas a escribir, lo más importante es hacerlo sobre algo que conozcas y que tengas pasión. Lo que sea, pero que tengas conocimiento. Todos los datos y situaciones de los partidos que describo en el libro, sobre todo los relativos al Celta, en todas y cada una de las temporadas, los recuerdo perfectamente. De memoria te puedo decir ahora mismo que, cuando fui a ver al Celta a Donosti contra el filial de la Real en la temporada 80-81, hacía sol y mi padre, durante el primer tiempo, hizo un comentario bastante gay al decir ‘mira qué morenos están los jugadores del Celta’. Por eso, el dato numérico es importante, pero lo es más el recuerdo, los detalles que acompañan al mismo y, sobre todo, cómo contarlos. Ello no quita que para evitar errores, haya cotejado dichos datos en la hemeroteca”. Para Ricardo Gómez, el fútbol tiene una estrecha relación con la memoria. Los resultados deportivos son para él hitos que permiten ubicar otros acontecimientos de la vida. Tanto es así, que podría recordar con más facilidad un marcador de hace dos décadas que un aniversario familiar.
“Para una generación como la mía, el fútbol es inolvidable, pero también es cierto que lo mío no es ni medio normal. Hasta la temporada 1991-1992, quizás podría estirarlo hasta la 1996-1997, mis recuerdos los referencio por temporadas. A bote pronto, no me sé las fechas de los cumpleaños de mis hijos, seguramente porque no había jornada de liga cuando nacieron. Eso sí, a mi hermana la llamé un 23 de febrero de 1996 para felicitarla por su cumpleaños y, de paso, preguntarle qué había hecho el Celta. Ganó 2-0 al Rayo. El fútbol estaba presente en mi vida cotidiana continuamente. Recuerdo que cuando viajábamos en familia; coche que adelantaba mi madre, punto positivo, coche que nos adelantaba, punto negativo, y al final del trayecto y en función de los mismos, había una clasificación. O lo de hacer partidos dentro de casa, en la cocina, con las patas de la mesa a modo de porterías. ¡Aun lo hago hoy en día! La última vez me salió un Celta-Levante que acabó 2-3 y me enfadé bastante”.
En 1º de BUP un profesor quiso humillar públicamente a Ricardo. Con voz profunda, de doblador de películas de los años 50, le dijo mientras miraba al resto de alumnos: “Usted, Ricardo, es muy infantil y tiene mucha imaginación”.Con el tiempo Gómez ha entendido que ese ha sido el mayor piropo que ha recibido en su vida, sin embargo, buena parte de su familia y amigos coinciden con la opinión de ese profesor. No es normal que todo ese talento se desperdicie para el fútbol, cuando podría haber servido para hacer una carrera, un máster o garantizarse una vejez muelle ganando el bote de Pasapalabra.
“Bueno, me ha servido para escribir una novela, que no es poco. Desarrollar la trama ha sido como ganar un partido de fútbol. Hay una parte de mérito; la de hilvanar y encajar las fechas y los personajes, pero hay otra parte mágica e inesperada, como el factor suerte de que los personajes fueran muriendo poco a poco. Desde el principio tuve claro que la novela debía tener un 90% de personajes reales, pero no me parecía imprescindible que esos personajes fueran muriendo, salvo en el caso de Luis de Andía, y evidentemente el de Guillermo Quintana, porque para poder investigar lo que pudo haber sucedido y que no quedara rastro, era necesario romper el eslabón. En ese sentido, lo de morir ayuda porque ya no puedes volver de la tumba para desmentirlo. A medida que iba trabajando con ellos no era consciente de que el resto también había fallecido. Lo fui descubriendo a la vez que el personaje principal de la novela y me llevé un respingo. ‘Esto es muy potente’ me dije, y es lo que me sirvió para revisar y cuadrarlo todo. Es muy divertido escribir y llegar a un punto en el cual los propios personajes te dirigen a ti, y no al revés”. El placer de que los personajes dirijan la trama y lleven al autor por cauces imprevisibles, también tiene un límite. En el caso de Ricardo Gómez ese límite estaba relacionado con dos sentimientos muy concretos. El primero de ellos, que el narrador debía ser del Celta.
“Soy del Celta porque nací en Vigo, mi padre es del Celta y, en 1º de EGB, algún niño, sabiendo que yo era de Vigo, me regaló unos cromos en los que aparecían Suso Santomé y el portero Hortas. Cuando me puse con la novela no tenía intención de hablar de ello, pero empecé a jugar con el personaje principal, dándole vida, pertenencia… y me dije: ‘tú, como yo, serás del Celta’. Si Nick Hornby homenajeó al Arsenal, salvando las evidentes distancias, el Celta se merecía algo, ¿no?”.
El segundo de esos sentimientos que actuaron como límite era que el personaje debía tener ojeriza a la Real Sociedad. En uno de los párrafos del libro el narrador afirma: “Ese mismo año 1978 me regalaron mi primera camiseta del Celta con el número 9, que había que coser a la espalda lo mismo que el escudo al pecho, comprada en una tienda de la Calle del Príncipe en Vigo. La camiseta fue mancillada con gritos y abucheos por una horda de niños de EGB, de los cuales alguno ya está muerto, otros en las drogas y del resto ni me acuerdo. De lo cual me alegro. De las tres cosas por igual”. Ni que decir tiene que esos niños eran de la Real Sociedad.
“Antes de nada, debo decir que Mikel González, jugador de la Real, tiene mi libro firmado y dedicado. Y me consta que le ha gustado. Desde entonces estoy pendiente de si ha jugado y de qué tal lo ha hecho. Pero volviendo al tema, creo que esa manía se debe a que de niño, aunque me alegré por sus ligas, era el único de clase que no era de la Real, salvo otro que era del Athletic. El Celta vivía un carrusel de sube y baja de categoría, mientras los de la Real ganaban ligas. Para colmo, las veces que iba a Atocha el Celta perdía y solo le vi empatar una vez, pero ya de mayor. Tampoco ayudaban las crónicas deportivas de Luis de Andía en El Diario Vasco. Con ese sumatorio de pequeñas cosas, terminas cogiendo manía, o a la Real o a sus seguidores”.
Gooolpe de vista hace referencia a un modelo de fútbol que hace tiempo que ha dejado de existir. El fútbol construido con recuerdos de la niñez, ese fútbol que se vivía a través del transistor y cuyos equipos tenían más que ver con un club de barrio que con una Sociedad Anónima.
Desde su título, Gooolpe de vista hace referencia a un modelo de fútbol que hace tiempo que ha dejado de existir. El fútbol construido con recuerdos de la niñez, ese fútbol que se vivía a través del transistor y cuyos equipos tenían más que ver con un club de barrio que con una Sociedad Anónima.
“Odio eterno al fútbol moderno. Todo ha ido a peor. Ya no importa que haya estadios llenos, ya no importa la masa social, ya no importa la cantera. Lo que importa es el reparto televisivo. Pero si algo ha tenido bonito el fútbol ha sido esa magia de verlo en el campo, o verlo de vez en cuando por la televisión. Hasta el año 97 yo tenía apuntado en un papel los partidos que había visto del Celta por la tele. Poder ver a tu equipo por la tele era algo grande, un premio. Hoy en día es un exceso. Puedes ver todos los partidos. Un Español-Leganés ¿Quién lo ve al margen de sus fans? ¿Estamos locos? Yo lo veo un poco como con la música y el mp3. Tienes acceso ilimitado a todo, pero ha perdido su espiritualidad. Y ojo, que solo estoy hablando de lo superficial, sin adentrarme en los intereses económicos; estadios nuevos para todas las ciudades, grupos de inversores… Terrible”.
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*Goolpe de vista de Ricardo Gómez, editada por Ciclos Iturgáiz (ISBN: 978-84-608-6953-5), está a la venta en las siguientes librerías: Garoa (Donostia), Katakrak (Pamplona), Molar (Madrid) Anti-Liburudenda (Bilbao). También disponible a través de la página web www.ciclositurgaiz.wordpress.com.