'El genio incalculable' por Juan Villoro

Juan Villoro.- El fútbol existe para demostrar que estamos equivocados. Creemos que algo va a suceder y un crack decide que pase lo contrario. Es el caso excepcional de Andrés Iniesta. 

En 2002 yo vivía en Barcelona. Lo vi debutar con el número 34 de los actores de reparto. Charly Rexach lo había convocado para un partido cuando el mediocampista tenía 17 años, pero su leyenda comenzó en la era Van Gaal. 

La reputación está hecha de malentendidos. Nadie regatea a Rexach méritos como delantero blaugrana o asistente de Cruyff. Su simpatía y su lealtad le permitieron trabajar durante 44 años en un club siempre al borde de una crisis legal o nerviosa. Cuando se alejó de Can Barça para ir a Japón, las malas lenguas dijeron que nunca supo a cuál de los dos equipos entrenaba. Pero algo hay que reconocerle como técnico: la mirada para descubrir talentos y la generosidad para confiar en ellos.

Iniesta llamó su atención y eso ayudó a que Van Gaal lo incluyera en el primer equipo teniendo tan sólo 18 años. 

Iniesta llamó su atención y eso ayudó a que Van Gaal lo incluyera en el primer equipo teniendo tan sólo 18 años.

Frágil y no muy alto, el canterano de Fuentealbilla era habilidoso, pero no siempre concluía las jugadas; intentaba un quiebre innecesario en vez de lanzar el tiro fulminante o el pase de gol. Era el magnífico prologuista de un libro inexistente. En 2002 admiré que alguien tan dotado saliera de La Masia, pero sospeché que le faltaba contundencia. Una vez más fui corregido por el fútbol.*

Lee el resto del texto en Libero 51 Iniesta. Pide aquí tu ejemplar.