El héroe de guerra que fichó por el Espanyol

Cuando destacaba como portero, Enzo Parissi fue reclutado para la II Guerra Mundial. Sobrevivió a un naufragio, salvó a 200 compañeros de la muerte, huyó a Menorca y fue fichado por el Espanyol. Una vida de novela a la que no falta el amor por su mujer, que narra su vida de cuento.

*Texto Simone Pierotti | Fotografía Archivo familia Parissi.- La figura del guardameta siempre ha tenido un aura de fascinación. Quizá sea por el carácter solitario y melancólico de dicha posición, o por la regla que le legitima solo a él para tocar el balón con las manos, o simplemente por llevar una camiseta diferente a los demás. El filósofo francés Albert Camus jugó como portero en Argelia y afirmó: “Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol”. Para Eduardo Galeano, el portero es “un mártir, un penitente o payaso de bofetadas”. Las líneas siguientes quieren contar la historia increible e inmerecidamente desconocida de Enzo Parissi, el meta italiano que jugó en España medio siglo antes de la ley Bosman y tras un dramático parentesis en la II Guerra Mundial. Estaba destinado al fútbol de nacimiento. Aunque su familia era originaria de Viareggio, un puerto marítimo en el norte de Toscana conocido por su carnaval y su festival de ópera dedicado a Giacomo Puccini, Parissi vió la luz el 28 de agosto de 1921 en Génova. Es decir, la ciudad donde el football atracó por primera vez en Italia y donde algunos ingleses fundaron lo que todavía sigue siendo el club más antiguo del país, el Genoa. Ahí se había trasladado su padre Ugo, que trabajaba como sastre, para abrir su propio taller.

La familia Parissi volvió pronto a Viareggio y aquí Enzo, el menor de cuatro hijos, se acercó al fútbol: fue guardameta por vocación, pero también por su reticencia a correr en los entrenamientos. En agosto de 1940 fue fichado por el Pisa cuando jugaba en el equipo amateur del Pietrasanta. El periódico Il Littoriale anunció el salto de Parissi a la segunda división nacional. La directiva del Pisa soñaba con el ascenso a la Serie A. Su trayectoria en el fútbol parecía ya encaminada con apenas 19 años, pero desafortunadamente las batallas que lo esperaban no serían en campos de fútbol. En junio de 1940, el primer ministro Benito Mussolini declaró oficialmente la guerra a Francia e Inglaterra a pesar de sus manifestaciones de neutralidad. Muchos futbolistas tuvieron que alistarse. Parissi no pudo eludir la guerra. Se embarcó como timonel a bordo del Roma, un acorazado de la Regia Marina. El buque insignia de la Clase Litorio tuvo mala suerte desde su primer año de operaciones: el bombardeo aéreo estadounidense del puerto de La Spezia en junio de 1943 ocasionó un inmenso daño al casco. Zarandajas comparado con lo que sufriría tres meses después. El 8 de septiembre, el mariscal Pietro Badoglio comunicó por radio a sus compatriotas el armisticio con los aliados. Mientras que la familia real, el mismísimo Badoglio y dos ministros intentaron huir por temor a la reacción alemana, el acorazado Roma cumplió las ordenes que disponían el inmediato traslado a Malta.

Su trayectoria en el fútbol parecía ya encaminada con apenas 19 años, pero desafortunadamente las batallas que lo esperaban no serían en campos de fútbol

BOMBARDEO
La escuadra estaba pasando el estrecho de Bonifacio en Córcega cuando de repente llegó la noticia que los alemanes habían ocupado la isla Magdalena, al este de Cerdeña, donde estaba planeada una parada. La dirección superior de la Regia Marina mandó a la flota invertir la ruta al oeste, hacia la ciudad argelina de Annaba. El Roma navegaba a largo de la isla Asinara, cuando una escuadrilla de Dornier Do 217 K-2 alemanes con base en Istres, cerca de Marsella, sobrevoló la flota italiana. Lo que pasó en aquella trágica tarde se lo contó el propio Parissi al diario regional toscano Il Tirreno muchos años después. “A las 14.45 padecimos el primer bombardeo, que deterioró el Roma sólo parcialmente y no le impidió proseguir su navegación. Una hora después, a las 15.45, la Luftwaffe asestó otro ataque desplegando más aviones: se entendía claramente que éramos su blanco”. Todas las maniobras para evitar las bombas guiadas antibuque denominadas Fritz X fueron vanas. “Rompimos el fuego de contención, pero inútilmente: los aviones nos alcanzaron dos veces. El impacto fue tremendo: explotaron la primera reserva de cañones a proa y la santabárbara en la torre de mando”. El Roma tuvo un vuelco antes de quebrarse en dos y hundirse. 86 oficiales y 1.264 tripulantes fallecieron.

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