*Texto Francisco López G. | Fotografía Agencias.- Es posible que los españoles [Real Madrid] sean los próximos rivales en semifinales pero el Manchester United nunca tendrá una pelea más dura que la que hemos visto en Belgrado”. Así recogía el Manchester Evening News la batalla que el United de Matt Busby acababa de superar en el campo. Un equipo joven que osaba desafiar la tiranía blanca en la Copa de Europa plantándose en semifinales. Por el camino dejaba al campeón serbio, el Estrella Roja, que acabó aplaudiendo a los ingleses en un acto de despedida fraternal con el capitán inglés, Roger Byrne, haciendo suyos los versos de Vera Lynn como muestra de agradecimiento: “We’ll meet again, don’t know where, don’t know when, but we know we’ll meet again some sunny day…” [Nos volveremos a encontrar, no sabemos dónde, no sabemos cuándo, pero sabemos que nos encontraremos de nuevo algún día soleado]. Era imposible estar preparado para el siguiente capítulo.
Aquella fue la última ovación que recibieron Roger Byrne y muchos de sus compañeros. El 6 de febrero de 1958, el United emprendía el vuelo de regreso a casa donde tenían una final de liga anticipada ante el Wolverhampton. En aquel avión iba Harry Gregg, el joven norirlandés se había convertido en el portero más caro del mundo fichando por 23.000 libras. Él todavía andaba inmerso en su gris actuación en Belgrado, cuando la escala en Múnich lo cambió todo. Una tragedia y una epopeya para reconstruirse, un camino de la nada a la gloria. Aunque como en las buenas películas, no todo son protagonistas de la talla de Matt Busby o Bobby Charlton, hay secundarios casi olvidados que fueron vitales, como Harry Gregg en una gélida tarde que detuvo para siempre el reloj de Old Trafford a las 3:04.
TRAGEDIA
“Algo chocó con mi cabeza, me dio muy fuerte en la nariz y perdí el conocimiento”, así rememora Harry Gregg el momento de la catástrofe. “No sabía qué cojones estaba pasando y tuve un momento de calma en el que pensé que lo había hecho bien, que incluso había llegado al United, pero que era mi punto y final. Di por hecho que no volvería a ver a mi familia y, de pronto, todo era oscuridad”. La capa de hielo que se extendía por toda la pista del aeropuerto de Múnich provocó dos intentos de despegue fallidos. Tras desalojar el avión y revisar los motores, se decidió realizar una tercera prueba. Ese último envite acabó con un impacto en un terreno anexo, sentenciando a esta generación de ‘Busby Babes’ entre casas abandonadas y suelo congelado. El United se fundía a negro. Harry Gregg estaba en las primeras filas, donde el choque fue menos devastador: “Desperté y empecé a arrastrarme hacia un agujero en el lateral del avión.
Harry Gregg estaba en las primeras filas, donde el choque fue menos devastador: “Desperté y empecé a arrastrarme hacia un agujero en el lateral del avión.
Recuerdo que el capitán Thain me gritó ‘run you stupid bastard this is going to explode!’ [¡Corre estúpido bastardo, esto va a explotar!] y cuando iba a salir escuché un bebé llorando”; el United y los periodistas ingleses compartían el avión con civiles. En ese momento Harry se desprendió de cualquier instinto de supervivencia y no dudó en poner en peligro su vida. “Comencé a gritar al capitán: ‘There’s people alive in here, there’s people alive in here!’ [¡Hay gente viva dentro, hay gente viva dentro!]. Todos los que podían moverse se marcharon corriendo, todos menos el capitán y yo. Me adentré y vi a aquel bebé que lloraba encima de su madre. Ella estaba destrozada pero la hija no tenía ni una herida así que las saqué fuera del avión”.
Recuerdo que el capitán Thain me gritó ‘run you stupid bastard this is going to explode!’ [¡Corre estúpido bastardo, esto va a explotar!] y cuando iba a salir escuché un bebé llorando”
Tuvo que pasar un cuarto de siglo para que Harry Gregg conociera a la familia que había devuelto a la vida. Vena Lukic era aquel bebé intacto que con su llanto hipnotizó a Gregg para adentrarse pese al riesgo de explosión. La madre malherida era Vera Lukic y en aquel momento estaba embarazada de su segundo hijo, aunque Harry no lo sabía: “Cuando volví a verlas entendí la importancia de lo que hice. Estoy muy orgulloso de aquello pero nunca sabes cómo vas a reaccionar en esas situaciones. Me salió ayudar pero no me gusta la palabra héroe porque no lo soy”.
“Seguí buscando heridos y encontré tendido a Matt Busby. Hacía mucho frío y estaba intentando taparse mientras gritaba ‘¡mis piernas, mis piernas!’ y cuando miré al suelo, su pie derecho estaba dado la vuelta”. Harry Gregg pensó que su entrenador no corría riesgo pero el técnico llegó a recibir la extremaunción en dos ocasiones en las semanas posteriores. “También vi a supervivientes como Bobby Charlton o Dennis Viollet pero lo que tengo grabado es cómo me afectó la imagen de Jackie Blanchflower. Éramos compañeros desde el colegio, habíamos ido a la selección y al United juntos y le vi muy herido con el brazo colgando”, recuerda Harry haciendo un esfuerzo por hablar. “Fue traumático”. Jackie consiguió salir vivo aunque el peaje a pagar fue su retirada a los 25 años. El fútbol no dejo espacio al luto.
“El fútbol me salvó la vida. Si me lo hubiesen quitado me habría quedado en casa llorando y pensando en aquella tragedia, en mis compañeros y en cómo salí vivo de allí.
Mientras muchos de los heridos aún se debatían entre la vida y la muerte, el United volvía a la acción apenas trece días después del accidente. Aunque suene precipitado, fue un alivio para Harry Gregg: “El fútbol me salvó la vida. Si me lo hubiesen quitado me habría quedado en casa llorando y pensando en aquella tragedia, en mis compañeros y en cómo salí vivo de allí. Lo mejor que me pudo pasar fue volver a Old Trafford, llorar, gritar, pelearme y soltar toda la mierda que sentíamos en aquel vestuario”. Un Manchester United irreconocible vapuleó al Sheffield Wednesday. Sólo Harry Gregg y Bill Foulkes repetían respecto al once que jugó en Belgrado. Fue el primer acto de una recomposición dirigida por un secundario que nunca quiso ser protagonista. MURPHY La sociedad Matt Busby-Jimmy Murphy fue amor a primera vista. El técnico escocés y Murphy se conocieron jugando al fútbol en Italia en los ratos muertos que les daba la Segunda Guerra Mundial. El United le ofreció a Busby una misión casi imposible y éste eligió a Murphy como su ayudante: “Fue mi primer y más importante fichaje”. Entre ambos rescataron a un club que subsistía con deudas inconcebibles para la época y con un Old Trafford devastado por los bombardeos nazis. Jimmy Murphy compaginaba el puesto de asistente de Busby con el de seleccionador galés y aquella trágica tarde estaba ocupado en Cardiff clasificando a su país para su primer y único Mundial.
Tras la catástrofe, acudió a Múnich donde recibió una orden muy clara de su amigo Busby: “Keep the flag flying” [Mantén la bandera ondeando]. Jimmy Murphy estaba destrozado, muchas de las víctimas habían sido aquellos jóvenes que descubrió y firmó para el United. De alguna forma, se sintió culpable directo del destino de aquellos jugadores y en las semanas siguientes estuvo entre entrenamientos y entierros, ya que asistió a todas y cada una de las ceremonias. “La gente se olvida de la gestión de Murphy, él se hizo cargo de un club completamente devastado y apenas pudo incorporar a dos jugadores. Jimmy Murphy fue el verdadero héroe, fue quien mantuvo con vida al United”, recuerda Harry Gregg casi disculpándose por salir del discurso establecido. “Busby fue un grandísimo técnico y dirigente pero la gente no recuerda lo importante que fue Murphy”, recalca. Aquel United de 1958 nos ha llegado con una visión borrosa entre el potencial que tenían y las alabanzas a modo de tributo póstumo. El relato de Harry Gregg conecta de nuevo el mito con la realidad:
Un buen ejemplo es Duncan Edwards, era un prometedor jugador que podría haber sido de los mejores de su tiempo pero no pudo demostrarlo”
“Éramos un equipo muy joven con muchísimo talento pero no éramos el Madrid. Nunca ha habido otro como Alfredo Di Stéfano. Y luego se sumó Puskas al que le criticaban que sólo tenía un pie… sus críticos con dos pies no podían hacer lo que él hacía con uno. Nosotros éramos un equipo muy joven aún como para igualarnos a aquel Real Madrid”. Aún así el United dio la cara en semifinales contra el Milan pero no pudo alcanzar la final contra los blancos: “El vestuario siempre echó en falta el liderazgo de Roger Byrne, un auténtico capitán. Por supuesto que sobre el campo añoramos también a otros. Un buen ejemplo es Duncan Edwards, era un prometedor jugador que podría haber sido de los mejores de su tiempo pero no pudo demostrarlo”. Ese equipo de retales sostenido por Foulkes y Gregg fue mejorando, en especial, cuando se reincorporaron Bobby Charlton y Dennis Viollet.
La cantera que durante años había formado Jimmy Murphy mantuvo la bandera del United ondeando alto, de hecho, llegaron a la final de FA Cup de 1958 donde cayeron frente al Bolton con Harry Gregg especialmente desacertado. La gloria le era esquiva en el United, incluso meses antes de ser elegido Mejor Portero del Mundial de 1958. La derrota no empañó la gestión de Murphy que permitió a Busby regresar en busca del cetro europeo. El azar quiso que aquel United reconstruido sí se cruzará con el Real Madrid en semifinales una década después y que fuera el superviviente Bill Foulkes quien marcara el gol decisivo. Uno de los nueve goles que marcó en más de 650 partidos como red devil. Cosas del destino.
CUENTAS PENDIENTES
Durante los 247 partidos de Harry Gregg como meta mancuniano los de Busby únicamente ganaron una FA Cup en 1963 (Harry se perdió la final) y un campeonato liguero en 1965 (fue meta suplente). El mayor logro del United llegaría con Gregg ya retirado: la Copa de Europa de 1968. Una cuenta saldada con el pasado, con Múnich y con unos compañeros que nunca se fueron, como resumió Bill Foulkes: “Cuando ganamos sentí tristeza”. Algunos de los protagonistas principales como Busby, Charlton, Foulkes y Murphy ya tenían el final soñado; pero Harry Gregg aún esperaba su momento. Y éste llegó en 1993, o eso creía el norirlandés, cuando la casa real británica le condecoró con la Orden del Imperio Británico: “Cuando me lo notificaron corrí a contárselo a mi familia muy emocionado y Caroline [su mujer] respondió que ella no quería eso. De hecho, se enfadó y me preguntó: ‘¿Quieres una medalla por salvar vidas? ¿No es lo que deberías haber hecho sin más?’. En aquel momento no entendí su reacción”.
“Estaba el príncipe Charles leyendo un discurso en mi honor y cuando me vi frente a héroes de guerra pensé ‘Bloody hell ¿Qué demonios estoy haciendo aquí?
Fue en la recepción en Buckingham Palace cuando comprendió el arrebato de su esposa: “Estaba el príncipe Charles leyendo un discurso en mi honor y cuando me vi frente a héroes de guerra pensé ‘Bloody hell ¿Qué demonios estoy haciendo aquí?’. Nunca sabes cómo vas a reaccionar en una situación tan dramática. No sabía si mi cuerpo me iba a pedir salir corriendo o no, no lo sabes. No es cuestión de heroicidad, es instinto”. Pese a las experiencias trágicas y al sabor agridulce del palmarés de Gregg, todavía se le quiebra la voz cuando se le pregunta qué significa el United para él: “Oh boy… mi vida”. La tragedia de Múnich está más presente en Bobby Charlton y Harry Gregg que en el reloj de Old Trafford [parado simbólicamente a las 3:04, hora del siniestro] o en cualquier acto conmemorativo. Como él mismo repite: “Ya sólo quedamos dos de aquello”. Bobby Charlton lo recordó en sus memorias con un ilógico sentimiento de culpa: “¿Cómo demonios se puede salir de aquello con un golpe en la cabeza y un pequeño corte?”.
Gregg sólo supo expresar su dolor componiendo un poema que aún repite como mecanismo de defensa cuando se le rompe la voz y las lágrimas comienzan a brotar. Han pasado 60 años y no por ello deja de ser parte del presente, como bien sabe la familia Lukic. “The Busby Babes are inmortal [Los chicos de Busby son inmortales]” y Gregg tiene parte de culpa:
How they laughed, they loved and played the game
together
Played the game and gave it every ounce of life
And the crowds they thronged to see such free young
spirits
My good God, there wasn't many who came home
Roger Byrne, Mark Jones and Salford's Eddie Colman
Tommy Taylor, Geoffrey Bent and David Pegg
Duncan Edwards, Dublin's own boy Liam Whelan
My good God, there wasn't any who came home
There are those gone down that long, long road before us
But each morn we try and keep them in our sight
In memories' eyes, the Busby Babes are all immortal
The Red Devil spirit lives and never died
[Cómo se reían, amaban y jugaban al fútbol juntos
Jugándolo y dándole cada gramo de vida
Y las multitudes que congregaron para ver sus espíritus
jóvenes libres
Dios mío, no hubo muchos que volvieran a casa
Roger Byrne, Mark Jones y Eddie Colman de Salford
Tommy Taylor, Geoffrey Bent y David Pegg
Duncan Edwards, el propio muchacho de Dublín Liam
Whelan
Dios mío, ninguno volvió a casa
Fueron muchos los que murieron y tomaron ese largo
camino antes que nosotros
Pero cada mañana tratamos de mantenerlos a nuestra
vista
A los ojos de la memoria, los Busby Babes son todos
inmortales
El espíritu del Diablo Rojo vive y nunca murió]. •