Texto Patricia Peiró | Fotografía Cordon Press.- La primera vez que los Cinco Magníficos jugaron juntos perdieron el partido. El Lieja de Bélgica ganó al Real Zaragoza 1-0 en la ida de las semifinales de la extinta Copa de Ferias. Era un 22 de abril de 1964. Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra, los responsables de la época de mayor gloria de los blanquillos, era un grupo de chavales que se lo pasaba bien jugando a fútbol. Perdieron aquel día pero acabaron ganando casi todo lo demás, incluido aquel torneo. Una semana antes, cuatro de los magníficos se habían hecho con la Eurocopa con la selección frente a Rusia y una semana después consiguieron la Copa del Generalísimo. Tres torneos en quince días. Lapetra, el muchacho de greñas pelirrojas conservó los recortes de prensa de aquella hazaña. Su hijo Christian todavía los guarda en cajas.
Pronunciar el apellido Lapetra en Zaragoza suscita los mejores adjetivos entre los talluditos. “La mejor izquierda que se haya visto”, “un jugador leal, no se fue ni al Madrid ni al Barcelona”, “uno de los magníficos”. Para las generaciones más jóvenes, sin embargo, el Lapetra que les viene a la cabeza es Christian, el presidente del Real Zaragoza, al que le ha tocado lidiar con una de las etapas más difíciles del histórico club. También lleva con orgullo la historia de su familia y está encantado de hablar de su padre, el que es por unanimidad el mejor jugador aragonés de la historia. “Eso lo dirá el tiempo, seguro que quedan grandes futbolistas por venir”, asegura el hijo y presidente en las oficinas del club, justo en frente de La Romareda. Agradece salirse del guion semanal de comentar el resultado del equipo para ahondar en la memoria de su progenitor. Lapetra era y sigue siendo una familia pudiente de la provincia de Huesca. Carlos era el tercero de siete hermanos, todos ellos estudiaron porque su padre, terrateniente, así lo quiso. Su mujer, la abuela Mercedes, tenía un carácter de hierro y marcaba la disciplina en casa.
La desastrosa situación en la que estaba sumida Huesca en 1938 debido a la Guerra Civil provocó que Carlos Lapetra naciera en Zaragoza, pero durante su carrera futbolística nunca vivió en la capital. No quiso alejarse de su casa con jardín, del campo, cerca de los Pirineos, de los amigos y de la familia. “Tengo aún en casa uno de los contratos, de hecho creo que es el de Magnífico, en el que una cláusula recoge que mi padre tenía derecho a seguir viviendo en Huesca. Aunque la leyenda cuenta que tenía un pisito en Zaragoza por si acaso alguna vez no le daba tiempo a volver”, explica Christian. Se movía siempre en coches de alta gama, uno de ellos un bólido rojo, según recoge también la leyenda. Carlos era un líder, así lo asegura su hijo, sus compañeros de equipo y así lo recordaba en las entrevistas su hermano Ricardo, que también fue futbolista. Esa personalidad estaba forjada seguramente por las oportunidades que una familia con posibles le brindó a este chaval de Huesca. Una vez acabados sus estudios de Secundaria se marchó a Madrid a hacer la carrera de Derecho. Su padre, que también fue diputado en las Cortes aragonesas, presidente de la Diputación Provincial oscense y consejero de Ibercaja, quería que se convirtiera en un abogado del Estado.
La desastrosa situación en la que estaba sumida Huesca en 1938 debido a la Guerra Civil provocó que Carlos Lapetra naciera en Zaragoza, pero durante su carrera futbolística nunca vivió en la capital
Para Carlos el fútbol era puro entretenimiento, su diversión en el patio del colegio Viator, donde estudió en Huesca y posteriormente en el colegio mayor en Madrid y después en Guadalajara, pero nunca imaginó acabar dedicándose a ello. El mismo recorrido siguió su hijo Christian que jamás había tenido relación con el balompié antes de asumir el cargo de presidente. “Mi padre nunca pasó por las categorías inferiores, tampoco necesitaba el fútbol para vivir y no existía el circo mediático de ahora. Se vivía todo con mucha más naturalidad”. Fue Emilio Ara, un amigo de la familia, el que convenció a los Lapetra de que el chico tenía madera de estrella. Su personalidad y formación universitaria en una época en la que un exiguo porcentaje de la población estaba licenciado favoreció su condición de cabecilla del grupo.
Fue Emilio Ara, un amigo de la familia, el que convenció a los Lapetra de que el chico tenía madera de estrella.
Su compañero Villa le recordaba así en una entrevista en El Periódico de Aragón hace cuatro años “Dormía más con él que con mi mujer. Tantos viajes, tantas concentraciones, la selección... Era excepcional. Como persona era todavía mejor”. En aquellos años cambiaron una decena de veces de entrenador. “La directiva nos decía que no nos hacía falta”, rememoraba el futbolista. Les hacía tan poca falta que Lapetra rompió con las convenciones tácticas de la época e inventó una posición. “En lugar de correr la banda, él se retrasó y empezó a jugar en el medio del campo, donde podía organizar y distribuir el juego. No se lo pidió el entrenador ni era algo premeditado. Su inteligencia le hizo intuir que esa era la posición en la que mejor podía jugar y ayudar al equipo”, cuenta el hoy presidente del equipo que en los 60 dio tantas alegrías a los seguidores zaragozanos.
Era otra época, una en la que los aficionados podían hacerle llegar a la estrella del equipo sus cartas para solicitarle un autógrafo o una camiseta. La familia aún conserva muchas de ellas, junto con alguna equipación de aquellos años. Su pelo largo y su forma moderna de vestir en la España rancia que acababa de superar la postguerra le hacía llamar todavía más la atención. Esta fuerte personalidad abarcaba el día a día, pero siempre mantuvo la etapa en el Real Zaragoza como un capítulo más en su vida. Vivió la final de la Recopa de Europa del 95, en la que Nayim marcó el gol de la victoria desde el centro del campo, en un estudio de la Cope junto a José María García y sus compañeros magníficos.
Vivió la final de la Recopa de Europa del 95, en la que Nayim marcó el gol de la victoria desde el centro del campo, en un estudio de la Cope junto a José María García y sus compañeros magníficos.
En una grabación que hoy se puede ver en YouTube explicaba que se había puesto más nervioso que si hubiera estado en el terreno de juego. Justo el mismo comentario que hace en otro vídeo de esta red social cuando el periodista le entrevista al final de la Copa del Rey que el equipo maño ganó al F. C. Barcelona en el 86. “Pasión no es lo que sentía por el fútbol. Evidentemente quería que el Zaragoza ganara y lo pasaba mal cuando perdía, pero digamos que una derrota del equipo no le amargaba la vida”, detalla Christian. A Lapetra padre no le gustaba vivir en la nostalgia. Apenas habló a sus hijos, nacidos todos tras su retirada a los 31 años por una lesión que no acabó de curar, de la época que marcó en el club. “Era un gran tímido, he compartido con él muchísimos silencios y me he dado cuenta realmente de lo que significó con el paso de los años, con lo que me ha contado la gente que le conoció, los aficionados del equipo y mi tío Ricardo”.
» PRESIDENTE El hijo del mítico Lapetra es el actual máximo mandatario del Real Zaragoza.
Los recuerdos de Christian no son los de la gran estrella del fútbol, sino los del padre que le llevaba al colegio, le ayudaba a hacer los deberes e inculcaba a él y a sus hermanas la pasión por el deporte. Cuando abandonó los terrenos de juego se dedicó a trabajar en sus negocios. Christian asumió el cargo en 2014 ante el inminente colapso de las cuentas tras la era Agapito Iglesias. Ese año la familia del entonces presidente de Telefónica, César Alierta, y la familia Yarza, dueña del Grupo Heraldo, aportaron, junto con otros empresarios, ocho millones de euros para salvar a la institución y como cabeza visible escogieron un apellido mítico para todos los aficionados. “Si él siguiera vivo me lo pondría muy difícil, me pondría ante una dura tesitura, sería un opinador muy cualificado”.
“Era un gran tímido, he compartido con él muchísimos silencios y me he dado cuenta realmente de lo que significó con el paso de los años, con lo que me ha contado la gente que le conoció, los aficionados del equipo y mi tío Ricardo”.
La relación de la familia Lapetra con el club es más fuerte que nunca a pesar de que en el pasado hubo algunas desavenencias por la forma en la que la institución trataba la memoria de su leyenda. Los hijos llegaron a pedir en un comunicado que se retirara el nombre de su padre del torneo que cada año disputa el equipo a principio de temporada, pero por suerte el asunto quedó en un amago. Carlos Lapetra no solo fue pionero en el campo, sino que también lo fue fuera. Una vez retirado colaboró con el equipo de su ciudad, la Sociedad Deportiva Huesca. Desde la parte de la gestión fue uno de los primeros en España en abogar por la necesidad de un perfil específico que se encargara de la plantilla, un director deportivo.
También amplió sus miras hacia el futuro del fútbol y se dio cuenta de que aquello iba a dejar de ser cuestión de un grupo de chavales que se lo pasaban bien jugando los domingos por la tarde. “Entendió que era necesario el dinero de patrocinadores y en los meses previos al Mundial de México 86 trabajó para conseguir financiación externa para la selección española”. Su vida se apagó el 24 de diciembre de 1995 con solo 57 años a consecuencia de un cáncer. En los últimos años de su vida se le veía pasear por la arboleda Macanaz, a orillas del Ebro, y cruzar el puente de Santiago. Porque al final sí aceptó vivir en Zaragoza. La ciudad, que no olvida a sus ídolos, acudió en masa a la plaza del Pilar para decir adiós a la mejor zurda que tuvo nunca su equipo. Al melenudo de los Magníficos. •