Texto Guillermo Ortiz | Fotografía Lino Escurís.- De coleccionar cromos de Luis y Gárate ha pasado a cruzarse desde la timidez y el respeto con los Collar, Adelardo y compañía, ídolos de juventud que compartieron palco del Calderón cada dos semanas. El fútbol no es ni mucho menos lo más importante en la vida de Pancho Varona, uno de los grandes músicos de nuestro país y asiduo de las redes sociales, pero es lo que le da color. “No he venido al mundo a sufrir por el deporte, eso lo reservo para otras cosas”, dice en “El Tubo”, un clásico bar de la calle Corazón de María, en pleno barrio de Prosperidad, a pocos metros de la casa donde nació.Igual que el coronel Aureliano Buendía siempre recordará el día que su padre le llevó a ver el hielo, Pancho recuerda cuando el suyo le descubrió el milagro de los colores: aquella superficie que se veía en la tele en blanco y negro era en realidad verde y no gris cemento. En medio, esas rayas canallas de los colchones. El rojo y el blanco que le acompañarían durante el siguiente medio siglo. Así que todo empezó aquí, en la Prospe, en los cincuenta, al lado del recién inaugurado estadio de Chamartín...
Entiendo que en tu infancia, casi todos tus amigos eran del Madrid.
No necesariamente, en aquella época no estábamos tan bombardeados por el fútbol. Sí, algunos eran del Madrid; otros éramos del Atleti... y a la gran mayoría no les interesaba el fútbol, les daba igual. Podías vivir siendo del Atleti felizmente rodeado de gente del Madrid sin tanto bombardeo de por medio.
¿Nunca sentiste la tentación del “lado oscuro”?
No, no, no... Para mí, el Madrid es como el niño rico que se compra todos los cromos, rellena todos los álbumes pero no disfruta cambiando con los amigos porque ya los tiene todos. Intento, eso sí, que me caigan lo mejor posible, sobre todo porque tengo amigos que están ahí dentro o que han estado como Arbeloa, Xabi Alonso o Guti o incluso Álvaro Benito. Es gente que me cae muy bien y por eso intento tenerle cariño al club: no me considero un antimadridista, solo muy aficionado del Atleti.
Por cierto, ¿cómo surgió la idea de la canción del centenario?
Vino todo por Javier Matallanas, subdirector de As. El Atleti iba a celebrar su centenario en 2003 y un año antes se dieron cuenta de que hacía falta una canción, así que Emilio Gutiérrez, el director de marketing y comunicación decidió que Joaquín Sabina sería ideal y se pusieron en contacto conmigo, yo con Joaquín, Joaquín con ellos... y todo salió de
¿Y por qué no la ponen más, igual que Florentino se pasa el día poniendo la que José María Cano escribió para Plácido Domingo?
La canción tiene varias pegas. De entrada, no es un himno, es una canción. La del Madrid es una canción pero que ya se ha quedado como himno, pero el Atleti ya tiene el suyo, y esto es algo muy concreto que se hizo para el centenario, no hay por qué ponerla.
¿Ni siquiera antes de los partidos, para ir caldeando el ambiente?
Es una canción complicada: por ejemplo, el estribillo va cambiando cada vez y eso dificulta que la gente la cante en el estadio, que se la aprenda de memoria; aparte, hay un momento en el que Joaquín habla del “hincha rapado y violento” y yo tengo la sensación de que eso no le gustó al Frente Atlético o a gente radical del Atlético, y si el Frente no la apoya, es muy complicado que la apoye el resto del estadio porque los que mandan, o los que mandaban, son ellos. Esto no deja de ser una sensación, ojo, tampoco lo digo seguro. En los grandes triunfos sí que la ponen. Sabina por ejemplo la escuchó en el Bernabéu la noche que el Atleti le ganó la Copa del Rey al Madrid en 2013. Me decía: “joder, estábamos ahí celebrando y de repente suena mi canción, ¡en el Bernabéu!”
Tu primer gran recuerdo del Atlético de Madrid fue...
Álbumes de cromos, especialmente los de Luis Aragonés y Gárate. Son mis dos ídolos del Atleti. Tengo el recuerdo de ese Atleti, que los porteros llevaban jerseys de lana y medias de lana. Recuerdo el cromo de Iribar, que iba completamente de negro y de lana. Aparte, tengo el recuerdo de un día, ya en el Calderón, del verde del césped. Como yo veía los partidos por televisión, tenía la impresión de que la superficie sobre la que jugaban era gris, y cuando vi que era verde me quedé impresionado y dije: “Qué hermosura, qué bonito”. La primera sensación que tengo del fútbol es el colorido.
Schwarzenbeck en 1974, Sergio Ramos en 2014. ¿Cómo vivió Pancho Varona esos dos goles con cuarenta años de diferencia?
Los dos con un disgusto horrible. El de Schwarzenbeck... a ver, el gol en el último minuto te jode, pero yo estaba en una cafetería con mi novia y la verdad es que estaba más interesado en tocarle las tetas que en el partido (risas). De hecho, luego hubo un partido de desempate y yo estaba tan convencido de que íbamos a perder que ni le presté atención. Me dolió pero no tanto. Con el gol de Sergio Ramos me pasó algo parecido, porque lo vi en una habitación de hotel en Buenos Aires, yo solo, y me dolió relativamente porque, al día siguiente, el bombardeo de Champions en Buenos Aires es mínimo, los periódicos mencionaban el partido y poco más. No tenía ni Cuatro ni Telecinco ni Antena 3 ahí, entonces el dolor fue mucho menor que si lo hubiera visto en Madrid.
¿Son los futbolistas las nuevas estrellas del rock o siempre lo han sido pero sin tantas exageraciones?
¡Eso quisieran ellos, ser estrellas del rock! Son gente que da patadas a un balón. Están tan infinitamente sobrepagados, que llegan a creerse el ombligo de algún universo. A mí los futbolistas me impresionan muy poquito; me impresiona Eric Clapton, me impresiona Keith Richards, pero no me impresiona Sergio Ramos, por ejemplo.
De los músicos que conoces, ¿cuál es el más futbolero?
Hombre, por ejemplo, Leiva dejó de ser lateral izquierdo para aprender a tocar la guitarra. Se le jodió la carrera por una lesión y en el hospital aprendió a tocar la guitarra y se convirtió en músico. Si te refieres a “futbolero” en ese sentido, Leiva ganaría a todos. Como aficionados, sin más, no conozco muchos o al menos ahora no caigo. Hay mucha gente del Madrid, del Atleti, pero fanáticos... a Dani Martín, le veo en el Calderón a menudo pero es lo más alejado de un fanático que conozco. Me rodeo de gente muy sensata (risas).
Dice la leyenda que Sabina es del Atleti solo por la coña que le has dado, ¿cuánto hay de verdad en eso?
Pues es bastante cierto, sí. Joaquín estaba indefinido futbolísticamente, y yo le decía: “Vente al Atleti, que es un equipo de barrio. El Madrid no te pega nada”. Te estoy hablando de cuando empecé con él, a principios de los ochenta; nos pasábamos el día en el Elígeme, un bar de Malasaña del que Joaquín era copropietario, y ahí iba Pardeza cuando estaba en la Quinta del Buitre, conocíamos a Martín Vázquez, teníamos amigos comunes con Butragueño... y le decía: “No te pega Chamartín ni el norte de Madrid; te pega el sur, el barrio...”, y creo que tenía razón, sinceramente, no me costó mucho convencerle.
Las lágrimas en La Bombonera en aquel documental sobre Serrat y Joaquín, ¿en qué estabas pensando en aquel momento?
Pues estaba pensando justamente en lo que decía en el documental: en que seguramente no me iba a volver a subir al escenario con Serrat a tocar “Mediterráneo”, en que seguramente no me iba a volver al escenario a tocar con Víctor Merlo, con Palau, con Miralles... me daba la sensación de que era la última vez que iba a hacer muchas cosas muy bonitas. Yo miraba a los demás y pensaba: “¿Cómo no están llorando?”. La Bombonera llena, 45.000 personas viéndonos... y en el aplauso final me vine abajo.
«Pues es bastante cierto, sí. Joaquín (Sabina) estaba indefinido futbolísticamente, y yo le decía: “Vente al Atleti, que es un equipo de barrio. El Madrid no te pega nada”»
Esa pasión en La Boca, ¿es igual en la música como en el fútbol?
Totalmente. En el fútbol se dejan el alma, la piel, la pasión, todo... pero en la música también: aunque sea un país en un estado de crisis permanente desde hace treinta años, sigue pagando entradas para conciertos a plazos, pagando en diez meses conciertos que son más caros que en España incluso con sueldos más bajos. La gente disfruta el día a día, el espectáculo, el partido de fútbol... con una pasión que casi te diría que envidiable.
Primero, Luis Aragonés: segundo, Luis Aragonés y tercero, Luis Aragonés, pero, ¿quién estaría en el top 10 de la historia rojiblanca para ti y por qué razones?
Gárate, por supuesto, porque era el delantero centro que yo quería ser de pequeño: el tipo elegante, discreto, era todo lo contrario de Futre, por ejemplo, que a mí es una persona que no me ha gustado nunca. Simeone también estaría, claro;
¿Y Fernando Torres?
¡Ah, Fernando, me lo he dejado! La vuelta de Fernando Torres ha sido una bendición para el Atleti, primero por lo que ha costado, que ha sido cambiar un cromo por otro y luego porque ese chico vuelve a su casa y consigue juntar a 45.000 personas en el estadio solo para recibirle. Yo fui a ver la presentación de Torres al campo y me quedé fuera, estaba todo lleno. Es un regalo que vuelva y es un regalo que meta dos goles en el Bernabéu nada más llegar. Un regalo para el aficionado y un regalo para él mismo, que se lo merece, joder, se merece salir a hombros del Bernabéu por una vez en su vida. Le veo correr como loco con su camiseta y su pantalón en el campo, porque es un tío que se deja la vida en cada movimiento, y me emociona. No es una lagartija como Messi, es un tipo grande, que le cuesta más moverse. Yo sé, además, lo que ha pensado en el Atleti durante estos siete años de exilio.
¿Qué hace perder más la perspectiva de la realidad: el éxito de estos últimos años o los fracasos de principios de siglo?
Hombre, pasamos una época de veinte años muy jodida, pero es más peligroso el éxito, porque llevamos cinco años de altísimo nivel. Es un momento tan dulce que da miedo pensar en la realidad, que a lo mejor es estar con el Valencia o con el Sevilla. Hace solo cinco años yo decía: “me conformo con ser sexto”. Ahora, si no somos terceros la gente se enfada. Si de repente pasado mañana volvemos al cuarto puesto en la liga no pasa nada. Estamos viviendo una época demasiado hermosa para que sea verdad.
Elige tu once ideal de músicos. Solo once. Bueno, y tres reservas por si hay lesionados, que alguno estará mayor.
¡Joder, qué difícil! Entre los once, tiene que haber cuatro Beatles seguro. Luego, por supuesto, están Keith Richards, Bob Dylan, Leonard Cohen, Frank Zappa, Jimmy Page, David Gilmore... y Pete Townsend podría ser el último titular. De reservas, así más jóvenes que puedan cambiar el partido: Jack White, de los White Stripes; Alex Turner, de Arctic Monkeys, y Zahara. •