«El Mikasa dejaba huella. Como algunas personas»

“Extremo derecho, a veces de interior”. Así se define el músico Jero Romero. El ex cantante de The Sunday Drivers y ex futbolista del Toledo explica por qué un balón tan áspero, duro y reconocible marcó a una generación de jóvenes nacidos en los 70 y 80. La ‘generación Mikasa’.

Texto Jero Romero Fotos Jerónimo Álvarez.- Me siento como un niño pequeño: Jero, tienes que escribir una carta sobre un balón. Una de mis frases favoritas de la fraseología futbolística lo resumiría todo y acabaría ya: al fútbol se juega con un balón. O podría decir que el balón es redondo y bota, como haría un niño. Pero tengo que seguir, porque además resulta que eso no siempre fue verdad. Se habla mucho ahora de tecnología y fútbol. Y al fútbol se juega con un balón, recordemos. Oigo incluso hablar de un balón con GPS que se ilumina dependiendo de su ubicación. Incluso hace bien poco ha habido jabulanis. El Jabulani es tecnología y balón en la misma cosa. Un dato apasionante: el Jabulani fue diseñado por la Universidad de Loughborough. Se usó en un Mundial. Es más: España ganó ese Mundial. Pienso que cuando se habla de los méritos que tuvo España en Sudáfrica, que fueron todos, nunca encuentro que se cite el de haberlo ganado con un Jabulani, y para mí lo es. Porque al fútbol se juega con un balón.

Se discute ahora también sobre el uso de la tecnología para dirimir goles fantasma, fueras de juego, penaltis, jugadas dudosas. Sobre el ojo de halcón. El árbitro usa pinganillo y los banderines del linier suenan. Y por cierto, un paréntesis: si hay árbitros de área ¿El cuarto árbitro sigue siendo el cuarto? ¿Cuál es el tercero o el quinto? ¿El de la banda izquierda? ¿Cuál es la banda izquierda en un rectángulo? Pero no me quiero ir del tema que me ocupa. Así que tecnología y fútbol, tecnología y balón. Cuando era pequeño, un balón lo era todo y todo podía ser un balón. A la vez, la tecnología era Beta. UHF. Y ya. Y un balón te lo tenía que inflar un mecánico. Dentro de la especie niño, existía una subespecie, una élite que dudo que ahora exista: el niño con balón de reglamento. De reglamento. Como si apareces en el ‘insti’ con el iPhone7. Así que básicamente había dos tipos de balón y por lo tanto dos tipos de niños: el normal y el de reglamento. En un momento dado, al avanzar hacia atrás tecnológicamente, apareció un tercero que nos descolocó a todos. Era balón normal y a la vez de reglamento, servía para un roto y un descosido, un balónniño en tierra de nadie. Y de él, del balón de la discordia, tengo que hablar. No hace tanto tiempo de ese momento y de ese balón, del momento en el que tecnología y fútbol y tecnología y balón alcanzaron su punto más alejado el uno del otro. Eran su punto más remoto respectivamente.

FOTOGRAFÍA Fotógrafo y músico posan con el famoso Mikasa.

La edad de Hierro, bastante antes de Hierro y de Redondo. El balón Mikasa. El Mikasa, a secas. La generación Mikasa. Lo siento o me alegro por la marca. La marca definió el objeto, como sucedió con el pan bimbo o el papel albal. Hay pan normal y hay pan bimbo. Hay balones y hay mikasas. A la vez, sólo hay un Mikasa, pero hay muchos mikasas. El Mikasa original no era un balón cualquiera por mucho que sea discutible que fuera un balón. Quizás lo que le faltaba de esférico y otras cosas lo hicieron tan especial. El Mikasa te frustraba y te mejoraba a partes desiguales. Era desesperante e imposible para ciertos gestos: sacar un corner, tirar una falta... Era peligroso para otros: ir de cabeza (muerte), bajarla con el pecho (muerte lenta)... Pero no estaba mal para otras cosas como sacar de banda. A la vez, con un mikasa casi cualquiera podía hacer un buen control, incluso orientado, porque caían a plomo. Muchos se creyeron técnicos de niños. Jugar con un pentaedro te prepara para lo mejor y lo peor. Era duro y duraba. El Mikasa, según recuerdo, tenía una vida propia y rara. Nuevo, no botaba ni se movía. Viejete, volaba como un Jabulani. Qué cosas, no había quién lo entendiera. Pero el Mikasa era lo que había, y había muchos.

Era peligroso para otros: ir de cabeza (muerte), bajarla con el pecho (muerte lenta)... Pero no estaba mal para otras cosas como sacar de banda.

De repente, la población de mikasas se disparó y hubo uno en todas las casas. Nos anormalizó a todos por igual. Para acabar de entenderlo todo, hoy le tengo que preguntar a mis padres si el Mikasa era barato y si no, como haría un niño, ¿por qué? Me gustaría que en la Universidad de Loughborough hubieran investigado el mikasa con barro. Y me alegro en parte por los niños de hoy en día que tienen petos, césped y esféricos pero, por otra parte, mi yo anciano cree que mucha calle, algo de barro, un buen Mikasa a tiempo, postes con jerseys y una ducha fría los haría a todos mejores jugadores. Cambiando algo de tema, también creo justo reconocer que el primer balón de fútbol fue el Tango de Argentina 78. El Tango, música celestial. Qué bonito, qué fácil de entender, qué redondo. Pero entonces, siguiendo el orden cronológico, el Mikasa vino después del Tango si no a la vez... ¿Dónde demonios estaba la Universidad de Loughborough cuando se la necesitaba? En definitiva, la marca que deja el Mikasa es imborrable. En definitiva, mi juguete favorito era cualquier balón y el Mikasa no era un balón cualquiera. Me es difícil encontrar algo de lo que recuerde con tanta viveza su tacto, su olor y su peso. Algo que odie y añore tanto durante tanto tiempo. El Mikasa dejaba huella.