Chisco García.- Robert Prosinecki deslumbró a Europa cuando los años 90 comenzaban a desperezarse. Fue el líder de un Estrella Roja que conquistó la Copa de Europa, lo que le sirvió para ser firmado como gran apuesta del Real Madrid en 1991. Todo lo que apuntaba se vino abajo por culpa de las lesiones y eso provocó que buscase su suerte lejos del Santiago Bernabéu y Oviedo le abrió las puertas para sellar su mejor temporada en España. Fue en la temporada 1994-95. Los azules soñaban con jugar la UEFA y el croata fue su gran apuesta. Sólo fue una temporada pero en la capital de Asturias son muchos los aficionados que no le han olvidado.
Aquella temporada 94-95 Prosinecki recuperó la versión más parecida a la del talentoso joven que había deslumbrado cuatro años antes. Vistiendo la camiseta azul disputó 30 partidos, 24 de ellos completos, y firmó 5 goles. Se erigió en el líder de un equipo que aún se recuerda en el seno del oviedismo con una alienación base formada por: Mora; Cristóbal, Jerkan, Rivas, Sietes, Armando, Jokanovic, Prosinecki, Berto, Carlos y Oli.
Vistiendo la camiseta azul disputó 30 partidos, 24 de ellos completos, y firmó 5 goles.
Radomir Antic fue una persona clave en el periplo de Prosinecki en nuestro país. El serbio dirigía a los madridistas cuando Ramón Mendoza acometió su fichaje y ocupaba el banquillo del Carlos Tartiere cuando recaló en el Oviedo. Además, en el conjunto azul coincidió con otros dos compatriotas suyos como Nikola Jerkan y Janko Jankovic, lo que facilitó su adaptación.
PRESENTACIÓN» Hasta el Ayuntamiento puso dinero para el fichaje. Foto. Archivo Real Oviedo.
Para entender la trascendencia de aquel fichaje basta recordar que el Ayuntamiento de Oviedo aportó 10 millones de pesetas para sufragar los gastos que suponían la ficha de uno de los jugadores mejor pagados del mundo. El club azul tuvo que hacer frente al pago de 100 millones de pesetas, una auténtica barbaridad en aquellos años, y el entonces alcalde Gabino de Lorenzo se alineó con el club para poder contar con una estrella como Prosinecki en el principal equipo de la ciudad. En su presentación se reunieron más de 1.500 seguidores para darle la bienvenida a la entidad presidida por Eugenio Prieto.
El Ayuntamiento de Oviedo aportó 10 millones de pesetas para sufragar los gastos que suponían la ficha de uno de los jugadores mejor pagados del mundo.
Durante su estancia en España, Prosinecki siempre estuvo acompañado por la fama de ser un futbolista que no se cuidaba. Para el recuerdo queda aquella escena vestido con el chándal del Real Madrid y fumando un cigarrillo sobre el césped de Las Gaunas. En Oviedo no abandonó aquel vicio. De hecho, en aquella pretemporada, el equipo se concentraba para comer, descansar y volver al trabajo por la tarde. Todos estaban obligados a dormir la siesta, bueno todos no.
Al terminar la comida, en el Hotel La Campana, los futbolistas subían a las habitaciones pero Jokanovic y Prosinecki solían sentarse en alguna de las zonas del hotel para compartir un café, una charla y algunos cigarrillos, junto a Antic. Siempre fue sorprendente aquella imagen para los aficionados pero era muy habitual ver a deportistas salidos de los Balcanes fumar en público y en privado y Robert no era ninguna excepción.
Mucho antes de llegar a Oviedo, Prosinecki había dejado claro que no tenía pensado cambiar sus costumbres: “Sé que fumar no es bueno para un deportista, pero me relaja. Es el único vicio que tengo. Además, nadie vive 100 años”, dijo cuando apenas tenía 22 años. Uno de sus compañeros de vestuario, el delantero británico Peter Crouch, con el que coincidió en el Portsmouth, confirmó en una entrevista el nivel de su adicción al tabaco: “Sólo dejaba de fumar cuando estaba sobre el campo”.
«Sé que fumar no es bueno para un deportista, pero me relaja. Es el único vicio que tengo. Además, nadie vive 100 años», dijo cuando apenas tenía 22 años.
Una de las personas que más convivió con Prosinecki en Oviedo es Víctor Fernández, “Vitorín, como me llamaba siempre Robert”, recuerda el propietario de un céntrico bar ovetense. Él recuerda cómo les contó sus vivencias en el primer día como oviedista: “Estaba alojado en el Hotel España y un empleado del club le fue a buscar para llevarlo al Requexón”. Hasta ahí todo normal. El problema es que la ciudad deportiva del Oviedo está fuera de la ciudad, rodeada de fincas con ganado. “Cuando vio que salía de la ciudad y que lo metían por unos caminos que no estaban ni asfaltados lo primero que pensó fue: ‘¡Me han secuestrado!’ Ahora nos reímos, pero él pasó un momento de mucha tensión”, recuerda.
PRENSA» En Oviedo encontró respeto y ecosistema para liderar. Foto. Archivo Real Oviedo.
La fama de noctámbulo de Prosinecki también es un estigma que le acompaña. Vitorín destierra esa idea: “Salía muy poco, entre otras cosas porque era tan conocido que la gente le agobiaba y por eso prefería no estar en los bares de moda de aquella época”. Al igual que hoy las fake news corren por las redes sociales en aquella época el boca-oreja hacía lo mismo y trataban de magnificarlo. “Una vez fuimos a Avilés a cenar y nos quedamos por allí hasta las once y media o las doce la noche. No le gustó y nunca más volvimos, pero los clientes de mi bar aseguraban que lo veían todos los jueves en Avilés, el problema era que lo veían un día y lo contaban cientos de veces”.
Cada vez que el jugador sentía alguna molestia, Llavona recuerda cómo se lo explicaba: «Andrés hoy no puedo entrenar, tengo los cocodrilos que ‘morden’, era su manera de decirnos que tenía la zona cargada y que debía recibir cuidados».
Vitorín y su familia regentaban el bar La Peña, en el que siguen trabajando. Es un local en el que se servían muchos menús del día para trabajadores y Prosinecki también lo frecuentaba: “Venía muchas veces a comer con nosotros y era uno más”. Lejos del estereotipo de hombre nocturno, Prosinecki sí que tenía una afición: “Le encanta jugar a las cartas, muchas veces nos quedábamos jugando y en el equipo compartía la afición con Jokanovic, Carlos y Jankovic, era muy habitual que jugasen los cuatro juntos, eso sí que le gustaba”.
Que se adaptó bien a la ciudad fue evidente, pero no sólo él. “Su hermana Renata abrió una tienda de ropa en la ciudad y cuando Robert se fue decidió que se quedaba a vivir aquí y aquí sigue, siempre les encantó Oviedo”. Además de jugar al fútbol, Prosinecki mostró su lado más humano con un chico que le admiraba: “Diego siempre iba ver los partidos y conoció a Robert y desde entonces siempre le ayudó, le hacía regalos, le compraba ropa, lo tenía como un ahijado”.
TALENTO» En Oviedo demostró su clase durante un año.
Amante de los buenos restaurantes, el último día que iba a estar en Oviedo organizó una cena para despedirse del grupo de amigos: “Estábamos todos en el restaurante La Gruta y en los periódicos se decía que iba a jugar en el Atlético de Madrid, con Radomir, pero ese día antes de marchar nos dijo que se iba al Barcelona y así fue”.
De todos modos, si algo marcó el paso de Prosinecki por España fueron las lesiones musculares. Ese fue su calvario. En el Real Madrid apenas pudo disputar 55 partidos en tres temporadas y muchos creyeron que la historia se iba a repetir en el Oviedo, pero no fue así. Andrés Llavona formaba parte de los servicios de fisioterapia del club en aquellos años y fue de las personas más cercanas al centrocampista.
Todos sabían que aquellos músculos necesitaban cuidados extraordinarios y limitar sus esfuerzos. Cada vez que el jugador sentía alguna molestia, Llavona recuerda cómo se lo explicaba: “Andrés hoy no puedo entrenar, tengo los cocodrilos que ‘morden’, era su manera de decirnos que tenía la zona cargada y que debía recibir cuidados”.
«Tenía una descompensación en la espalda, problemas en las piernas y una báscula pélvica, estaba muy descompensado»
Pero, ¿cómo fue posible cuidarle tanto y que estuviese disponible en 30 de las 38 jornadas? “Cuando llegó no estaba bien. Tenía una descompensación en la espalda, problemas en las piernas y una báscula pélvica, estaba muy descompensado”. Entonces surgió la duda, ¿qué hacer? “Trabajamos mucho con él antes de que empezase a competir, fue un mes y medio duro, pero en el que él siempre tuvo la mejor predisposición y gracias a eso conseguimos que estuviese en condiciones prácticamente siempre”.
Su primera aparición estelar con la camiseta del Oviedo llegó el 6 de septiembre de 1994. El acuerdo de cesión incluía un amistoso del Real Madrid en el viejo Carlos Tartiere. Prosinecki demostró el tipo de futbolista que era. Asistió a Carlos Muñoz para anotar el 1-0 y, poco después, dibujó una acción personal, arrancando desde su propio campo para superar a tres defensores blancos y batir a Buyo. Era su primer gol y la carta de presentación de una estrella con ganas de volver a brillar. Ese partido quedará también para la historia porque fue la primera aparición de Raúl González con el primer equipo blanco y en él anotó su primer gol, un mes y medio después se estrenó en La Romareda en partido oficial.
Cuando pasas tanto tiempo como Llavona con un personaje como Prosinecki hay tiempo para conocerse también en lo personal: “Era un tipo muy simpático, siempre tenía una historia que contar y la verdad es que trabajando con él nos reímos mucho”. Además del trabajo físico, un futbolista necesita un entorno propicio para rendir y en Oviedo lo encontró: “Desde el primer día encajó en el vestuario y eso le ayudó”. Radomir sabía muy bien cómo cuidarle y no le importaba que no entrenase mucho por la semana, sabía que el fin de semana iba a estar preparado para competir y los compañeros también lo aceptaban porque sabía de la calidad que tenía y de lo mucho que les aportaba.
La camilla también es un buen lugar para confesar problemas o para reconocer errores. La fama de fiestero del croata no encaja con lo que Llavona compartió con él: “Salía lo mismo que cualquier otro”. Y defiende que los futbolistas tienen derecho a disfrutar de su tiempo libre: “Un deportista tiene que cuidarse, eso es algo lógico, pero tampoco le pasa nada por salir un día de forma ordenada y eso era lo que podía hacer Robert, pero igual que el resto de compañeros”.
«Un deportista tiene que cuidarse, eso es algo lógico, pero tampoco le pasa nada por salir un día de forma ordenada y eso era lo que podía hacer Robert, pero igual que el resto de compañeros»
Pese a la imagen fría y distante que pueda transmitir, Prosinecki es un tipo cercano con los suyos y con un buen sentido del humor. En uno de esos días lluviosos en las instalaciones de entrenamiento del Oviedo, El Requexón, el centrocampista no participaba del trabajo junto al resto de compañeros. El Real Madrid había jugado un partido europeo el día anterior y Fernando Redondo, que había sido fichado esa temporada para ocupar su puesto en el equipo, sufrió una lesión. Ante la pregunta de si había visto el partido, Robert contestó con sorna: “Sí, no estuvo mal, pero ya os decía yo que Redondo es un futbolista de cristal”. La carcajada de todos los que estaban a su alrededor resonó, al mismo tiempo que la suya.
El buen carácter del croata tampoco le libraba de arranques de genio. Uno de los más sonados se vio en un Oviedo-Zaragoza. Prosinecki había sido centro de algunas críticas por parte de la grada. Manel adelantó a los azules y Poyet puso el 1-1. Con el tiempo prácticamente cumplido hubo una falta en la frontal del área. No había dudas sobre quién debía lanzar. Prosinecki puso el balón en la escuadra e hizo inútil la estirada de Cedrún. Los gestos tras marcar y su reacción corriendo al vestuario con el pitido final dejó bien claro que estaba enfadado con los pitos escuchados. Fue su único momento de tensión con una grada que lo adoró y lo apoyó sin fisuras en el resto del tiempo.
El empeño del Oviedo en tener a Prosinecki siempre disponible llegó a chocar los máximos organismos internacionales del fútbol. En una semana de partidos de selecciones, Prosinecki y Jerkan fueron llamados por Croacia.
Los plazos marcados entonces les impedían estar en el partido que el equipo debía jugar en Riazor frente a un Deportivo que marchaba segundo en la Liga. Era la jornada 30 del campeonato y los azules aún tenían opciones de meterse en Europa. El consejo de administración decidió que no cedería y que los futbolistas viajarían después del encuentro y se expusieron a una sanción. Ambos jugadores disputaron aquel partido. El Oviedo empató a dos goles y Prosinecki hizo el segundo tanto a cinco minutos del final. El club ganó el contencioso ante los organismos internacionales y no hubo castigo para nadie.
Sólo fue una temporada y el equipo no alcanzó el objetivo de clasificarse para la UEFA, pero los oviedistas recuerdan aquel año como uno de los que más disfrutaron viendo jugar a su equipo y Prosinecki fue una de las piezas claves de aquel engranaje, nunca olvidó su paso por Oviedo y por eso sigue siendo un refugio al que le gusta volver de vez en cuando y sigue viéndose con la misma gente y siendo el mismo que disfrutó de su oasis futbolístico en España.