Diego Barcala
Cuando Kehinde Wiley comenzó hace 20 años a buscar modelos negros por las calles de Los Ángeles para pintar cuadros clásicos no sabía que ese homenaje a la raza negra, a los despreciados por la sociedad, ya lo hacía en cierto modo el fútbol. “Los negros eran muy pequeños en este mundo”, explicaba el reconocido pintor estadounidense sobre su trabajo. Wiley subía a sus negros de la calle al caballo de Napoleón o los vestía de reyes y princesas clásicos. Su estilo le hizo ganar fama mundial desde Los Ángeles hasta ser comparado con Andy Warhol. La crtítica elogió su talento y su cotización de manera exponencial. Así fue como las marcas le empezaron a pedir encargos y llegó el Mundial de Sudáfrica de 2010. Puma vio en sus lienzos el lugar idóneo para que sus estrellas africanas lucieran como héroes.
Puma vio en sus lienzos el lugar idóneo para que sus estrellas africanas lucieran como héroes.
Wiley, un tipo gay angelino con un máster en Yale, era ajeno por completo al significado del fútbol. Pero conocía a la perfección el orgullo africano por sus orígenes kenianos. “Desconocía este fenómeno global cuando me llamaron en 2008”, reconocía en una entrevista para la marca alemana. El encargo era simple, pintar a las estrellas de Senegal, Nigeria y Camerún como estrellas del panafricanismo, con una sola indumentaria de Puma que reuniera los valores y colores de los tres países. Un continente de 53 estados y 1.000 idiomas con un lenguaje común, el fútbol. Así fue como Wiley conoció a Samuel Eto’o. Lo describe con tres adjetivos: “Interesante, curioso y humilde”. Pero en su retrato lo que prevalece es el orgullo. En un lienzo de 1,80 x 1,50 el camerunés mira desafiante, mentón alzado y mirada de arriba hacia abajo. Imposible olvidar las explosivas ruedas de prensa del exjugador cargando contra entrenadores, aficionados y periodistas. Cuatro años antes de posar ante Willey, pronunció su frase más célebre en su presentación como jugador del FC Barcelona: “Prometo correr como un negro para vivir como un blanco”.
'SAMUEL ETO'O Oleo sobre lienzo firmado en 2010 con el propio nombre del retratado.
Lo describe con tres adjetivos: “Interesante, curioso y humilde”. Pero en su retrato lo que prevalece es el orgullo. En un lienzo de 1,80 x 1,50 el camerunés mira desafiante, mentón alzado y mirada de arriba hacia abajo.
Con esa extraña lucidez intelectual de algunas superestrellas del deporte, Eto’o fue un auténtico líder para la raza negra. Peleó contra el racismo en cada uno de los campos donde fue insultado. Fue de los primeros en pedir la cancelación de un partido por racismo y explicó sin descanso sus sentimientos ofendidos. Eto’o había nacido para ser uno más de los negros rebeldes de Wiley. Condenados a conocerse. Una década después de retratar el orgullo del futbolista, Wiley recibió el encargo de su vida. Esta vez llegó desde la Casa Blanca. Barack Obama le designó como su retratista y le convirtió en el primer pintor negro de los retratistas de los presidentes estadounidenses. Obama aparece sin corbata, sentado en una silla elegante rodeado de una frondosa flora, absolutamente característica de Willey, con los brazos cruzados y la mirada determinada a la altura del espectador. Ni hacia abajo como Eto’o ni hacia arriba como harían los abuelos de ambos décadas antes.