Francis Mena | Fotografía Archivo/Mario Larrode/Andrés Carrasco.- Pocas cosas son tan icónicas de la infancia como un niño con una pelota. En la de Paco de Lucía hubo más guitarras que balones, forjándose así un artista que elevó a la vez que cambió el flamenco. Pero el fútbol acompañó al guitarrista, madridista confeso, durante toda su vida. El balón llegó a ser un instrumento más de su banda durante las giras alrededor del mundo; una bola mágica que le permitía por un momento desatarse de las seis cuerdas y regresar a la niñez por la que sentía una profunda nostalgia. En una de esas pachangas hasta le disputó el cuero al internacional brasileño Sócrates. Paco de Lucía se encontraba dando toques a una pelota con su hijo Diego en una playa de México cuando le sobrevino la muerte en 2014.
» PACHANGA Paco de Lucía, de azul, posa con el Atlético Los Barrios,
un equipo de una localidad cerca de Algeciras.
Francisco Sánchez Gomes, que luego se convertiría en Paco de Lucía, nació en Algeciras el 21 de diciembre de 1947.Era posguerra en una ciudad portuaria y fronteriza, bulliciosa, de ir y venir. Gibraltar y África, enfrente. El día que Luzía Gomes La portuguesa parió al menor de sus hijos, el Real Madrid encajó un 7-1 frente al Real Oviedo de la delantera conocida como “La Eléctrica” y con cinco goles de Echevarría. Esa temporada los madridistas estrenaron el estadio Nuevo Chamartín y se salvaron en la última jornada, precisamente con un triunfo sobre el equipo asturiano, de descender a Segunda división. Pero la niñez del guitarrista coincidió con ese inmaculado equipo de Di Stefano que arrasaba en Europa. Así que, como muchos otros de su tiempo, casi no tuvo elección a la hora de elegir equipo de sus amores y Paco acabó presumiendo de madridismo. “Parece que si eres artista tienes que ser del Atleti, pero a mí no me da la gana… yo soy del Real Madrid desde chico; es mi equipo”, comentó una vez.
Cuando a los diez años el pequeño Paco supo leer, escribir y las cuentas justas para ir tirando, su padre, Antonio Sánchez, flamenco buscavidas que tenía que sacar para adelante a sus cinco hijos, le sacó del colegio que no podía pagar y le puso un guitarra en sus brazos. “Las miro y veo al demonio”, aseveró en una ocasión el más pequeño de la familia del instrumento con el que siempre tuvo una relación de amor y odio. La guitarra fue la llave con la que abrió las puertas del mundo al flamenco y con la que el algecireño entró en el Olimpo de la música. De vez en cuando se escaqueaba para dar balonazos en algún llano cercano a su casa de La Bajadilla, un barrio de payos y gitanos de cuestas de vértigo. Paco de Lucía fue un gran aficionado al fútbol, pero no solo de sofá y televisión....era sobre todo un futbolero practicante con espíritu de delantero. Juan José Téllez, su biógrafo y autor de tres libros sobre su vida y su obra, recuerda que conoció al guitarrista en los ochenta cuando, ya metido en la treintena, jugaba a la pelota en la orilla de la algecireña playa de El Rinconcillo. “Creo que el fútbol, como su ciudad, las playas o el buceo, le devolvía a su niñez”, explica el escritor.
» BRASIL Paco de Lucía con el resto de compañeros antes de un partido
improvisado en Brasil.
El compositor mantuvo siempre que “uno es lo que fue su infancia”. “Cuando jugaba al fútbol, buscaba los partidos que no había podido jugar con sus amigos porque en ese momento estaba aprendiendo a tocar la guitarra”, añade Téllez. A un crío siempre le parece poco el tiempo que está con un balón. El fútbol también era una forma de escapar de la tensión de una guitarra a la que estaba pegada más de ocho horas al día. “Muchos guitarristas acaban mal de la cabeza porque se dedican exclusivamente a la guitarra. Paco tenía muy claro que tenía que oxigenarse para después seguir componiendo y el fútbol y la pesca submarina eran actividades que le ayudaban a mantener la mente sana. Eso le ayudó a ser tan grande”, explica José Carlos Gómez, guitarrista amigo y paisano de Paco de Lucía.
“Muchos guitarristas acaban mal de la cabeza porque se dedican exclusivamente a la guitarra. Paco tenía muy claro que tenía que oxigenarse para después seguir componiendo y el fútbol y la pesca submarina eran actividades que le ayudaban a mantener la mente sana"
Las pachangas del guitarrista en la década de los ochenta y noventa llegaron a coger fama en Madrid. Eran partidos de payos contra gitanos, entre flamencos, con chatarreros, con roqueros de la época y artistas de otras disciplinas. Miguel
Ríos, Alejandro Sanz -que cuenta que Paco se tomaba muy en serio aquellas citas-, la gente de Ketama, Rosendo Mercado, el productor Paco Martín, el grupo La barbería del sur, e incluso algún jugador de su Real Madrid como el delantero Sebastián Losada, entre otros, participaron en aquellas tardes de balompié en Berrocales de Jarama o en otros puntos de la capital. José Carlos Gómez recuerda uno de esos encuentros: “Se le daba bien jugar al fútbol, por aquella época estaba en forma, fue también un gran nadador. Cuando estaba en Madrid jugaba casi todas las semanas. Todos los que le admiraban querían darle el balón a él. Una vez fuimos a un partidillo y se acercó a los del equipo contrario y nos dijo: vosotros sois todos unos mariquitas. Paco era muy guasón, le encantaba reírse y picar al contrario”. La primera vez que Miguel Ríos fue a uno de esos partidillos se sintió nervioso porque admiraba mucho al guitarrista y le provocaba cierta impresión jugar con él. El flamenco se le acercó tras la contienda para decirle con esa guasa de la que habla Gómez: “Pues tú no eras como me habían dicho, a mí me dijeron que tú sabías jugar”.
GIRAS
Durante las giras, su grupo se convirtió también en su equipo de fútbol. El balón era un instrumento más del sexteto que formaban sus hermanos Pepe y Ramón, Jorge Pardo, Carles Benavent, Rubem Dantas y Manolo Soler. Paco siempre hablaba con los empresarios locales para que, días previos a los conciertos, organizaran partidos de fútbol entre la gente que les atendía, los técnicos, o quien fuese y su grupo. Eso en Italia, Alemania, Suiza, en toda Sudamérica y en cualquier lugar en el que tenía que tocar. “Una exigencia interna, llevada por Paco, era que todos los miembros de su banda tenían que jugar al fútbol; aunque fuese como poste, tenían que alinearse en los partidillos.
De vez en cuando sacamos algún buen resultado a base de mucho coraje y muchas patadas”, recuerda con gracia Jorge Pardo, saxofonista y flautista que acompañó al guitarrista durante más de dieciséis años. Cuando su hermano Ramón de Algeciras le planteó la posibilidad de incorporar al bailaor Joaquín Grilo, el jefe Paco de Lucía se limitó a preguntar: “¿Pero juega bien al fútbol o no juega bien al fútbol?”. Cualquier momento era bueno para una pachanga, como refiere el brasileño Rubem Dantas, con el que el Paco revolucionó el flamenco al introducir el cajón peruano: “Jugábamos en los aeropuertos; para ser músico de Paco había que saber jugar al fútbol”. “Bajábamos del autobús en cualquier sitio y nos poníamos a jugar al fútbol”, contó Berry, representante del tocaor y actualmente de Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, entre otros. Improvisando el juego y la vida; improvisando a la manera de los músicos de jazz, o como el mismo Paco de Lucía había aprendido a hacer con Larry Coryell, Al Dimeola o Chick Corea, llevando así el flamenco a una nueva dimensión.
En una de esas giras, por Brasil, se alinearon los astros de distintas galaxias: la futbolística y la flamenca. “Fue a las afueras de Río de Janeiro, en Barra da Tijuca. El músico brasileño Chico Buarque nos invitó, como buen brasileño, a un asado en su finca; allí tenía un campo de fútbol y jugamos los españoles
contra los brasileños. En el otro equipo había algunos invitados y entre ellos estaba Sócrates, entonces muy conocido por sus goles de penaltis de tacón, con la camiseta de la selección de Brasil”, relata Pardo. El sexteto de Paco de Lucía nada pudo hacer frente aquellos brasileños, buenos de por sí pero que además contaban con ese refuerzo de lujo. Cuando Sócrates echó un rato y vio “los mimbres del partido”, se puso el chándal y atendió el asado.
El sexteto de Paco de Lucía nada pudo hacer frente aquellos brasileños, buenos de por sí pero que además contaban con ese refuerzo de lujo, Sócrates.
CONCIERTO
Entre concierto y concierto, mucho fútbol. El balón no dejaba de rodar mientras Paco de Lucía exportaba como nunca antes el arte flamenco por los rincones del mundo. El flamenco y el fútbol, dos artes que tienen una raíz común: la calle. Ambos conquistan estadios y grandes escenarios, pero siempre empiezan en la calle. Jorge Pardo cuenta que a Paco “le gustaba ronear -presumir en el lenguaje caló- de marcar goles”, “solía ponerse arriba, esperando a que le tiráramos balones” y “muchas veces se metía en fuera de juego”. Alguna escapada también hubo para ver partidos, como cuando coincidió una gira en EEUU con el Mundial del 94 y el grupo fue a ver el España-Bolivia. Los españoles vencieron 3-1 con goles de Guardiola y dos de Caminero.
El maestro también tuvo admiradores dentro del fútbol, aunque no fue por su habilidad con los pies sino por la de sus manos, de las privilegiadas del siglo XX. El histórico entrenador César Luis Menotti recurría a su amigo guitarrista como ejemplo en muchas declaraciones; como aquella vez que le preguntaron si le apetecía seguir siendo entrenador: “¿Que si aún tengo ganas de ser entrenador? Pregúntale a Paco de Lucía si quiere seguir tocando la guitarra”. O en aquella otra en la que fue cuestionado por el FC Barcelona del Tata Martino. “Es muy estúpido hablar de un Barça fácil de predecir. Yo ya sé que veré flamenco cuando voy a ver a Paco de Lucía, pero voy igualmente”. Incluso para hablar de Messi: “No se reserva para el Mundial. Eso es como decir que Paco de Lucía tocaba peor en su casa que en un escenario”. Menotti lamentó la muerte del genio de Algeciras, al que admiraba profundamente:
“Tenía mucho que hacer y que dar aún a la música”. Paco jugaba al fútbol a orillas del mar, al que rendía culto, el día de su final. El creador de 'Entre dos aguas' decía que el que nace junto al mar es más soñador y tiene un sentido de la libertad mayor. “Yo no puedo estar sin el mar mucho tiempo”, afirmaba. Ahí estaba, peloteando con el menor de sus hijos en Playa del Carmen, en México, cuando se sintió indispuesto ese trágico martes 25 de febrero de 2014. El último toque de Paco de Lucía no fue a una guitarra, fue a un balón. •