Diego Barcala.- Hay que tener el sentido de las necrológicas de la cínica prensa inglesa para recordar ahora todos los errores de Lorenzo Sanz después de su muerte por coronavirus, en mitad de la tragedia que sufrimos. Pero ocultar sus sombras, como hacen muchos periodistas que vivieron sus años de presidente del Real Madrid, es injusto con el periodismo y con los jóvenes que no recuerdan qué fueron los locos años 90. Aquellos momentos de transición entre el fútbol de clubes tradicional y el disparatado negocio multinacional.
Lorenzo Sanz escribió con verde laurel la historia deportiva del Real Madrid. Consiguió lo imposible con la séptima, probablemente la mayor alegría del club para al menos dos generaciones. Inigualable. Armó un equipo impresionante fichando a Roberto Carlos, Seedorf, Suker y Mijatovic. Y levantó también la octava casi de manera consecutiva, normalizando en el madridismo lo que hasta entonces era cosa de otros clubes superiores.
Pero unos meses después los socios le censuraron en las urnas. Leo que aquella derrota electoral se debió a un pujante Florentino Pérez o a la promesa del fichaje de Figo. Para mí aquello fue un grito de dignidad de los socios madridistas que por encima de dos amadas Copas de Europa reclamaron seriedad y profesionalidad, dos valores escasos en el mandato de Sanz. Un presidente que siguió más los pasos de su amigo Jesús Gil que los de otros clubes más encauzados de los años 90.
Leo que aquella derrota electoral se debió a un pujante Florentino Pérez o a la promesa del fichaje de Figo. Para mí aquello fue un grito de dignidad de los socios madridistas que por encima de dos amadas Copas de Europa reclamaron seriedad y profesionalidad, dos valores escasos en el mandato de Sanz.
Eran años de gran transparencia en la gestión de los equipos. Las decisiones eran debatidas casi a diario en los exitosos programas radiofónicos nocturnos. El duelo entre los periodistas José María García y José Ramón de la Morena provocaba un desfile diario de presidentes, entrenadores y jugadores explicando cada noche la actualidad. Una de esas veladas recuerdo a Lorenzo Sanz explicando los detalles de un nuevo fichaje, el del colombiano Edwin Congo. Con su chulería castiza Sanz aseguraba que iba a triunfar y no le importaba reconocer que todo se había desatado gracias a una cinta de vhs que había llegado al club de un aficionado recomendando su fichaje. Aquello era un reconocimiento de amateurismo pero con el paso de los años llegó YouTube y ojo a aquel partido de Congo contra River Plate en la Copa Libertadores.
Con su chulería castiza Sanz aseguraba que iba a triunfar y no le importaba reconocer que todo se había desatado gracias a una cinta de vhs que había llegado al club de un aficionado recomendando su fichaje
La historia y el propio club absolvieron a Lorenzo Sanz pero en aquellos días era irrespirable el uso grosero del club y una gestión económica desastrosa. Varios episodios chuscos salpicaron la prensa como una oscura apertura de la caja fuerte del Bernabéu en mitad de una supuesta partida de cartas con Jesús Gil. La noticia la contó el fallecido periodista Gaspar Rosety y aquello tuvo un gran revuelo. El propio Sanz aclaró años después que ese dinero fue dedicado en realidad a pagar primas a terceros. Es decir, dinero negro para adulterar la competición. Insisto, eran años oscuros.
El propio Sanz aclaró años después que ese dinero fue dedicado en realidad a pagar primas a terceros. Es decir, dinero negro para adulterar la competición. Insisto, eran años oscuros.
Pero si algo catapultó fuera del club a Sanz fue el nepotismo. Fernando Sanz pasó cuatro años en el primer equipo sin demostrar nivel para merecerlo. Y Lorenzo Sanz, el mayor, se retiró con 27 años tras dos temporadas en blanco y al día siguiente fue puesto de presidente de la sección de baloncesto por su padre (y lo hizo bien). Dirigía la sección en aquella final de Djordjvic en el Palau que dio la vuelta a la tortilla dominante del baloncesto en España.
Las virtudes de Florentino Pérez -el crecimiento económico y la modernización de la gestión- hundieron el recuerdo de Lorenzo Sanz. Se olvidaron sus triunfos, pero también sus fracasos, y se benefició de ello porque al final de esta partida de pseudorealidad que es el fútbol, solo queda el deporte, los títulos y las victorias. Y la final de Amsterdam fue mucha victoria.