Los Stones y el primer concierto de la España moderna

Después la dictadura, amenazas de la ultraderecha y un golpe de Estado, lo que los españoles necesitaban era sacudirse de una vez por todas los restos del franquismo. El épico y lluvioso concierto de los Rolling Stones en el Vicente Calderón simbolizó esas ansias de libertad. 

Eduardo Bravo.- Alrededor de las cuatro de la tarde, con un sol de justicia, el estadio comenzó a llenarse. La apertura de puertas se había retrasado una hora respecto de lo previsto y en las inmediaciones la gente hacía cola para entrar. Según el cronista de ABC en las puertas se agolpaban “Punkis, Rockers, Pegamoides, Pasotas, amantes del Porro y la Coca Cola ataviados con las más estrafalarias vestimentas y con gorros de colores, que han convertido la periferia en un carnaval. Dentro del estadio, la gente se repartía por el césped y las gradas, dependiendo del precio de sus localidades. Lo que a todos igualaba era el calor. Tanto unos como otros hacían lo que podían para soportar la actuación de la J. Geils Band bajo los casi 40 grados de temperatura de la sofocante tarde madrileña. La organización lanzaba agua a los que estaban a pie de escenario, mientras que en las gradas, personalidades como Garrigues Walker, Felipe González –que según refirieron los periódicos vestía vaqueros–, Soledad Becerril, Jorge Verstrynge o Fernández Ordóñez, se refrescaban con ayuda de las bebidas que se servían en las barras portátiles instaladas cerca de los vomitorios. Por entonces, en los estadios de fútbol se podía consumir alcohol.

Rebasadas las nueve de la noche, el cielo de Madrid descargó una terrible tormenta. La cortina de agua apenas dejaba ver el escenario. Los responsables de Gay and Company, empresa promotora, se plantearon suspender el concierto por el riesgo de descarga eléctrica que corría la banda. Sin embargo, como recordaba el propio Gay Mercader, “Mick Jagger miró al cielo y, sin decir una palabra, todos le entendieron: ¡Este es el momento idóneo!”. Con los primeros acordes de Under my thumb, el Estadio Vicente Calderón se vino abajo.

STONES» Los fans en la segunda ocasión en la que tocaron en el Vicente Calderón.

No era la primera vez que los Stones tocaban en España. En 1976, Mercader ya los había traído a la Monumental de Barcelona. Un concierto rodeado de espectaculares medidas de seguridad y en el que la policía cargó contra el público en el exterior de la plaza sin otra razón que demostrar que Franco había muerto, pero su herencia permanecía viva. A pesar de esa violencia policial, algunos ni se enteraron. Como recuerda el dibujante Nazario Luque en su libro de memorias: “De pronto nos vimos envueltos en un tumulto de groupies, policías, caballos y botes de humo y, ante tal espectáculo, habíamos optado por tumbarnos en la hierba y quedarnos plácidamente dormidos”. De hecho, Barcelona iba a ser el lugar de esa nueva cita de los Rolling con el público español que, en esos días, se debatía entre dos grandes espectáculos de masas, el fútbol y el rock and roll. Una serie de desencuentros con el Real Club Deportivo Español decantaron la balanza a favor del estadio del Atlético de Madrid.

MUNDIAL 82
Desde el día 13 de junio y hasta el día 11 del mes siguiente, España acogía la duodécima edición del Campeonato Mundial de Fútbol. Los estadios habían tenido que acometer –con dinero público, todo sea dicho– importantes inversiones para adaptar sus instalaciones a las exigencias de la FIFA. Uno de ellos había sido el estadio de Sarrià, cuyos directivos pensaron que no sería buena idea que decenas de miles de personas pisasen su recién renovado césped. Durante las semanas previas, los periódicos de la época habían alimentado la polémica. Con las entradas casi vendidas para Sarrià, el concierto corría el riesgo de no celebrarse y nadie daba una explicación coherente.

Raimundo Saporta, presidente del Real Comité del Mundial 82, culpaba al Español; el club catalán a las compañías aseguradoras y las Juventudes Socialistas de Cataluña señalaban a Pablo Porta “como responsable del desaguisado”. Tanto es así que, además de exigir la dimisión de Porta, los jóvenes socialistas iniciaron gestiones ante el Ayuntamiento y la Generalitat para conseguir que el concierto se celebrase en Barcelona. Según ellos, lo que estaba en juego era mucho más que un concierto. Corría riesgo “la dignidad del país” y de Barcelona, ciudad que ellos consideraban la capital del rock, una música que, advertían esos jóvenes militantes, era “una forma de cultura”. Los promotores, por su parte, prefirieron mantenerse al margen de la polémica y buscar una nueva ubicación. La encontraron en el Vicente Calderón que, con el encuentro Francia-Irlanda del Norte del 4 de julio –finalizado con un 4-1 a favor de los galos–, había concluido su participación como sede del Mundial.

Además, aprovechando la expectación generada, pensaron que sería buena idea programar una segunda fecha para el 9 de julio. La decisión no gustó a los directivos del Español. Al hecho de aparecer como los malos de toda esa historia de cara a la opinión pública, se sumaba la pérdida de los ingresos generados por el alquiler del estadio. Por si esto no fuera suficiente, el Atlético de Madrid de-mostró mayor astucia para negociar, lo que le permitió aumentar el caché propuesto inicialmente al Español hasta los 30 millones de pesetas y un seguro de 150 millones por posibles accidentes y desperfectos. Según la página del Instituto Nacional de Estadística, al cambio actual, el monto ascendería a unos 700.000 euros de alquiler y 3,5 de seguro de accidentes. En todo caso, el que se llevó el mérito de toda la negociación fue Raimundo Saporta. Aunque declaró con la boca pequeña que su intervención no fue decisiva para convencer al Atlético para que alquilara el estadio, el directivo se mostró “satisfecho” y “feliz por la juventud», que finalmente podría escuchar a los Rolling Stones, “un fenómeno social de primera magnitud”.

De no haberse producido la actuación, declaró, “hubiera sido un fracaso total”. Nada más lejos de la realidad. A pesar de que hubo que devolver el dinero de todas las entradas vendidas para el concierto de Barcelona, reimprimir y poner a la venta las de Madrid –“lo que hará El Corte Inglés sin llevarse ninguna comisión, solo por el prestigio de vender las entradas de los Rolling Stones”, afirmó un responsable de esos grandes almacenes–, la actuación del 7 de julio de 1982 ha pasado a la historia.

EL CONCIERTO

Para muchos es, sin duda, la mejor del grupo británico en España. No importa que el equipo tuviera apenas cien mil vatios de sonido y quinientos mil de luz, cifras largamente superadas en su siguiente visita, la del Urban Jungle Tour de 1990. Tampoco que la actuación de dos días más tarde discurriese con una meteorología envidiable. A nadie le importó que el motivo de la gira fuera un disco tan flojo como 'Tattoo you', compuesto por descartes de LP anteriores. Ese concierto de los Rolling Stones en el Calderón fue El Concierto. Unos meses antes de esa actuación, Bill Wyman, bajista de los Stones hasta 1993, declaraba al periodista de El País José Manuel Costa que no entendía por qué la gente iba a los espectáculos del grupo.

“Desconozco sus motivaciones. Yo nunca he visto un concierto de los Rolling Stones ni he escuchado ninguno de sus discos con la frescura y distancia de alguien que está fuera”, decía. A diferencia de Wyman, su compañero de banda Keith Richards sí entendió por qué esa jornada en el Vicente Calderón fue especial: “Estoy seguro de que el día en el que muera, con independencia de que vaya al cielo o al infierno, Dios me pedirá que le pague los rayos y truenos tan impresionantes que desató para nosotros”. Como no podía ser de otra manera, Sus Satánicas Majestades pusieron fin al recital con 'Satisfaction', en todos los sentidos.

ESCENARIO MÍTICO
Siempre que los Rolling Stones han pasado por Madrid salvo en una ocasión, han tocado en el Estadio Vicente Calderón. La excepción fue en 2014 con la gira 14 on fire, que recaló en el Santiago Bernabéu por cuestiones de aforo. En una ciudad en la que no abundan los recintos para multitudes, el estadio colchonero se convirtió, desde el final de la dictadura, en el lugar favorito de los músicos internacionales a la hora de planificar sus giras, con permiso de la plaza de toros de Las Ventas. En el estadio atlético actuaron, por primera vez en la capital, artistas y bandas de la talla de David Bowie (Glass Spider Tour, 1987), Pink Floyd (A Momentary Lapse of Reason Tour, 1988), Michael Jackson (Bad Tour, 1988), Bruce Springsteen (Tunnel of Love Tour, 1988), Prince, (Nude Tour, 1990) y Madonna que, además de los corpiños de Jean Paul Gaultier, vistió una camiseta del equipo rojiblanco como guiño a la afición colchonera. Muchos de estos artistas repetirían concierto en el Calderón. Por ejemplo AC/DC, Springsteen o U2 que, en su gira Zoo TV, incluso se permitieron la chulería de llevar de teloneros a los mismísimos Ramones. •