El sur de Islandia campo a campo

Un recorrido por los campos que forjaron la hazaña vikinga en los torneos internacionales, en la que la selección islandesa mueve pasiones más allá de su pequeño país, el menor que ha disputado un Mundial.

Artur Galocha.- La puerta de entrada a Islandia es Keflavik, un pueblo industrial y bastante feo a unos 50 kilómetros de Reikiavik, en la punta de la península de Reykjanes. Allí se encuentra el aeropuerto internacional al que da nombre esta localidad de unos 15.000 habitantes. Un número pequeño, pero que representa el 5% de los pocos más de 300.000 habitantes del país. En Islandia viven tres personas por cada kilómetro cuadrado, mientras que en España somos casi 100 en ese mismo espacio. Eso provoca grandes extensiones de isla en los que no se ve ni a una sola persona. Pero sí unos cuantos campos de fútbol. 

Recorrer Islandia se hace más fácil alquilando un coche. No es barato, pero permite una libertad de movimiento fundamental si queremos verlo todo, hasta lo más escondido, y sacar fotos a los campos que vamos encontrando. O recorrer los alrededores de Reikiavik, una ciudad extensa de casas bajas y amplios espacios con parques en los que encontramos campos de fútbol once y terrenos del tamaño de campos de fútbol sala vallados con madera, en los que las paredes sirven de aliadas en las pachangas que juegan los niños islandeses. Podemos encontrar también el estadio donde la selección islandesa juega sus partidos como local, con unos 50.000 asientos para los 250.000 habitantes de la capital.

Foto: HVERAGERÐI.- Hierba natural fuera y artificial dentro del impresionante pabellón hinchable.

Si salimos de Reikiavik hacia el norte y nos desviamos por la carretera 36 podemos recorrer el círculo de oro, una ruta turística que acaba en Geysir, un gran chorro de agua que da nombre a todos los géiseres del mundo, y que nos ofrece el lago de Þingvallavatn, uno de los primeros parlamentos del mundo en Þingvellir y la cascada de Gullfoss.

En estas amplias extensiones con pueblos desperdigados encontramos, sobre todo por la noche, grandes invernaderos que iluminan el cielo y dan una leve luz a campos con porterías apiladas en los laterales, como en Reyholt. Siguiendo por esta carretera 35 llegamos a Selfoss, donde nos cruzamos con la carretera más importante de Islandia.

La 1 es la carretera que da la vuelta a la isla y que, hacia el sur, nos lleva a recorrer una de las partes más bonitas y rotundas del planeta. De las cascadas de Seljalandsfoss y Skógafoss a los campos de lava de Eldhraun, pasando por el glaciar Myrdalsjökull, para acabar en Jökulsárlón, el lugar donde el glaciar Vatnajökull se encuentra con el mar.

De vuelta a Reikiavik podemos volver directamente por la carretera 1, de un solo carril para cada sentido y cuyo límite de velocidad es de 90 km/h. A unos 50 kilómetros de la capital podemos desviarnos hacia Stokkseyri y probar la sopa de cigala del restaurante Fjorubordid, que cuenta con dos campos de fútbol de hierba y dos de fútbol sala, uno de ellos con paredes de madera, en la misma puerta. 

Volviendo a la 1, a 30 kilómetros de la capital nos cruzamos con Hveragerði, en cuyas montañas encontramos ríos de agua caliente bajo el frío y corto día islandés, y en cuyo valle descubrimos el secreto de los partidillos de invierno.